Este presidente sí que es especial. Un día martes 4 de octubre convierte un acto protocolario del Estado con el embajador de un país amigo (la recepción de maquinaria de construcción donada por Japón) en un mitin proselitista, con un discurso incendiario contra la oposición – y dos días después pide la renuncia a dos miembros de su gabinete por haber participado en un acto público de su partido.
Ni Tomás Chévez, sustituido como presidente del Fondo Social para la Vivienda, ni Mario Cerna, sustituido como viceministro de Comercio e Industria, han aprovechado una actividad gubernamental para hacer proselitismo. Lo que han hecho es participar en una actividad de su partido Cambio Democrático, del cual son Secretario General y Secretario Adjunto, respectivamente, firmando una alianza con el Movimiento Amigos del Cambio. En este evento, ninguno de los dos funcionarios despedidos por Funes ha pronunciado discursos tan partidarios, proselitistas y polarizantes como el presidente en el acto estatal mencionado.Chévez y Cerna han hecho exactamente lo que otros ministros de Funes, que son parte de la dirigencia del FMLN, están haciendo: ejercer, en su tiempo libre y alejado de sus funciones gubernamentales, sus cargos partidarios. Los titulares de Educación, Seguridad, Relaciones Exteriores, Trabajo, así como la viceministra de Salud participan en las decisiones estratégicas de sus partidos, y a nadie se les ha ocurrido pedir pedido su renuncia. Hacen lo que políticos hacen. Un jefe de gobierno que incorpora en su gabinete a altos dirigentes partidarios, no puede esperar que dejen de funcionar como tales.
El problema no parece ser el mero hecho que estos dos funcionarios ejercieron funciones partidarias, sino más bien de qué partido de trata: si es el FMLN o Gana, no hay problema, pero si es el CD es pecado. Mucho más cuando el CD se atreve de pactar con uno de los sectores del antiguo movimiento Amigos de Mauricio Funes que quedó huérfano al apostar el presidente a Gana. ¿Se metió el CD en terreno minado, tratando convertirse en opción para las desarticuladas bases política del presidente antes de que las pueda endosar a Gana?
La razón para despedir a Chévez y Cerna -la supuesta violación de un decreto presidencial que prohíbe a las miembros de su gabinete a involucrarse en proselitismo partidario- es tan débil que detrás de esta cortina de humo resulta visible la fuerte tensión dentro del gabinete, a raíz de la creciente influencia en el gobierno de personeros de Gana y empresarios como Miguel “Mecafé” Menéndez.
Lo más absurdo de este cambio en el gabinete es que al mismo tiempo el presidente Funes se niega a responder a la exigencia de hacer cambios en el gabinete de seguridad. Esta exigencia es compartida por muchos sectores de la sociedad civil y de la empresa privada, así como del gobierno de Estados Unidos. En vez de separar de su gabinete a ministros evidentemente incompetentes, el presidente debilita al ministerio de Economía, a pesar de que (o tal vez precisamente porque) esta cartera logró construir con el sector privado una política consensuada de reactivación de la industria.
¿Le molesta al presidente que el ministerio de Economía muestra capacidad y voluntad de concertación con el sector privado? Si es así, de repente cobra sentido el aparente absurdo que el presidente, a pesar de su alegato de no permitir que desde su gobierno se haga proselitismo, siga manejando contra la oposición y los gremiales empresariales un discurso tan agresivo y partidario como el que dio el 4 de octubre en el acto oficial con los japoneses.
Todavía queda un poco confuso lo que está detrás de este sorprendente cambio en el gabinete, pero sigue siendo absurdo: el ministro de Seguridad, quien a todas luces mostró incompetencia y además permite la partidización e ideologización del cuerpo policial, mantiene su cargo. En cambio, apartan a funcionarios, cuyo desempeño profesional nadie ha puesto en duda. Vaya alguien a entender.
(El Diario de Hoy)