jueves, 5 de enero de 2012

Carta al arzobispo de San Salvador


Excelentísimo monseñor:
Usted cometió un error: mandó a remover de Catedral el mural de Fernando Llort sin consultar con el artista. Pidió disculpas y el ofendido las aceptó.

En el alboroto que se armó en la opinión pública, yo de imprudente me metí opinando - sin tener ninguna vela en este entierro del mural. Porque a mi me da igual si este mural esté o no. A mi, esta catedral me parece fea, con o sin mosaico.

Mi atrevimiento era agarrar el asunto de su lado cómico: mientras el mural estaba, todos se burlaban de “la toalla” - y ahora que la removieron, esta toalla es declarada patrimonio nacional y elemento de nuestra identidad nacional. ¿Para qué abrí el pico sobre algo que no me compete ni me importa? Me cayeron insultos y amenazas de todo tipo, incluyendo de deportarme del país. Todo porque soy alérgico contra palabrotas como ‘identidad cultural’ y ‘patrimonio nacional’...

No me quejo, estoy acostumbrado a que mis opiniones a veces provocan intolerancia. Viene con el oficio...

Me imagino que usted también está impresionado por la avalancha de crítica y odio que le cayó encima. Lo que más me impresionó es el hecho que izquierda y derecha, que nunca logran ponerse de acuerdo sobre nada, en este asunto coincidieron plenamente. Imagínese, ¡don Enrique Altamirano coincidiendo con activistas de izquierda!

No sé si alegrarme o asustarme de tanta unidad en defensa de la ‘identidad nacional’...
Me alegra, porque demuestra que aun hay campos de coincidencia. También me asusta porque conlleva una tendencia de intolerancia al derecho de cuestionar y de burlarse. Por ejemplo: ¿No se puede cuestionar el valor estético de una obra como la de don Fernando en la fachada de una catedral? ¿No se puede cuestionar ciertas obras, sólo porque alguna autoridad en algún momento los decretó como monumentos nacionales?

Yo estoy de acuerdo que nadie, ni usted ni yo, tiene el derecho de pedir o mandar a quitar una obra, sólo porque no nos guste o porque no nos parezca adecuada. Pero tampoco permitamos que por esto quede cerrado, de una vez por todos, cualquier debate crítico sobre las obras consideradas ‘patrimonio nacional’?

Usted ya pidió disculpa. Yo hago los mismo, en caso que mi tono burlón haya ofendido a don Fernando y las personas que se identifican con su obra. Pero tampoco me voy a callar. Y usted, monseñor, tampoco debería callarse.

Saludos, Paolo Lüers
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