domingo, 25 de enero de 2009

"Aquí nadie se haga ilusiones"

Si el presidente Barack Obama hubiera hablado 8 horas en su discurso inaugural, los hospitales de Washington, Virginia y Maryland habrían colapsado. De los dos millones de estadounidenses que acudieron a celebrar el ascenso a la presidencia de la gran potencia mundial de un negro nacido en Hawai, de padre keniano y madre de Kansas, probablemente no menos de 100.000 se habrían desmayado, acosados por una temperatura bajo cero, verdaderamente infernal.

El trópico tiene ventajas, aunque pocos las reconozcan. Aquí se puede hablar 8, 10 o 12 horas y no pasa nada. La gente ni se desmaya.

Al presentar su mensaje a la Asamblea Nacional el Presidente de la República y del PSUV habló 7 horas 55 minutos, a lo cual, para ser justos, habría que descontar la hora y quince que duraron los aplausos que interrumpían al orador cada vez que daba cifras de cómo desde La Marqueseña y otras empresas socialistas se producen tantas toneladas de alimentos que ya se exportan. ¡Uh, Ah! Al presidente del PSUV no le gustó el discurso de Obama porque, en primer lugar, había sido tan breve que no llegó a los veinte minutos, y con discursos así, suponiendo (negado) que decidiera reducir los suyos al tiempo que dicta la retórica clásica, no le daría ocasión a los diputados de la Asamblea de aplaudirlo todas las veces que ellos quisieran y que él, sin duda, ¡merece! Tengo la sospecha de que el Jefe Supremo se indignó con ese discurso por otras razones que, probablemente, no confesará. Eso de comenzar un discurso con la palabra "humildad", una palabra tan humilde que no vale la pena. Eso de proclamar que el día del ascenso a la presidencia sea día de renovación y reencuentro, puede ser un mal ejemplo.

Además, ¿cómo es posible decir eso de que estamos reunidos "porque hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia"? ¿Es que alguien puede vivir sin conflictos y sin discordias? El Jefe Supremo leyó otro párrafo y pensó que Obama no era hombre de este mundo. Subrayó con lápiz rojo, y más que subrayar lo rayó, como si quisiera borrarlo. En el papel se leía: "Hoy venimos a proclamar el fin de las disputas mezquinas y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas gastados que durante tanto tiempo han sofocado nuestra política". Pasó por alto eso de disputas y promesas, pero donde rayó con más fuerza fue allí donde se alude a los "dogmas gastados". Ahí se molestó porque adivinó una alusión personal.

Dijo para sí: "Si en el imperio también se gastan los dogmas, estamos perdidos".

Mientras el Jefe Supremo (de la República y del PSUV) estrujaba las cinco páginas del discurso inaugural, se incomodaba cada vez más. "Parece mentira ­exclamaba­ que un hombre piense que con un mensaje de veinte minutos se puedan arreglar las crisis del mundo". Avanzó en las páginas y de pronto se detuvo, con señales de muy mal humor. "Definitivamente ­dijo mientras golpeaba la mesa sin piedad­ aquí hay un mensaje subliminal. Esto es contra la revolución bolivariana, directo al mentón, a otro perro con ese hueso". Leyó en voz alta el párrafo de Obama que decía así: "Nuestra economía se ha debilitado enormemente, como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por nuestra incapacidad colectiva de tomar decisiones difíciles y preparar a la nación para una nueva era".

Esto de la incapacidad colectiva para tomar decisiones difíciles y preparar a la nación para una nueva era le pareció el colmo del intervencionismo. "Aquí hay gato encerrado", pensó en silencio. Y siguió pensando en silencio pues aquellas ideas de que la gente se porte como gente tenían un contenido subversivo. ¡Sería el fin del mundo! A pesar de que cada palabra lo incomodaba más, buscó algo que se refiriera al petróleo, y lo encontró ahí mismo, sin voltear la página: "Aprovecharemos el sol, los vientos y la tierra para hacer funcionar nuestros coches y nuestras fábricas".

­Me lo imaginaba ­exclamó­.

No perdonan.

El hombre no abandonó la lectura porque vio que Obama castigaba a los que abusan del mercado, cuando tropezó con el siguiente párrafo: "A esos líderes de todo el mundo que pretenden sembrar el conflicto o culpar de los males de su sociedad a Occidente: sabed que vuestro pueblo os juzgará por lo que seáis capaces de construir, no por lo que destruyáis. A quienes se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y acallando a los que disienten, tened claro que la historia no está de vuestra parte; pero estamos dispuestos a tender la mano si vosotros abrís el puño".

­Esto debe ser contra Evo ­ dijo, y cerró los papeles.

De inmediato, el Jefe Supremo envió un mensaje en clave a todos sus batallones: "¡Nadie se haga ilusiones! Es falso que todo eso se pueda hacer en cuatro años!".

(Columna publicada en El Nacional, Venezuela. Simón Alberto Consalvi, ex-canciller de Venezuela, es director adjunto del periódico El Nacional. Como canciller era protagonista del Grupo Contadora y de los países amigos del Secretario General de la ONU en apoyo del proceso de paz en El Salvador. Es tío de Carlos Henríquez Consalvi -"Santiago"- de Radio Venceremos.)