martes, 28 de octubre de 2014

Carta a los difamadores que se sientan aludidos

En este caso, no sé a quién dirigir mi carta. Va dirigida a quienes no dan la cara, pero manipulan las noticias para difamar y acusar a quien no tienen el valor de difamar de cara a cara, ni las mínimas pruebas para acusarlo de forma, ante una corte.
Lo más grave y depreciable: Son agentes del Estado - o de la policía, o de la fiscalía o de alguna oficina gubernamental de inteligencia. Sólo ellos pueden tener acceso a las supuestas declaraciones de testigos criteriados. Sólo ellos pueden haber filtrado a los medios las declaraciones que 4 delincuentes detenidos dieron a la policía y la fiscalía - en una investigación que por su naturaleza es estrictamente reservada, porque supuestamente son elementos de acusación en un futuro proceso judicial. Pero como las declaraciones de estos criminales, quienes de esta manera quieren salvar su pellejo, no tienen credibilidad ante una corte, y como no existe ningún elemento de prueba que confirme estas declaraciones, no las presentan a una corte, sino prefieren usarlas para un juicio mediático.

Estoy hablando de las acusaciones contra Raúl Mijango, que cita este lunes, con despliegue de lujo y sin el mínimo esfuerzo de confirmación. La Prensa Gráfica: “Testigos dela fiscalía señalan a mediador de la tregua en delitos”, es el titular. Y el subtitulo dice: “Pandilleros aseguran que Raúl Mijango consentía homicidios.” Y en la nota de tres páginas enteras Mijango sale acusado de ser “el palabrero general de todas las pandillas de El Salvador”; de haber “sugerido una purga” a uno de los jefes pandilleros; de haber dado su consentimiento al asesinato de un policía en Quezaltepeque; y de infinidad de delitos más. Todas estas acusaciones salen de supuestos relatos de pandilleros convertidos en testigos criteriados. O sea, de los archivos de la fiscalía o de la PNC.

Los colegas de La Prensa Gráfica cometen un error que es fatal para la credibilidad de su trabajo: Reproducen estas filtraciones sin ninguna investigación propia, y sin ni siquiera cuestionar con qué criterio y con qué intención sus fuentes anónimas han escogido estos pedazos específicos del universo de declaraciones que ha acumulado la fiscalía. Un periodista no puede dejar a su fuente, mucho menos a su fuente anónima, la decisión sobre qué parte de la verdad se revela y qué parte se esconde.

Han pasado por la fiscalía testigos de todo tipo en esta investigación, pero solo filtraron declaraciones de testigos criteriados que acusan a Mijango. Igual hay docenas de testigos de descargo. Me consta. Soy uno de ellos y conozco a otros. De todos los testigos que no son criteriados (o sea con los cuales la fiscalía no ha pactado beneficios judiciales), y de todos los testigos que no son al mismo tiempo acusados, sino simplemente testigos, nadie ha confirmado las acusaciones a Raúl Mijango.

Es por esto que el fiscal general, luego de que sus fiscales interrogaron a Mijango durante unas 20 horas en dos sesiones, no ha presentado acusación contra él. Incluso le aseguraron que no fue citado en calidad de imputado o sujeto de investigación, sino de testigo. El fiscal general tomó la decisión correcta: No teniendo caso y solamente disponiendo de declaraciones de criminales confesos que no pueden confirmarse, no presentar cargos contra Raúl Mijango. Pero a algunos en la fiscalía o la PNC no le gusta esto y decidieron abrir un juicio mediático, donde no hay reglas de prueba, donde no hay defensa, donde no hay pruebas de descargo, donde ningún testigo criteriado tiene que someterse al interrogatorio de un juez. Y lamentablemente, hay periodistas que se hacen cómplice de esta manipulación, sólo para poder firmar una nota de portada de tres páginas y de gran impacto. A los colegas de El Faro les filtraron la misma información, pero actuaron con decencia y responsabilidad: Escribieron una nota que deja al descubierto que las acusaciones, filtradas por fuentes anónimas, no tienen ningún elemento de confirmación.

Yo tuve la intención  por un tiempo de no seguir escribiendo sobre el tema tan controversial de la tregua, porque quería dejar espacio para que los integrantes del recién creado Consejo de Seguridad Ciudadana discuta sin presiones ni contaminaciones cómo retomar con responsabilidad y transparencia el proceso de diálogo y mediación. Pero otros, para abortar la labor de este Consejo, contaminaron el ambiente y abrieron nuevamente la campaña de difamación y deslegitimación contra la tregua y todos sus protagonistas. En esta situación, callarse no es opción.

No los saludo. Paolo Lüers