viernes, 19 de julio de 2019

La reconversión del FMLN. De Manuel Hinds


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 19 julio 2019


Con el cambio de cúpula, el FMLN ha dado un primer paso para reconvertirse. Ahora comienza su verdadero reto: el realizar los cambios sicológicos y culturales que tienen que tener lugar al nivel individual. La transformación no es fácil. Los cambios requieren digerir una nueva realidad tan incontestable como trágicamente sorprendente para ellos; inferir de esa realidad lo profundamente que ella contradice lo que ellos habían creído por su vida entera; reconstruir una nueva estructura de ideas para dar soporte a su partido, y cambiar su comportamiento para acoplarse al nuevo mundo que no habían logrado ver que se había formado a su alrededor.
El enfrentamiento con la realidad ha sido terrible. En sus ilusiones marxistas, el FMLN siempre soñó que ellos estaban del lado de la marcha de la historia, que eran la manifestación de lo nuevo y de lo joven, que por eso la juventud iba a estar siempre con ellos, y que, por las profecías de alguien que ellos creían era un científico de la historia, tenían el éxito asegurado. Ellos iban a triunfar en sus revoluciones, iban a establecer la Dictadura del Proletariado y luego el Paraíso Comunista.
Este sueño se comenzó a desbaratar con la caída de la Unión Soviética y el descubrimiento de lo mal que vivían los soviéticos, sujetos a tiranías terribles y escaseces que ni en los países en desarrollo existían. Se retrasó más cuando en El Salvador mismo las masas del FMLN se dieron cuenta de que todas las promesas que su partido había hecho se habían desvanecido al estar en el poder. El país no solo no progresó sino se retrasó durante sus 10 años en el poder, en los que se volvió obvio que los líderes del partido habían embrocado a todos los que los siguieron para hacer una guerra con 80,000 muertos no para el bien del país sino para el de ellos mismos.
Más pruebas de que el sueño era falso las tuvieron cuando vieron lo que está pasando en Venezuela, en donde una pequeña minoría de revolucionarios afines a ellos ha destruido una sociedad que en un momento fue democrática.
Pero nada de eso realmente afectó al FMLN, lo cual en sí demuestra la profundidad del cambio que necesita. No les afectaba porque ellos pensaban que nada de eso le iba a disminuir su acceso al poder. Venezuela era un desastre, pero para el pueblo, no para los dirigentes ni para los miembros del partido, que gozaban de la enorme red de clientelismo que el partido había creado para ellos.
El verdadero golpe vino cuando sintieron que ya ellos no son los “progresistas” sino los “retrógrados” en los ojos de los jóvenes y el pueblo en general, que la nueva población urbana ve como ridículos los dogmas ideológicos que ellos pensaron que contenían la clave de la sabiduría humana, que ya la gente no quiere realmente oír de “ideologías” sino quiere acciones concretas que respondan no a retorcidos esquemas marxistas sino a las necesidades pragmáticas de desarrollar el país y mejorar el estándar de vida de los salvadoreños.
Ellos, que se creían el zumo de lo moderno, aún en los últimos treinta años, cuando el mundo entero ya se reía de las supersticiones marxistas, de pronto se han dado cuenta de que la gente, con justa razón, los ve como residuos arcaicos de un siglo que ellos inyectaron con odio, y de que ya no quieren saber más de ellos. De pronto se han dado cuenta de que no era cierto que la historia les aseguraba la victoria.
Estos ajustes no se realizan sólo con el cambio de cúpula —que como muestra de la rigidez del partido ya les ha costado muchísimo hacerlo—. Requiere un cambio en ellos mismos, en todos los que creyeron que con odio se resolverían los problemas del país. Afortunadamente los salvadoreños ya se convencieron de que el camino del odio no es ni correcto ni efectivo para el desarrollo, y ya se los hicieron saber. Ahora es sólo si los miembros del FMLN logran hacerse ese lavado de alma y entender esta verdad que van a lograr llegar al pueblo en general con sus mensajes. Si no es así, se van a quedar solos, los viejos comandantes y los viejos comandados, rumiando sus propios odios y resentimientos.