miércoles, 17 de octubre de 2007

Columna transversal: PARA ENJUICIAR AL ADVERSARIO, PRIMERO HAY QUE VENCERLO

Si querrés, después de la guerra, hacerles juicios a tus adversarios, primero tenés que vencerlos. Tenés que ganar la guerra antes de hablar de juicios. Los juicios a los criminales de guerra las hacen los vencedores. El tribunal de Nürnberg lo hicieron los aliados después de derrotar y desarmar a los alemanes. Enjuiciaron a los criminales de guerra alemanes, no a los criminales de guerra americanos, británicos y soviéticos. No a los responsables del bombardeo a la población civil de Dresden e Hiroshima. Enjuiciaron a los comandantes de los campos de concentración y extermino masivo alemanes, no así a los responsables de los campos de concentración y exterminio rusos.

Lo que está bien. Para mi, hubieron tenido que enjuiciar a mucho más de los culpables alemanes. Los aliados contra Hitler llevaron una guerra justa y necesaria para liberar al mundo de la plaga fascista. Hicieron sacrificios enormes, y también cometieron crímenes de guerra - pero ganaron, por suerte. Nadie los enjuició, porque ganaron.

En la guerra interna salvadoreña hubo crímenes de guerra, asesinatos de civiles, masacres. La Comisión de Verdad instalada por Naciones Unidas con el aval de las partes firmantes de la paz señaló varios de los crímenes más emblemáticos. Y atribuyó culpabilidad: la mayor parte de los crímenes fueron cometidos por fuerzas gubernamentales y paramilitares progubernamentales, una parte mucho menor por la guerrilla.

Cualquiera de las dos partes, si hubiera ganado esta guerra, hubiera hecho su Nürnberg, investigando y sancionando a los crímenes del bando derrotado. Si gana el FMLN, varios de los dirigentes de ARENA y de los miembros del Estado Mayor hubieran terminado encarcelados o exiliados. Hubiera habido juicios en las casos de Oscar Arnulfo Romero, de Mozote, de Enrique Córdova, de Febe, de Herbert Anaya.

Y si el ejército hubiera derrotado al FMLN, hubiéramos presenciado juicios en los casos de los secuestros a empresarios y embajadores, de la Zona Rosa, del comandante Mayo Sibrián, de los asesinatos de políticos e intelectuales de la derecha, del secuestro de Inés Duarte, de los alcaldes asesinados por el Frente, etc. Y los comandantes del Frente hubieran terminado exilados o encarcelados.

Sin embargo, en nuestra guerra no hubo ni vencedores ni vencidos. Negociamos terminar la guerra. Es inconcebible sentarse en una mesa de negociación para concertar la paz y al mismo tiempo decir a quien está sentado en frente: “Vaya, arreglemos este asunto del cese al fuego, pero después te vas a la cárcel?” Y el otro hubiera dicho: “Bueno, pero vos también, pero mientras tanto, sigamos en la agenda y discutamos el volado de la PNC...”

Para obtener una solución negociada y una paz sin vencidos, obviamente había que pactar una amnistía. De otra manera, no era posible.

La paz, la negociación, la incorporación de la guerrilla y su dirigencia a la vida civil e institucional tuvo sus costos. No hay nada gratis, mucho menos en una guerra. Y el costo fue discutido, fue asumido concientemente. Incluyendo la amnistía. Todos teníamos claro que lo que íbamos a firmar en Chapultepec significaba que los jefes militares y escuadroneros iban a transitar libres por las calles, igual que nosotros y nuestros dirigentes.

Lo discutimos y lo asumimos. Me recuerdo de incontables reuniones en los campamentos donde las fuerzas guerrilleras estaban concentrados entre el cese al fuego y la desmovilización definitiva. Muchos tenían dudas. Muchos decían que les iba a costar tragarse que iba a haber impunidad para los asesinos de sus familiares, de su obispo, de sus sacerdotes, de sus dirigentes gremiales o religiosos. Pero nadie dijo: “No, entonces mejor sigamos con la guerra hasta que la ganemos y podamos echarlos presos a todos estos criminales.”

Hoy, 15 años después –o sea luego de 15 años de hacer uso (bien o mal) de los espacios que nos ha abierto la solución negociada, luego de 15 años de haber gozado de las libertades y garantías que nos dieron los acuerdos, incluyendo la amnistía- algunos quieren negarse a pagar los costos. Surge nuevamente la demanda de abolir la Ley de Amnistía. Vuelven a alzarse voces de indignación contra la impunidad que esta ley ha dado a los implicados en crímenes relacionados con la guerra, o sea crímenes dentro del marco de insurgencia y contrainsurgencia.

Suenan nobles estas voces. Hablan en el nombre de las víctimas. Defienden derechos humanos, derechos civiles, dignidad de las víctimas. Pero, ¿realmente son sinceras estas voces? ¿No será que estén haciendo un juego peligroso o hasta cínico con los sentimientos de las víctimas? ¿Realmente quieren la situación que se generaría si de veras se estaría aboliendo la amnistía y abriendo juicios contra miles de protagonistas de los dos bandos?

