No digan que no.
Esto de ver al Presidente vestido de Rambo, y promocionando con vehemencia que él tiene un corazón cristiano, ya es un espectáculo. Casi se siente que, para ser gobierno, necesitan disfrazarse. En medio de la tragedia, no quieren que una colchoneta sea sólo una colchoneta sino, además, una pieza publicitaria.
No les gusta la solidaridad sin adjetivos. Chávez está desesperado porque la lluvia también tenga ideología.
Cualquier uso de la miseria ajena resulta indignante, inmoral, imperdonable. Pero eso no puede ser una excusa para suprimir los cuestionamientos, para censurar rápidamente cualquier denuncia. No toleran el más mínimo señalamiento. Es cierto que tardaron en aceptar las dimensiones de la tragedia. Sólo aparecieron cuando ya era inevitable. Todavía el primero de diciembre, el Presidente no era una presencia activa bajo la lluvia.
Todavía, en el estadio de Mar del Plata no sabían si Chávez iría o no a actuar ante las multitudes, para cerrar, en un espacio alternativo, la cumbre de mandatarios que se realizaba en Argentina. Ojalá el Gobierno reaccionara ante las emergencias con la misma velocidad y eficacia que reacciona ante la crítica.
Porque ahora están indignados. Se remueven, se agitan, se rasgan la retórica. No soportan, por ejemplo, que el gobernador de Miranda pronuncie ni siquiera tres puntos suspensivos. Les parece un crimen que diga algo, que opine, que se atreva a expresar lo que piensa, en medio de toda su actividad frente al desastre.
Actúan como si el trabajo de Capriles, en el cumplimiento de su deber, fuera una agresión. Su miedo los delata. Por eso la acusación suena tan delirante: "Quiere ser presidente", denuncia Chávez, como si eso pudiera descalificarlo de manera inmediata. Como si eso fuera un pecado. Como si fuera un deseo prohibido.
No deja de ser revelador: para alguien que sueña con vivir y morir en la Presidencia, la genuina aspiración de cualquier otro venezolano a ese mismo cargo es casi un delito. Por eso, para el oficialismo, la diversidad siempre será una amenaza. Sólo saben administrar el poder a la defensiva. Eso define su tipo de gerencia pública, su manera de hacer política. Mientras seguía cayendo la lluvia, nombraban a sus compinches en el TSJ. Esa era su verdadera emergencia.
Lamentablemente, el país es rehén de la polarización. Y eso es parte de una pobreza que no registra el Instituto Nacional de Estadística. De nuevo, asistimos a una oportunidad perdida. La desgracia colectiva, que debería producir otro tipo de pensamiento y de acción, no logra escapar de la dinámica de la confrontación. Los damnificados también son víctimas de un Estado discrecional, que tiene un color definido y que cobra un peaje político.
Pero intentar aprovecharse de las tragedias no es tan sencillo. A la larga, esto siempre tendrá consecuencias. Estamos ante un fenómeno natural sin precedentes, y a todos, empezando por el Gobierno, nos toca invocar el consenso y tratar de convocar la mayor suma de esfuerzos para afrontar las urgencias.
Cualquiera que intente lo contrario, también quedará desnudo.
¿Qué nos dijo, esta semana, el Presidente? ¿Cuál fue su mensaje, en medio de la emergencia? Nos dijo que Cristo está con él. Nos dijo, también, que él solamente está cumpliendo el papel que Bolívar le asignó en la historia. Nos dijo, además, que el pueblo es su amor eterno, que le dedicará al pueblo todo lo que le queda de vida.
Nos dijo que los dueños de los fundos y haciendas son todos unos asesinos. Nos dijo que a la burguesía no le importa que los damnificados se mueran. Nos dijo, no faltaba más, que eso que llama burguesía es lo mismo que eso que llama la oposición.
Por lo tanto, también nos dijo que a la oposición no le importa un carajo que los damnificados se mueran. Nos dijo que todos, menos él, son unos sinvergüenzas. Gritó: "¡No volverán!". Nos dijo que antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos.
¿Hace cuántas lluvias que los damnificados escuchan lo mismo? En el canal 8, con música de Rubén Blades y de Willy Colón, transmiten un videoclip que promociona de manera personal la figura del Presidente. Su imagen sacralizada alza el vuelo sobre cualquier tormenta. El mismo día que supimos que ya había más de 120.000 damnificados en el país, también nos enteramos, gracias a Wikileaks, que son 100, justamente 100, la cantidad de misiles antiaéreos que nuestro Gobierno le ha comprado a Rusia. Chávez no es el pueblo. Tenemos cielos diferentes.
¿Cuántos misiles caben por el ojo de una aguja?
(El Nacional/Venezuela)