viernes, 1 de octubre de 2010

El país de las Maravillas: La corte de los milagros

Prodigios y conjuros

Atrapado entre la obsesión reeleccionista y los efectos desastrosos de la lluvia, Daniel Ortega ha recurrido a “refundir” la Constitución, convocar a una sesión ilegal de la Asamblea y a hablar con el propio Dios, para que no quede dudas que él como su majestad divina, es omnipresente (está en todos partes), es omnipotente (puede hacer lo que le da la gana) y es omnisciente (sabe todo). Su consorte, que preside el Ministerio de la Magia aseguró -teniendo como testigos a una bancada de reverendos evangélicos y a un cardenal católico de planilla- que “Dios nuestro Señor opera milagros porque desde el jueves pedíamos que este fenómeno que nos amenazaba (el huracán) se desviara”. Algo perfectamente normal dado que según afirmó “Nicaragua es un país donde se producen milagros y prodigios todos los días”. Casi podía oírse en el fondo los arpegios de cítaras y arpas cuando Ortega en el momento cumbre alzó en su mano la Biblia y contó que había pedido a Dios que alejara la tormenta. Dicho y hecho: “Dios mandó a desaparecer el huracán”, dijo Ortega, lo que provocó las exclamaciones y el aplauso de los pastores que le hacían coro. Tras estas declaraciones se espera que renuncie el director de INETER y se denuncie la meteorología como una falsa ciencia por haber mostrado en la tele con anterioridad la ruta de desvío del huracán, desmintiendo el milagro. Pero sobre todo, por dejar en entredicho el conjuro “¡Meteolojinx recanto!” usado por Harry Potter y lanzado con disimulo por la primera dama para desviar al Matthew.

Indulgencias y bendiciones

Si Martín Lutero hubiese visto al grupo de líderes protestantes (¿?) usando la Biblia y el huracán de pretexto para vender indulgencias para el continuismo de Ortega en el poder, seguramente les hubiese hecho tragar sus 95 tesis contra el abuso y la avaricia. La indulgencia era el perdón de los pecados por la iglesia, a cambio de dinero que se colectaba tras contemplar reliquias “santas”. Así, se mostraban frascos con la leche de la Virgen María, paja del pesebre del niño Jesús y hasta el cadáver de un bebé masacrado por Herodes en la iglesia de Wittemberg, misma donde un indignado Lutero clavó su protesta. Era tal el negocio que se decía que “tan pronto como una moneda en los cofres suena, un alma del purgatorio escapa de su pena”. Ante semejante estafa, Lutero mandó a los Papas al carajo y dijo que de ahí en adelante, lo único que valía era la Biblia y la fe en Cristo, declarando que “el tiempo de los milagros ha pasado”. Algo de lo que al parecer no se han enterado ni Ortega ni los reverendos, quienes le dieron sus `bendiciones’ a cambio del respaldo oficial y privilegios: títulos de propiedad de los templos, un “parque de la Biblia” y 25 mil biblias de regalo. Como diría el artífice de la Reforma: “La superstición, la idolatría y la hipocresía cuentan con grandes salarios, la verdad es mendiga”.

Dementores y simonías

Se ha dicho que la magia es el arte de efectuar prodigios por medio de sortilegios y que la magia se halla en todas las religiones, en forma de milagro. De ahí que Daniel y su consorte no tengan ningún problema en ir y venir de la magia a la religión, siendo que la principal diferencia entre ambas según Durkheim es que la religión tiene siempre una iglesia, mientras que el mago trabaja para sí mismo. En el caso de nuestro presidente, más que en la categoría de mago entraría en la de Dementor esa criatura viscosa y oscura, guardián de la prisión de Azkaban, que absorbe la esperanza y la alegría de la gente y persigue implacablemente a Harry Potter. Mala cosa esta de que los pastores evangélicos no hayan aprendido nada de la experiencia de Simón el Mago –de donde deriva la palabra simonía- que quiso comprar a los apóstoles el poder de transmitir el Espíritu Santo y que significa un verdadero beso del Dementor pues deja a la persona sin alma y sin prestigio (sólo basta ver como quedó el cardenal). Les tocaba pues haber respondido como el apóstol Pedro: "vaya tu dinero a la perdición y tú con él pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero” o al menos, repelerlo con el encantamiento de Harry Potter: “¡Expecto Patronum!”

Pentecostalismo orteguista

Que Daniel Ortega afirme que mantiene una biblia en su cuarto para “consultarla permanentemente” y haya leído el Salmo 91 es cosa increíble hasta para una saga potteriana y sólo comprable por crédulos o tartufos. Se trata de una oración de protección que exhorta a tomar a Dios por refugio y si uno lo hace, será guardado por el cielo, librado de los poderes de las tinieblas, cuidado por ángeles y triunfará sobre los enemigos. La parte que le repica al señor presidente es la que dice: “No temerás los miedos de la noche, ni la flecha disparada de día, ni la peste que avanza en las tinieblas, ni la plaga que azota a pleno sol. Aunque caigan mil hombres a tu lado y diez mil a tu diestra, tu permaneces fuera de peligro; su lealtad te escuda y te protege”. Con este salmo, que a mi me suena como a la Oración del Puro que invocan delincuentes y ladrones, Ortega abrió la rogativa que -como en una corte medieval- se realizó con los predicadores para alejar la tormenta. Como la biblia es la palabra de Dios y “nuestro presidente la tiene” según dijo un pastor, entonces está salvo por la magia de la fe de estos pentecostales y se “sacraliza” la política del poder. No sé por qué esto me recuerda aquello que dijo Jesús a sus discípulos: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen”.

(Confidencial/Nicaragua)