Me llama la atención que los que ahora están exigiendo la abolición de la Ley de Amnistía no son los excombatientes guerrilleros. Ellos son los que mejor saben que en el 1992 todos asumimos las condiciones de los acuerdos de paz, incluyendo la amnistía, porque no existía la opción de vencer y vengar.

Los que han combatido en la guerra son los que menos caen en tentaciones de revanchismo. Conocen mejor la guerra y aprecian más la paz. No es cierto lo que dice Geovanni Galeas que de una guerra nadie sale limpio. Miles de combatientes guerrilleros y miles de militares han salido limpios: han matado, pero no han asesinado a civiles, no han torturado. Pero todos tienen conciencia de que la línea divisora entre guerra y crimen de guerra muchas veces no es clara. Todos han estado en situaciones donde han estado cerca de cometer abusos contra civiles o adversarios capturados o compañeros bajo sospecha de colaboración con el enemigo o cobardía frente al enemigo... Y esto es más cierto por más responsabilidades y mando que alguien ha tenido.

En esta nueva campaña de la abolición de la amnistía están hablando, por el momento, activistas de derechos humanos, religiosos, dirigentes de movimientos sociales. Parece que el FMLN está respaldando esta petición. Quisiera escuchar en la voz de los que han dirigido la guerra por parte de la insurgencia si realmente quieren abolir la Ley de Amnistía y que se abran juicios contra todos los que han sido señalados de abusos y crímenes, incluyendo a ellos mismos, por supuesto. Quisiera escuchar a Leonel González, por ejemplo, si está dispuesto a promover un decreto de abolición y, consecuentemente, renunciar al fuero de inmunidad que goza de diputado para que pueda enfrentar los juicios que le tocarían. Tengo que decir que admiro la valentía de Salvador Samayoa quien prácticamente ha dicho: Juntos hemos --gobierno e insurgencia-- acordado la salida al conflicto, juntos la defenderemos.

Hay dos afirmaciones, en este contexto, que requieren respuesta. Una es que la impunidad otorgada por la amnistía del 1993 es una especie de pecado de nacimiento de nuestra sociedad de posguerra y, como tal, directamente culpable de la impunidad que beneficia a los corruptos, los pandilleros y los narcos de hoy. Es como decir: Porque nadie está en la cárcel por el asesinato de Oscar Arnulfo Romero, andan libres los asesinos de los señores Manzanares en Suchitoto y de Federico Bloch.

No hay nada para sustentar esta tesis. La impunidad de hoy es resultado de los pecados de la posguerra, no de los Acuerdos de Paz y la amnistía. Tiene que ver con la ineficiencia de la fiscalía de la policía, con los errores de la política de seguridad pública, con la corrupción entre los jueces. Tiene como trasfondo la extrema polarización que ha impedido pactos nacionales en el área de seguridad pública y reforma del sistema judicial.

La otra afirmación es que la amnistía ha impedido una verdadera reconciliación. Primero, ¿quién dice que nuestra sociedad no está reconciliada? Pregunten a los combatientes de los dos lados, por ejemplos en las asentamientos de ex-soldados y ex-guerrilleros en el Bajo Lempa. Contarán cómo se han convertido en aliados, cómo se están apoyando mutuamente. Yo sostengo que la sociedad salvadoreña es altamente reconciliada, no así los liderazgos de los dos partidos grandes.

¿Y cómo imaginarse que sin la amnistía, con una avalancha de juicios contra militares, paramilitares, guerrilleros y comandos urbanos estaríamos mejor reconciliados? No, la amnistía ha sido parte vital e indispensable del proceso de reconciliación. Si queremos llegar aun más lejos en el camino de la reconciliación, no hay que atacar la amnistía sino la polarización y la ortodoxia en los dos polos.

lunes, 15 de octubre de 2007

MARKETING AMBIENTAL Y EL PREMIO NOBEL DE PAZ

Para poder solucionar los problemas ambientales hay que saber como divulgarlos, no podemos gritar desde afuera esperando que nos escuchen, no podemos pensar que la denuncia es la única forma de enfrentarnos a los que destruyen el ambiente. Hay que construir y hay que ser buenas y atractivas voces para poder generar los cambios que se necesitan en este mundo. Al Gore no es el ambientalista más importante del mundo, ni es el mayor científico que existe sobre el cambio climático, pero su labor en la divulgación de este probablemente seguramente tendrá un impacto más grande y propicie mayores cambios que ningún ambientalista tipo GreenPeace o grandes científicos aislados en sus ciencias.

