"Ya se habrá dado cuenta de lo tramposo que es el gobierno de Nayib Bukele. El vicepresidente Ulloa le mintió en la cara. Bukele se mofó de usted y de Kilmar Ábrego García – e incluso mandó a su equipo de propaganda a manipular la foto de su encuentro con Kilmar."
En la voz del autor:
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Lo que hizo en El Salvador es magnífico, un ejemplo para otros políticos. Gracias.
Ya se habrá dado cuenta de lo tramposo que es el gobierno de Nayib Bukele. El vicepresidente Ulloa le mintió en la cara. Bukele se mofó de usted y de Kilmar Ábrego García – e incluso mandó a su equipo de propaganda a manipular la foto de su encuentro con Kilmar.
Estoy convencido que no va a descansar hasta que logre la libertad de Kilmar Ábrego García.
También estoy convencido de que entendió que lo que exige para Kilmar -un procedimiento legal y justo, aplicando el debido proceso- es válido para todos los hombres que Trump ‘depositó’ en el CECOT - sean inocentes o hayan cometido delitos. Todos tienen derecho a que un juez decida sobre su suerte, no Donald Trump y Nayib Bukele. Y ninguno tiene porque estar en el CECOT.
Thank you, senador.
* * *
Para Raúl Mijango.
Como todo prisionero político, para sobrevivir
pasó escribiendo, siempre y cuando no le nieguen
papel y lápiz.
Si existiera su libro, quizás no hubiera escrito
esta segunda parte del mío.
Raúl murió el 28 de agosto 2023,
luego de que durante años de encarcelamiento
le negaron la debida atención médica.
Estoy sentado en mi barra en La Ventana, del lado de los clientes. Ya casi estamos cerrando y me tomo un whiskey. Suena el teléfono y la cajera me grita: “Es para vos, Paolo.” Cuando contesto, escucho la vos agitada de una mujer: “¡Nos asaltaron! Gente armada, pusieron a todo el mundo boca abajo y se llevaron todo...”
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El Charrua, restaurante en Plaza Israel, colonia Escalón |
No me ubico quién es, mucho menos porqué me habla a mí. “Llame a la policía,” le digo, y “¿quién es?” Resulta que es la dueña del restaurante El Charrúa que está a la vuelta de La Ventana. Claro, nos conocemos entre colegas, y ella —como todos— sabe que estuve metido en la tregua y supone que yo tengo contactos con los pandilleros.
“Fueron unos mareros,” me dice.
“Y porqué piensas que yo te puedo ayudar?”
“Bueno, tal vez...”
Ya entiendo. Al día siguiente, voy a una de las comunidades marginales a la par de las canchas de la FESFUT, a la casa de una señora que a veces nos ha ayudado con la limpieza en La Ventana. “A ver si me puede ayudar, niña. Necesito hablar con El Chino. ¿Puede contactarlo? Me urge.” Ella, sin preguntar nada, manda a un cipote a buscar al hombre que es el palabrero de los Revolucionarios que controlan estas comunidades marginales de la colonia burguesa La Escalón, en la cual de La Ventana es un conocido punto de encuentro. Al rato regresa el muchacho y dice: “Que venga aquí a la casa al mediodía.”
Conocí al Chino en octubre del 2013. Estábamos en pláticas para ver si se podría poner fin a la violencia, los asaltos y las extorsiones en la colonia Escalón. Varios de los restaurantes de la zona habían mandado quejas a la Asociación Escalón, que habíamos formado hace unos años con empresarios y residentes de la colonia. Fue una idea que surgió en discusiones con Bobby Murray, cuando él estaba construyendo la torre y la plaza Futura para ampliar el complejo del World Trade Center en frente del Hotel, que para mí siempre será el Sheraton, lugar del famoso stand-off entre guerrilleros y marines gringos, durante la ofensiva de noviembre del 1989. Platicando con Bobby, le dije: “Mire, este mega complejo de hotel, World Trade Center y la nueva torre y plaza comercial, va a cambiar el tejido de esta colonia —para mal o para bien.
“Para bien, espero,” me dijo Bobby, “quiero que sea un polo de desarrollo para toda esta zona.”
