"El gran desafío es: encontrar soluciones democráticas a los problemas que los populistas explotan. Se necesitan conceptos que vuelvan la migración en una palanca del crecimiento económico. Todos estos países necesitan mano de obra, no sólo altamente calificada, igualmente para oficios manuales, logísticos y en la industria gastronómica y turística. Se necesitan maneras de combatir la delincuencia que no sean disruptivas para la democracia y los derechos humanos. Se necesitan políticas de paz que generen suficiente presión a Putin a retirarse de Ucrania, y a Israel y los Palestinos para al fin realizar el único concepto que promete paz y desarrollo para ambos: establecer dos estados autónomos que convivan y cooperen en el mismo territorio."
Los demócratas, de derecha e izquierda, que tratan de oponerse al avance de las fuerzas populistas y autoritarias en todo el mundo, reciben un consejo que parece amigable y atractivo, pero resulta fatal: asumir parte de los discursos y las propuestas de las derechas extremas. Mucho cuidado.
El argumento va así: Los extremistas como Trump en Estados Unidos, VOX en España, Bolsonaro en Brasil, Bukele en El Salvador, Milei en Argentina, las señoras Meloni en Italia y Le Pen en Francia, la AfD en Alemania, Orban en Hungría (para solamente nombrar los más conocidos y empoderados) han detectado y explotado las debilidades y errores de las democracias liberales. Han sabido leer de dónde vienen las frustraciones y resentimientos de la gente. Los demócratas -centro derecho y centroizquierda- no pueden seguir negando los vacíos que han dejado sus gobiernos; no pueden dejar a los ultras las banderas que retoman las frustraciones de la gente. Tienen que retomar buena parte de los discursos de los ultras, sobre todo en temas como la migración, la seguridad, tal vez incluso en asuntos como el aborto, el matrimonio tradicional, la inclusión social, la protección de minorías culturales, raciales y sexuales. Estos son los consejos tramposos.
No caen en saco roto. La centroderecha ya se está moviendo en esta dirección. En Italia, la derecha completa ha hecho alianza con los postfascistas de Meloni; en Estados Unidos, el Partido Republicano en su totalidad se ha rendido a Trump y su filosofía MEGA. El Alemania, la Democracia Cristiana y los Liberales tratan de quitarle a la nueva derecha autoritaria la bandera de la lucha contra la migración ‘ilegal’. Igual que ellos exigen el cierre de fronteras y la expulsión de los migrantes que no logran conseguir asilo. Que nadie de Irak, Siria o Afganistán sea aceptado en Alemania, como si estos países hayan resuelto sus problemas de conflictos internos y represión masiva. ¿Y los resultados? La ultraderecha sigue creciendo. Reafirmada en sus exigencias comienza a verse ya no como paria y ultras, sino como parte del centro político.
Incluso los partidos de centroizquierda se ven bajo la misma presión – y tentación. En el debate en Estados Unidos de cómo el Partido Demócrata puede recuperar el apoyo mayoritario entre trabajadores, sindicatos, latinos y negros para hacer oposición a Trump, la mayoría de los consejos que reciben van así: aprender de Trump, quitarle las banderas populistas, dejar de oponerse a la guerra contra la migración ‘ilegal’, el cierre de la frontera Sur y la deportación masiva; dejar de hablar tanto del aborto y de los derechos de las minorías sexuales. En resumidas cuentas: No tratar lo imposible de detener un tsunami populista. Abandonar las causas liberales que obviamente ya no tienen mayoría...
El Partido Socialdemócrata y los Verdes, que luego del rompimiento de su coalición con los Liberales enfrentan elecciones anticipadas en febrero 2025, se topan con la misma tentación de adaptarse a la ola populista que no pueden detener. Discuten también deportaciones masivas, cierre de las fronteras, reducir el gasto social para la inclusión de migrantes. Entre los socialdemócratas crece incluso la disposición de adaptarse al discurso fraudulento de paz, que con éxito usan la AfD, de corte neofascista, y el nuevo partido BSW, formado por excomunistas que tratan de llevar las bases de la izquierda hacía la derecha para cosechar votos en la cloaca de admiradores de Putin y sectores resentidos que no quieren seguir el canto de sirena de la ultraderecha. Resurge entre la socialdemocracia el anhelo de quedar bien con Putin, que medio perdió su atractivo y su credibilidad cuando Rusia invadió Ucrania. Ahora que no se ve como Ucrania puede ganar la guerra, pero pide ayuda militar y financiera para parar el avance de los rusos, crece otros el discurso que exige una paz a cualquier costo, sobre todo a costa de Ucrania. Y con el retorno de Trump al poder, surgen las voces que dicen: Hay que ser realistas, Ucrania está perdida, busquemos entendimientos con el ganador: Putin.
Si el centro democrático -en Europa, en Estados Unidos y en el mundo- cede a la tentación del appeasement, el apaciguamiento frente a los Trump del mundo -y en última instancia frente a Putin-, ellos ganan, los Trump sobre la democracia liberal, Putin sobre Ucrania y posiblemente sobre partes de Europa Oriental.
Ojo: Todo esto no significa que las fuerzas democráticas no tengan que buscar soluciones a los problemas de las guerras, inseguridad, la migración incontrolada y los costos de estado del bienestar. Pero no pueden pedir prestado las recetas de los enemigos de la democracia. Su gran desafío es: encontrar soluciones democráticas a estos problemas. Se necesitan conceptos que vuelvan la migración en una palanca del crecimiento económico. Todos estos países necesitan mano de obra, no sólo altamente calificada, igualmente para oficios manuales, logísticos y en la industria gastronómica y turística. Se necesitan maneras de combatir la delincuencia que no sean disruptivas para la democracia y los derechos humanos. Se necesitan políticas de paz que generen suficiente presión a Putin a retirarse de Ucrania, y a Israel y los Palestinos para al fin realizar el único concepto que promete paz y desarrollo para ambos: establecer dos estados autónomos que convivan y cooperen en el mismo territorio.
Sólo con estas políticas nuevas se puede enfrentar -y al fin parar- la ola autoritaria. Repitiendo los discursos populistas consigue lo contrario.