viernes, 20 de febrero de 2009

Carta a la presidenta de Chile

Excelentísima Presidenta:

En la carta pública que le dirigí a Ud. por este medio antes que
iniciara su periplo a La Habana, le advertí que cuando un demócrata
abraza a un tirano, el demócrata siempre termina con el poncho
manchado. Es lamentable para la imagen de nuestro país que Ud., máximo
representante de la nación, en Cuba haya terminado efectivamente con
su traje manchado y sufrido una afrenta de parte de Fidel Castro que
pasará a encabezar la sección "bochornos presidenciales" del libro de
Guinness.

El papelazo que el oficialmente "máximo líder de la revolución" la
hizo pasar con el tema de la salida al mar para Bolivia me embarga de
profunda frustración, pero no me sorprende. Se lo digo porque yo
conocí el sistema y la forma en que Fidel Castro maneja la isla. Viví
allá y conocí el socialismo real desde la perspectiva de la
nomenklatura y como joven sin techo ni libreta de racionamiento. Su
visita me sugiere a mí que Ud. nunca entendió lo que era el socialismo
real, menos el cubano. De haberlo hecho, Ud. debió haber sabido dos
cosas esenciales antes de aterrizar en la isla. Una, que el régimen
cubano odia a Chile por su historia y porque es modelo esperanzador
que proyecta en el mundo por su recuperación de la democracia y logros
económicos. Otra, que Fidel Castro sólo respeta a quien no se pliega a
sus dictados, a quien osa oponerse a él; que el resto no cuenta para
él, pues son sólo o sus compañeros de ruta o bien despreciables
subordinados. Es la lógica propia de todo dictador.

Por esto sentí vergüenza ajena cuando este jueves la vi salir
trotando, emocionada, olvidando el homenaje a Salvador Allende y a la
colonia chilena allí reunida, porque Fidel Castro -que en estos meses
no debe tener mucha agenda, que digamos- la había mandado a buscar
para que se apersonara en una de sus residencias. Nunca imaginé que
iba a ver a un Mandatario chileno corriendo enfervorizado y agitado
por ver a un dictador. Le confieso que hubiese esperado, por respeto
al cargo que usted ejerce, una actitud de estadista, más decorosa,
quizás pausada y acorde con su investidura. No era además que Ud.
estuviese atrasada, porque el encuentro estaba pactado para el día
siguiente. Y fue así como Ud. dejó la ceremonia como si se hubiese
producido una tragedia en Chile o hubiesen detectado una bomba en el
sitio, sin explicar siquiera a los compatriotas por qué salía con
tanta premura. También sorprende que Ud. se haya subido a la caravana
del Presidente anfitrión, zafándose de su propia seguridad, y haya
permanecido por hora y media, ingenuamente e inundada de admiración,
en un lugar secreto con el hombre que después le clavó el puñal por la
espalda con la declaración sobre Bolivia.

Usted debiera saber, Presidenta, que cada uno de sus gestos, así como
su trotecito y semblante emocionado por la perspectiva de ver al líder
quedaron registrados para los funcionarios cubanos y fueron útiles a
la hora de calibrar su estado de ánimo. Como Fidel Castro ya tenía
conocimiento de su obsesivo interés por verlo a la hora que él
dispusiera y se enteró después de su ansiedad gracias a su, a mi
juicio, poca presidencial retirada del homenaje a Allende, se la echó
en el bolsillo de la forma en que todos vimos con azoro. Ud. olvidó
que él lleva 50 años e n el poder, y para eso hay que ser además
astuto. Lo inquietante es que las reflexiones de ayer de Castro
demuestran que a Ud. ya la ve como un cadáver político. La sacrifica
sin asco y revela al mundo la sensible conversación que Uds. habían
sostenido, y que Ud. había callado ante los chilenos. Él no cree en la
Concertación , Presidenta; su alternativa para Cuba y el mundo es otra.
Ahora Ud. lo sabe. De pasadita, seguramente tras impartirle una
cátedra de 90 minutos sobre la industria vitivinícola y el cobre
chilenos, se sentó en nuestra historia, ridiculizó a nuestros héroes y
sembró la cizaña en Chile nuevamente. ¿Le sorprende? A mí no. Yo viví
en ese sistema, lo conozco y lo temo.

Ahora me queda claro, gracias a las reflexiones del comandante, que
Ud. ni mencionó el tema de los derechos humanos en la isla, pero sí
tuvo Ud. que escuchar su perorata antichilena y pro boliviana.
Permítame señalarle el otro asunto que sé por mi experiencia en la
isla: para los Castro, Chile es un país insoportable porque transitó
de una dictadura a una democracia con estabilidad y prosperidad, y es
hoy el gran símbolo -no Cuba- de la esperanza de libertad y
prosperidad de millones en el mundo del Sur. En 1973, Chile y Cuba
tenían exportaciones similares, Cuba estaba en el auge de la
exportación de guerrillas y Chile enfrentó una crisis q ue lo condujo a
una dictadura. Hoy las diferencias son evidentes. Cuba hoy ya no es
ejemplo ni símbolo de nada positivo. Chile sí lo es. Y eso es una
espina diaria para los Castro. Ellos, que sí necesitan inversiones de
Chile, no le perdonan a la izquierda, Ud. incluida, que haya
co-administrado por casi 20 años un modelo neoliberal que nació de
Augusto Pinochet, el peor enemigo de Castro en el continente, odio por
cierto mutuo entre dos dictadores de signo diferente. Que Fidel Castro
no sólo le diera una mano en La Habana, sino también esa sorpresa, era
imaginable. Entre lo que representa Ud., una izquierda de corte
neoliberal en los hechos, aunque de corte revolucionario en la
retórica, y el Evo Morales de una Bolivia indígena y pobre,
subvencionada por Hugo Chávez, para Castro no hay dónde perderse.

Y el jueves por la noche, Presidenta, cuando Ud. aún ignoraba la
sorpresa que Fidel Castro le preparaba, se dejó fotografiar en la
Feria del Libro habanera con un Raúl Castro que sostiene mi novela,
"Nuestros años verde olivo", en sus manos. Esto fue posible porque un
stand chileno se atrevió a llevar copias de ese libro censurado en
Cuba. En otra "jugadita" castrista, la Presidenta chilena contribuye a
crear la imagen de que mi novela -así como las de centenares de
autores cubanos y de la cultura mundial hoy censuradas en esa isla-
puede circular libremente en Cuba. Ust ed, que conoció Alemania
Oriental y otros países comunistas, sabe bien que allí no circulan
libros críticos al régimen.

Pero lo que son las cosas, Presidenta: ahora también Ud. enfrenta una
situación difícil con la sorpresa que le deparó Fidel Castro y, al
igual que yo, saboreará lo que es una dictadura. Nada de lo que Ud.
diga con respecto a la forma en que le mancharon el traje, ni siquiera
su rostro decepcionado ni el debate que estalló en Chile, aparecerán
en medio cubano alguno. Pero tal vez un día, cuando haya democracia en
Cuba, yo podré ir a la Feria del Libro de La Habana a presentar esa
novela hoy censurada en la isla y revelar cómo Fidel Castro violó el
acuerdo de que la conversación con Ud. sería privada, y la zambulló de
lleno en el peor bochorno presidencial de estos últimos veinte años.

Es increíble, señora Presidenta, que Fidel Castro le haya enrostrado a
Ud. una supuesta injusticia ocurrida hace 130 años, y Ud. no fuese
capaz de enrostrarle una injusticia que ocurre ante sus ojos.

(Roberto Ampuero, escritor chileno quien vivió vario años den Cuba)