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Robert 'Bobby" Murray y su proyecto Plaza Futura, colonia Escalón |
“Para todos, significaría incluyendo las comunidades marginales que rodean la colonia, pero no son realmente parte.” Inmediatamente detrás del hotel, en una quebrada, viven cientos de familias en champas, coexistiendo con pandilleros. Y enfrente de la nueva Plaza Futura están las dos colonias, donde manda la 18-Revolucionarios. Urge convertir a estas comunidades en vecinos y socios del desarrollo. Bobby inmediatamente agarró la idea y la hizo suya.
Con apoyo de Bobby, su grupo empresarial Agrisal, su fundación familiar, y con él gestionando un financiamiento adicional de la AID y la participación de Fundemas en la ejecución del proyecto, nació la Asociación Escalón, con el fin de promover el desarrollo incluyente en la colonia. Cuando en el 2013 -cuando ya estaba metido en el diálogo con las pandillas- se multiplicaron las quejas de muchos negocios en la colonia sobre asaltos y extorsiones, tomé la decisión: Voy a tratar de incluir la Escalón en la serie de acuerdos locales, que los mediadores de la tregua estábamos gestionando con las pandillas. No podía comprometer la Asociación, así que lo hice por cuenta propia, aprovechando mis contactos con los miembros de ‘el comité’. Les pedí que me pusieran en contacto con los jefes locales de la MS y de los Revolucionarios, que son las dos pandillas que se habían dividido el control de las 9 comunidades marginales de la Escalón. Ahí conocí al Chino, me lo presentaron los palabreros de los Revolucionarios de Las Palmas. Es más, le transmitieron las órdenes de César El Muerto, el máximo jefe de esta pandilla, de aceptar mis propuestas sobre la paz en La Escalón y cumplir estrictamente todos los acuerdos alcanzados. Luego me di cuenta que El Chino era vecino de La Ventana...
Aparte de las quejas de los negocios de la zona, había un problema que afectaba directamente a la Asociación. Los trabajadores sociales de Fundemas, que ejecutaron nuestros proyectos de inclusión laboral y de creación de miniempresas en las comunidades, habían tenido problemas con pandilleros. Hubo amenazas e intentos de extorsión. Algunos vecinos se retiraron de las capacitaciones, por “problemas con los bichos.” Fundemas estaba a punto de suspender el proyecto.
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Trabajo de la Asociación La Escalón en una marginal de La Escalón |
Expuse a los representantes locales de ambas pandillas que era absurdo que estuvieran jodiendo unos proyectos que estaban beneficiando a su propia gente. “No sean tontos, están quitando a su gente la oportunidad de conseguir empleos.” Les hice una propuesta: “Ustedes dejan en paz nuestros proyectos sociales en las comunidades, dejan que la gente participe —y a la vez dejan de joder a los negocios de la colonia —y yo voy a procurar que incluso aumentemos la inversión social en las comunidades y que sus familiares pueden participar de los programas.”
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César Renderos, "El Muerto de las Palmas", jefe de la pandilla 18/Revolucionarios |
Llegamos a un acuerdo, en parte por la presión de parte de los ranfleros en los penales, como César El Muerto de Las Palmas y Duke de los Revolucionarios así como Borromeo y El Sirra de la MS. El acuerdo de no violencia en La Escalón funcionó mejor de lo que me podía imaginar —hasta ahora, que asaltaron El Charrúa. Yo no tenía ninguna duda que fueron los pandilleros de los Revolucionarios, o de Las Palmas o de las comunidades vecinas a La Ventana y El Charrúa.
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El vicindario: El Charrua, La Ventana, Olas Permanentes y la comunidad marginal La Esperanza, sede de la 18/Revolucionarios |
Por supuesto, el Chino niega todo. No fueron ellos, no saben nada. Le digo: “Mire papito, no me tomés de tonto. Aquí en este vecindario nadie va a asaltar ningún negocio sin que ustedes lo sepan y lo autoricen. No way. Ni unos freelancers, ni mucho menos unos homeboys de la otra pandilla pueden llegar aquí y operar bajo sus narices. Esta es su cancha.” Nunca me acepta que fueron ellos, pero me dice: “Voy a averiguar quiénes fueron, y te aviso...”
En la noche, yo estoy sentado en la terraza de La Ventana, desde la cual se ve toda la Plaza Palestina. Suena mi celular. Una voz que no conozco me dice: “Mira, papito, al rato llega un pickup a este restaurante de mierda, El Charrúa, para devolverles sus mierdas. Nosotros no fuimos, pero recuperamos todo.”
