miércoles, 16 de marzo de 2011

SEXTA COLUMNA: EL SALVADOR O EL REINO DE LO IRRACIONAL (I)

Cuando los salvadoreños observamos lo que sucede alrededor nuestro, transitamos por las calles de ciudades del área metropolitana o del interior del país, leemos los periódicos de circulación nacional, vemos los programas de noticias de la televisión local, o bien escuchamos los noticieros a través de las radioemisoras capitalinas, podemos darnos cuenta del desorden en que vivimos y al cual nos hemos acostumbrado.

Efectivamente, hemos acumulado un gran desorden. La Lic. Sandra de Barraza escribió hace varios años una muy buena nota periodística que se titulaba, si mal no recuerdo, “Un basurero superpoblado”, en la que comentaba la desagradable impresión que le habían causado ciertas localidades de nuestro país, a una persona extranjera que se encontraba de viaje por estas latitudes. Es probable que lo anterior nos parezca excesivo o un comentario exagerado, pero se trataba de una impresión que a veces tenemos nosotros mismos. Aquella frase era la respuesta de esa persona a la posible pregunta ¿Qué le parece o qué le pareció El Salvador? La Lic. de Barraza ya antes había escrito diversos comentarios sobre el reguero de desechos de plástico que se ve en las orillas de diversas carreteras del país.

Pero hay más, también están las ventas de agua de coco, frutas, bebidas o accesorios para automóviles, y los desechos correspondientes, colocadas casi encima (en el “hombro”) de las carreteras, sin respetar el derecho procedente, por ejemplo en la carretera de oro, en la nueva carretera hacia Apopa – Soyapango, o bien del Aeropuerto hacia San Salvador.

En calles y avenidas de zonas consideradas todavía como residenciales de nuestra ciudad capital proliferan negocios de tapicería, talleres de reparación de llantas, pintura automotriz, soldadura, esmerilado, y mucha, mucha gente que invaden las aceras e incluso la vía pública, por ejemplo casi al principio y casi al final del llamado Boulevard Constitución. Los vendedores informales se han establecido en o se han tomado muchas intersecciones de calles y avenidas de la ciudad capital y cuanto espacio va quedando en la proximidad de paradas de buses, autorizadas o no.

En esta línea de pensamiento, pero profundizando un poco más, escribió hace poco un comentario el Ing. Ricardo Ayala Kreutz en el Blog de Don Ernesto Rivas Gallont. Se trataba de hacer referencia a “la perversidad del actual sistema de transporte colectivo” de nuestro país. Administrar este servicio (que no industria), es una facultad del Estado salvadoreño; sin embargo, éste no ha intervenido como debería para ordenar y racionalizar este importante servicio. La reciente medida emprendida por el Gobierno a través del Vice Ministerio de Transporte, consistente en regular la circulación vehicular en el Centro Histórico de San Salvador, retirando centenares de autobuses de esa área, es sin lugar a duda, muy conveniente y adecuada. Ojalá que, en efecto sea el primer paso, como se ha dicho.

Más recientemente, y en un aspecto que es definitivamente estratégico como se puede apreciar en la actualidad mundial, el Dr. Francisco Serrano escribió una nota en un matutino local, titulada más o menos como sigue: “Exportemos mugidos de vaca”. A pesar de su título aparentemente extraño y hasta sarcástico, la nota llama la atención sobre lo relativo al tema de la Energía en nuestro país. Me pregunto si el Lic. Franzi (Hato) Hasbún tendrá la Energía en su lista de asuntos estratégicos, junto con el tema de Hidrocarburos.

El Dr. Serrano, se pregunta por qué en El Salvador no se adopta la Turbococina para prescindir lo más que se pueda de la raja de leña, el gas licuado de petróleo y la electricidad para usos domésticos y comerciales en todo el país. El mencionado científico analiza el grado de eficiencia alcanzado en la combustión de pequeños trozos de madera u otros combustibles orgánicos mediante este dispositivo tecnológico desarrollado aquí, en El Salvador. El Ing. René Núñez Suárez, si mal no recuerdo, desarrolló esta innovación y en ese empeño invirtió mucho capital y por ello lo ha patentado como es debido. Tuvo un merecido reconocimiento internacional. No obstante lo anterior, en El Salvador aun no se reconoce su esfuerzo. Tal como se le describe, con el uso de la turbococina, la generación de calor se optimiza y la emanación de contaminantes se reduce muchísimo, con el consiguiente beneficio ambiental, humano, y económico, entre otros.

Según el Diccionario de la Lengua Española, vigésima segunda edición, lo racional es aquello que está conforme a la razón, e irracional es lo que carece de razón o que se opone a ésta.

De acuerdo con lo anterior, es irracional que en El Salvador se permita el uso de tanto plástico y que no haya una política de administración de desechos sólidos obligatoria en todo el territorio nacional; agregado a lo anterior, es irracional que no tengamos una política de población, desarrollo humano y urbanismo que nos permita distribuirnos mejor y crecer, demográficamente hablando, sin los extremos de hacinamiento y deterioro familiar que ahora presenciamos. También es irracional la anarquía para poner ventas en cualquier parte, especialmente en espacios públicos.

Es contra la razón que tengamos el servicio de transporte colectivo tan desorganizado como hasta ahora; que sea tan desconsiderado con los mismos motoristas, los pasajeros, los transeúntes y demás automovilistas; una actividad muy contaminante y peligroso en varios sentidos. Es necesario continuar con las medidas que se han iniciado, hasta que podamos hablar del Servicio de Transporte Público, pero de verdad.

Se opone a la razón el desinterés que se denuncia sobre el aprovechamiento de la turbococina, cuando muchos pensábamos que el Gobierno nuevo sí le tomaría en cuenta a través de varios ministerios. Solamente el Ministerio de Educación ha demostrado algún interés según lo consigna el articulista mencionado.

El colmo de la irracionalidad lo tenemos en “la perla” de declarar libre de todo cargo al cerebro financiero de la defraudación al Estado salvadoreño en una de sus principales instituciones autónomas. ¡El mensaje que se transmite a la población es clarísimo: robar es válido porque aquí no hay racionalidad jurídica!