"Ahora se trata de defender y proteger cada centímetro de espacio de disidencia y resistencia que todavía se preserva en el país. Pero al mismo tiempo hay que construir los espacios de un exilio activo desde el cual hacer periodismo, discutir alternativas, denunciar atropellos, defender los derechos humanos."
Publicado en El DIARIO DE HOY, miércoles 25 junio 2025
Desde que El Faro hizo público el éxodo de sus reporteros, el exilio es tema de discusión en El Salvador – y también entre los que observan desde afuera es descenso de nuestro país a la dictadura.
¡Qué bueno que el exilio ahora sea público! Qué bueno que ahora sea asumido a toda honra por quienes se vieron obligados a abandonar el país. Desde que Nayib Bukele, en el tercer año de su mandato, se hizo del control total del Estado, sin instancias de control y limitación de su poder, comenzó un éxodo silencioso. Personas que ante el uso que el régimen dio a la justicia para la persecución política comenzaron a ponerse a resguardo fuera del país. Algunos periodistas que continuaron escribiendo desde el exilio sobre y para El Salvador; varios fiscales, jueces y abogados, que ya no tenían cabida en el sistema de justicia en tiempos de Bukele y comenzaron a trabajar en apoyo a las organizaciones de derechos humanos en su país y en el exterior; algunos empresarios y políticos perseguidos con acusaciones fabricadas de enriquecimiento o lavado de dinero; profesionales que encontraron espacios con menos presión que en El Salvador... Algunos temporalmente, esperando que se calmaran las cosas; otros sabiendo que esto sólo era el inicio de un oscuro capítulo.
Era un exilio silencioso. Nadie quería provocar medidas represivas contra sus familiares. Cada uno había tomado la decisión de manera personal y a algunos les dio pena identificarse como asilados – o incluso temor, dada su situación vulnerable en su nuevo país de residencia y de sus familiares en casa. Por tanto, no se constituyó un exilio organizado, un conjunto plural de personas de distintas descendencias políticas, ideológicas, profesionales que se juntaran para asumir un rol político desde el exterior.
Yo fui un ejemplo de este exilio silencioso. Salí de El Salvador en enero 2022, cuando todo el mundo, incluyendo mis amigos entre los abogados penalistas y constitucionalistas me dijeron que ya no podía esperar un juicio justo y que mejor me vaya a tiempo. Salí y me quedé callado. No sobre lo que estaba pasando en el país, sobre esto seguí escribiendo como siempre. Pero nunca hablé sobre mi situación. Me dediqué a terminar el libro Doble Cara sobre mis 40 años en El Salvador (como reportero, guerrillero, fotógrafo, documentalista, mediador de conflictos y analista político). Cuando salió publicado, en el último capítulo cualquiera podía leer sobre mi salida por la frontera verde. Quedó claro que estaba exiliado, aunque no dije adónde. Resulta que en la fiscalía, la PNC o en el OIE no leen libros, así que hasta en el 2024 me estaban buscando en San Salvador.
Los tres hermanos Martínez -Carlos, Oscar y Juan- han escrito testimonios impactantes sobre lo que significa verse obligado a dejar atrás su país, su familia, sus amigos y todas las cosas que uno ama. Me han conmovido, porque era como leer mi propia historia.
Ahora es tiempo de asumir el exilio como la oportunidad de hacer lo que en el interior del país cada día se hace más difícil hacer: observar, documentar, analizar y denunciar cada paso del régimen hacía la consolidación y perpetuación de la dictadura. Si esta labor es perseguida en el interior, hay que organizarse para hacerla desde el exilio.
El exilio de los años 80 lo hizo con gran éxito. Se organizó encima de diferencias políticas y adquirió la capacidad de influir en gobiernos, parlamentos, partidos, movimientos de solidaridad y medios de comunicación en las Américas y en Europa. Eran situaciones políticas diferentes. Había oposición organizada en el país que se reflejaba afuera. Hoy la tarea es más complicada, porque no hay oposición articulada dentro del país. Por tanto, serán más importantes las voces desde el exilio.
Será un concierto de voces diversas. En este concierto debe caber y expresarse toda la pluralidad del exilio. Pluralidad política y de roles profesionales. A diferencia a los años 80 no puede haber un ente político dirigiendo este concierto. Serán periodistas que preservan su sentido de crítica e independencia; académicos que aporten análisis y propuestas; defensores de derechos humanos, exfiscales y exjueces que continúen su lucha legal; empresarios y políticos que tuvieron que exiliarse. También se incorporarán las voces de la diáspora.
Ahora se trata de defender y proteger cada centímetro de espacio de disidencia y resistencia que todavía se preserva en el país. Pero al mismo tiempo hay que construir los espacios de un exilio activo desde el cual hacer periodismo, discutir alternativas, denunciar atropellos, defender los derechos humanos. Cuando arrestaron a Enrique Anaya, quedó huérfano su espacio de opinión. Decidí llenarlo yo. Callaron a Ruth López, pero otros la van a sustituir. Si a Atilio Montalvo no lo van a dejar hablar desde su arresto domiciliario, lo harán sus hijos. Para cualquier otro espacio que cierran, vamos a buscar quien lo ocupe, con alguien adentro o afuera del país.
Por ahora es probable que el régimen esté satisfecho que muchos de sus críticos se hayan ido. Mejor afuera que tener que pagar el costo por tenerlos como presos políticos. Pero cuando este exilio comience a hablar y actuar, la situación cambiará.
Hay mucho trabajo por hacer.