La Ventana, Plaza Palestina, colonia Escalón |
“Esperáte, El Charrúa está cerrado. No han vuelto a abrir todavía.”
“Entonces, vamos a dejarte las mierdas a La Ventana.”
“No se les ocurra, hombre. No me pueden involucrar.”
“Entonces, lo vamos a dejar enfrente, a ese restaurante de mariscos. Creo que se llama Olas o algo parecido.” Y cuelga. Se perfectamente a qué lugar se refiere, lo tengo directamente en la vista.
Es como ver en la tele una serie de ladrones. Yo sentado en la terraza, con una cerveza alemana, viendo la terraza de Olas Permanentes enfrente. Sólo una mesa está ocupada. Es un día tranquilo, igual que en La Ventana. A los 20 minutos aparece un pickup negro, con vidrios polarizados, se para enfrente del restaurante, se apean dos tipos, bajan unos bultos negros y los depositan en la terraza del restaurante. Un mesero sale. Parece que pregunta qué pasa. Sin hacerle caso, los dos hombres se suben a su vehículo y se van. Todos los empleados del restaurante salen, uno abre una bolsa, de estas negras de basura de jardinería, y saca lo que se ve como el monitor de una computadora. Discuten y al final vuelven a cerrar la bolsa y dejan todo en su lugar.
Yo viendo y gozando. A los 10 minutos suena nuevamente mi celular. Es uno de los dueños del restaurante enfrente. “Mire, Paolo, pasó una cosa rarísima...” Y me cuenta lo que acabo de ver. “No entiendo qué significa,” me dice. “Y yo estoy en la playa, mi gente no sabe qué putas hacer, ¿no podés vos ir a ver qué ondas? Haceme el cachete, porfa.”
Me levanto, cruzo la calle y entro a la terraza del restaurante. El encargado me cuenta otra vez todo. “¿Debo llamar a la policía?”, me pregunta.
“Pues, no te han robado nada, ¿verdad? Veamos primero lo que hay adentro.” Abrimos las bolsas y sacamos todo: varias laptops, una docena de celulares, dos computadoras con sus monitores e impresoras, una pantalla plasma, equipo de audio, varias carteras, una bolsa con cantidad de tarjetas, ningún dinero... Todo lo que la señora del Charrua me dijo que se habían llevado, menos el efectivo. “Son las cosas que han robado el otro día al Charrúa”, le reporto por teléfono al amigo en la playa. “Propongo que lo guarden y mañana aviso a la señora que lo mande a recoger.”
“Y no deberíamos reportarlo a la policía?”
“Yo lo dejaría a la gente del Charrúa decidir si lo reportan. Si ustedes lo reportan ahora, tus chavos tendrán una noche larga.”
El día siguiente, llamo a la señora para decirle que han aparecido las cosas que robaron en su restaurante. No me cree. “¿Cuándo se ha visto que estos maleantes te devuelvan lo robado? No entiendo.”
“Yo tampoco, pero esto es lo que pasó. Yo lo vi. Vaya a recoger estas cosas. Me imagino que vas a tener que reportar a la policía que ya recuperaste las cosas. Pero hazme un favor, no me menciones, yo no tengo nada que ver. El chavo de enfrente me habló a mi para que le ayudara y yo sólo te aviso, porque él ni te conoce.
En algo parece estar funcionando el acuerdo que tomamos hace 4 años...
Sigue la guerra judicial y mediática contra la tregua, no sólo para rematarla, sino incluso para borrar definitivamente de la imaginación de la gente la idea de usar el diálogo con grupos fuera de la ley para reintegrarlos a la sociedad. Un día a finales de mayo del 2019, Camilo, yo y algunos de los defensores salimos juntos de la última sesión de la segunda vista pública del caso contra la tregua. Salimos para celebrar. La fiscalía apeló el fallo del juez Salazar y consiguió que la cámara ordenara una repetición del juicio. Presenciamos, durante una semana, el extraño —más bien absurdo— espectáculo de una fiel copia de la primera vista pública. Los mismos testigos, las mismas preguntas, las mismas respuestas, las mismas mentiras. El pobre Nalo, otra vez obligado a mentir. Y al final, la misma sentencia: Absolución de todos los cargos contra todos los acusados.
