jueves, 10 de febrero de 2011

Columna transversal: Trabajamos para vivir, no al revés


Ultimamente la queja de moda es que somos un "país de consumo" y no de producción. Y que esta es la razón por nuestra falta de desarrollo y crecimiento.

Voy a dejar a los economistas lo que compete a ellos debatir y explicar. Pero aquí no se trata de un argumento solamente económico, sino de una afirmación casi antropológica: sobre nuestra cultura, nuestros valores, nuestra forma de vivir...

Desde este punto de vista, yo pregunto: ¿Y cuál es el problema de ser un país consumista? ¿Cuál es el fin de la economía, si no es el consumo, o sea la satisfacción de las necesidades de las personas?

¿Qué sería un "país de producción" en contraposición a un "país de consumo"? Entiendo yo que es lo mismo: producimos para consumir. Entiendo que toda la producción termina en consumo. Los bienes o son consumidos por las personas, en consumo personal: comida, vivienda, salud, educación, comunicación, movilidad, diversión, energía, cultura... O son consumidos por empresas: maquinaria, materia prima, servicios. O sea, la inversión también es consumo.

Entiendo también que por más que consumamos, más se produce, más se generan empleos. Entonces, ¿cuál es el problema con ser un país consumista?

Dicen: No hay que consumir tanto, hay que ahorrar. Pero, ¿para qué ahorro si no es para futuro consumo? Puede ser para un viaje, unas vacaciones. Puede ser para la adquisición de una casa o un carro. Puede ser para la universidad de mis hijos. Sigue siendo consumo, sólo diferido.

Además: ¿A quién quieren convencer (o mañana obligar) a ahorrar? La mayoría de las familias apenas están sobreviviendo. ¿Y la clase media? Con qué cara explicar a la clase media que dejen de gastar en su carro o que manden a sus hijos a escuelas públicas y mejor ahorren, pero no en consumo?

La insistente queja de que consumimos demasiado es equivalente a decir: Consuman menos, y el país será mejor. ¿Pero cómo puede ser el país mejor, si consumimos menos comida, menos minutos de telefonía, menos kilovatios de luz? ¿Cómo puede ser el país mejor si compramos menos carros, menos computadoras, menos servicios de educación y salud? Que alguien me lo explique. Mientras tanto, me atengo a las verdades simples: "Trabajamos para vivir". La inversión de esta frase es peligrosa. Siempre cuando alguien dice "vivimos para trabajar", hay que tener cuidado. Y cuando lo dice el Estado hay que preparar barricadas.

Me parece absurdo pensar que vivimos para producir, o para el desarrollo, como si estos fueran valores de por si. Producimos para vivir mejor. Queremos desarrollo para vivir mejor.

"Trabajamos para vivir" es idéntico a decir: "Producimos para consumir". Nadie me puede convencer de lo contrario. Esto es válido para los individuos como para la sociedad: Producimos para satisfacer nuestras necesidades, hacer realidad nuestros sueños. Y si todavía nos sobra, ahorramos para satisfacer necesidades futuras, o invertimos para tener más ingresos y poder satisfacer aún más necesidades o sueños.

Sale un informe del PNUD, y de repente escuchamos un coro de loros decir que estamos consumiendo demasiado; que somos un país tan perversamente consumista que hasta los miles de millones de remesas se nos van en consumo...

¿Y en qué diablos quieren que se gasten las remesas? Las remesas son salarios. Son ingresos familiares que tienen, por definición, la función de ser consumidas por la familia. La única diferencia de las remesas con los salarios que mensualmente pagan las empresas en El Salvador a sus empleados es que se generan en el exterior.

Nadie se queja que las familias de los empleados de los bancos en El Salvador dedican su salario para vivir. O sea que consumen los salarios. Para esto son los salarios. Para esto son los salarios también cuando se generan en Houston o San Francisco. No son fondos del milenio para proyectos de desarrollo. Son fondos familiares.

Si una buena parte de los ingresos de las familias salvadoreñas provienen de su trabajo asalariado o empresarial en Estados Unidos, estos ingresos son parte de nuestro PIB igual que cualquier otro ingreso. Lo podemos llamar exportación de mano de obra, o lo podemos llamar globalización de los mercados laborales, la única diferencia es que la primera suena más feo.

Para el individuo que emigró, la remesa es salario; para la familia que quedó en el país, es fruto de una inversión familiar. En vez de comprar un taxi decidieron invertir en el servicio de un coyote. Tienen todo el derecho del mundo de consumir la remesa.

Tengo la sospecha que quienes hoy denuncian tan elocuentemente el consumismo, mañana hablarán de nuevos impuestos o de "ahorro obligado". En el informe del PNUD ya aparece dibujada la idea de un megafondo administrado por el Estado, pero financiado por cuotas obligatorias de los trabajadores y sus patronos. Un megafondo para financiar gastos sociales que el gobierno no logra sostener o mejorar con los impuestos que cobra. O sea, estaríamos hablando de impuestos camuflados de fondos de ahorro...

(El Diario de Hoy)