La política del cambio climático es complicada, el protocolo de Kioto es la pieza central de la discusión y oposición. Este se encuentra en vigor desde 2005 después de la ratificación de Rusia, ya que la unión europea se comprometió a pagar la reconversión industrial rusa. La aplicación del protocolo compromete a los países firmantes a llegar en el período de 2008 a 2012 al 95% de las emisiones de gases de invernadero de 1990. Muchos ambientalistas critican este esfuerzo y consideran que esa reducción será más bien cosmética. Además si sumamos a que Estados Unidos, el país que más gases de invernadero arroja la atmosfera, no a ratificado y en los últimos tiempos se ha retirado del protocolo, que además Australia no es firmante, siendo la principal fuente de estos gases del lado sur del planeta y sobre todo que estas restricciones no aplican a países en vías de desarrollo como China e India, puede ser que tengan razón. A pesar de esto, es el primer esfuerzo global para enfrentar el problema y debería de ser tomado como un primer paso en la búsqueda de soluciones.

A las políticas del cambio climático se le acaba de añadir un nuevo factor, el premio nobel de la paz 2007 es Al Gore y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) dirigido por Rajendra K. Pachauri. Esto va en la misma línea de la proyección ambiental que esta teniendo el comité en los últimos años. En el 2004 el premio le fue concedió a Wangari Muta Maathai por sus contribuciones al desarrollo sostenible, la democracia y la paz. Lo interesante de este año es que la designación de este premio compartido es que fue otorgado por “los esfuerzos en construir y diseminar mejor conocimiento sobre el cambio climático hecho por los seres humanos, y por dar los fundamentos para las medidas necesarias para contrarrestar este cambio”. El IPCC de Pachauri es el responsable en gran medida de establecer estos medidas y por haber hecho gran parte de la investigación por la cual evaluar y corregir el rumbo actual. Junto con el informe Stern han trabajado han producido los mejores documentos e investigación relacionada a este tema. El papel de Al Gore es el que más relevante y se resume en una sola palabra “diseminar”. Durante muchos años los movimientos ambientalistas han tratado de influir en la agenda política internacional o en la generación de conciencia sobre los problemas ambientales y lo han logrado en mayor o menor medida. Lo cierto es que la campaña mediática que ha generado un vicepresidente y casi presidente de los Estados Unidos ha sido muchísimo más exitosa que todos los esfuerzos hechos por GreenPeace. Y ha contribuido de mejor manera a la divulgación del tema del cambio climático.

Al Gore es un personaje curioso, nacido en Washington D.C. en 1948, estudio en Harvard donde conoce al profesor Roger Revelle, uno de los pioneros en las mediciones del dióxido de carbono en la atmosfera. Congresista por el estado de Tennessee desde 1976 a 1984, momento en el cual es elegido Senador de ese mismo estado. En 1988 falla en su intento de ser nominado como candidato a presidente por el partido Demócrata y en 1992 Bill Clinton lo escoge como candidato a la vicepresidenta, en ese mismo año pública su libro “Earth in the Balance: Ecology and the Human Spirit”. Como vicepresidente de Estados Unidos impulso el uso de las tazas de carbono como impuesto a la utilización de combustibles fósiles; ayudo a lanzar el programa Globo, un programa de educación ambiental y de ciencia a través de internet; impulso la creación del protocolo de Kioto y la aprobación y ratificación del mismo, pero obtuvo una negativa absoluta del Senado, por decir que el protocolo ponía “en serio riesgo la economía de los Estados Unidos”. Esta es probablemente la parte más controversial de su paso como vicepresidente, porque ahora desde afuera exige lo que el no logró desde adentro. Luego de perder en las elecciones del 2000 ante George W. Bush, a pesar de haber obtenido la mayor cantidad de votos. Se dedica otra a impulsar iniciativas para el desarrollo sostenible. Como parte de esto realiza viajes a todo el mundo haciendo una presentación sobre el cambio climático, donde los productores de la película “El día después de mañana” Laurie David y Lawrence Bender, lo conocen y le ofrecen hacer una película sobre su presentación, así nace “Una verdad Inconveniente”. Desde entonces Gore ha incrementado, sus charlas y la proyección de esta película (ganadora de un Oscar y el premio Sir David Attenborough). Se reúne con los buros de las industrias más importantes y está impulsando la reconversión industrial para poder palear los efectos del cambio climático. En Julio de este año organizo el concierto “Live Earth” realizado en continuo durante 24 horas en Londres, Sídney, Johannesburgo, Tokio, Shanghái, Hamburgo y Nueva York. Sin duda Gore ha puesto en la mesa de discusión el cambio climático y a triunfado donde la mayoría de organizaciones ambientalista nunca lo logra, en la comercialización y masificación de las propuestas.

Este es el ejemplo que muchas organizaciones ambientales debería de tomar, que es necesario un liderazgo serio para poder impulsar los cambios que se quieren ver en la sociedad y esos no están el los foros de conversos (congresos científicos, reuniones de UICN, o buros y paneles ambientalistas) está en la proyección a la empresa, a los gobiernos y a la masa. En El Salvador tal vez SalvaNATURA sea la organización que mejor ha entendido que el “marketing” ambiental es probablemente la estrategia más importante para generar los cambios necesarios. Y esto no significa renunciar a los ideales conservacionistas, sino que al contrario significa entender el mundo donde vivimos y saber que gritando desde afuera y en contra de todo no lograremos avanzar, sino que nos convertiremos en parte del problema.