Vamos a celebrar, aunque nadie tiene grandes ánimos de fiesta. Nos acabamos de despedir de Raúl, a quien también absolvieron, pero inmediatamente se lo llevaron de regreso al bote. Luego de capturarlo al final de la primera vista pública, en agosto del 2017, bajo acusación de extorsión, en febrero del 2018 llegaron a Mariona para presentarle otra acusación, ‘imputación’ lo llaman en la inhumana jerga jurídica, esta vez por presunta complicidad en un asesinato. Este caso, sin embargo, fue tan jalado de los pelos que no prosperó. En el penal de Ciudad Barrios, los reos habían matado a uno de ellos. Este reo, por su parte, había ordenado varios asesinatos, rompiendo el cese al fuego acordado. Por estos homicidios lo habían arrestado. El hombre había recibido instrucciones explícitas desde Ciudad Barrios de evitar este tipo de violencia. ¿Qué tuvo Raúl que ver con estos asesinatos? Nada. En una reunión en el 2014, les había echado una gran regañada a los delegados de la MS por haber roto la tregua, refiriéndose a estos asesinatos. Ellos dijeron que no habían ordenado ningún asesinato, así que Raúl les gritó: “Si no pueden poner orden en su puta pandilla, olvidémonos de la tregua, y me voy a mi casa...” Esto interpretó la fiscalía como instigación a que mataran al responsable de esta serie de asesinatos, una vez que terminó en Ciudad Barrios. Un alegato absurdo que el juez no se compró. Raúl fue absuelto de este caso, pero quedó en prisión, porque en el otro caso sí fue condenado.
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Foto: Víctor Peña/El Faro |
El caso de extorsión, que tiene a Raúl encarcelado por 13 años, es igual de absurdo. Una empresa, que distribuye alimentos a nivel nacional, manteniendo una flotilla de camiones que abastecen a las tienditas en todas las colonias y comunidades, tuvo problemas serios de extorsión. Sus camiones fueron interceptados por los mareros de cada colonia, y los motoristas tuvieron que negociar con cada clica ‘la renta’ para poder entrar. A la empresa no le importaba tanto la suma de pequeñas extorsiones que tenía que asumir, sino la seguridad de sus camiones y la vida de sus motoristas y vendedores. Por medio de un conocido común, el gerente general contactó a Raúl, para ver si podría ayudarles a resolver este problema. Es decir, le pidieron actuar para ellos como mediador con las pandillas. Raúl aceptó y logró que las tres pandillas se pusieran de acuerdo sobre un deal que resolvía las preocupaciones que la empresa tuvo por la vida de su gente y por todo su sistema de distribución local. El acuerdo no iba a resolver la extorsión como tal, pero cambiar su forma: En vez de tener que negociar con cada clica en cada comunidad, que era una cosa arriesgada, la empresa iba a pagar —parte en especie— un monto fijo, el cual las pandillas iban a distribuir entre ellas. La empresa estaba contenta, y el acuerdo comenzó a aplicarse, sin mayores problemas. Los camiones podían entrar libremente a cada colonia y comunidad.
Funcionó bien hasta que la empresa cambió de dueño: la compró Alba Petróleos, la operación comercial, financiera y política conjunta de Venezuela con el FMLN. Cambió también la gerencia, y los nuevos administradores fueron a la fiscalía para reportar el esquema de extorsión, incluyendo el rol de Raúl Mijango. La fiscalía feliz: acusó a Raúl, y este caso cayó en manos de un juez menos cuerdo que los que habían presidido los casos de la tregua y de la acusación de homicidio contra Mijango. Lo condenó a 13 años, ya que nos fue imposible encontrar en el extranjero al ex gerente de la empresa, quien hubiera podido testificar que Raúl actuó por encargo suyo. La cámara confirmó el fallo. Lo jodieron. Van a tratar de quebrarlo. Dudo que lo logren, pero de todos modos a todos nos duele lo que le toca vivir al Negro. Y estamos preocupados por su quebrada salud.
Raúl está en Mariona, irónicamente en la famosa sección 9, donde no sólo están recluidos Tony Saca y sus cómplices en el desvío de 300 millones de dólares de las arcas del Estado, sino también Luis Martínez, el ex fiscal general que tanto nos criticó. Raúl y Luis tienen sesiones diarias de ajedrez.
Siguiente y última entrega, martes 22 de abril:
Capítulo 29: Odisea jurídica: Mi turno
Capítulo 30: El ultimo capítulo
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