Publicado en EL DIARIO DE HOY, 28 marzo 2022
I.
El desenlace de una guerra se define en la política, la economía, la diplomacia. La única manera de definir una guerra militarmente sería ganar de inmediato. Si no es el caso -y en Ucrania no lo es-, todo depende de la capacidad de mantener la cohesión social interna y forjar alianzas internacionales. Esto comienza a valer mucho más que la cantidad de tropas de tanques, de aviones, de cohetes y otras armas. Incluso más que la cantidad de bajas y pérdidas de material bélico.
Por más tiempo que el país agredido logre resistir en el campo de batalla y el país agresor no logre romper esta resistencia, la balanza se inclina hacía los factores, sociales, mediáticos, políticos, diplomáticos - y sobre todo, los económicos.
Todo esto no es pura teoría, sino que se puede observar en Ucrania. Cuando Rusia inició la guerra, todo el mundo pensaba que su superioridad militar le iba a permitir una victoria muy rápida. Hoy, tres semanas después, todos dudan que Rusia podrá ganar.
II.
Putin ha hecho varias malos cálculos. No hablo de los sorprendentes errores militares, que también se han observado. Hablo de cálculos políticos. Es demasiado simplista decir que subestimó la capacidad de resistencia militar de los ucranianos, aunque obviamente es cierto que lo hizo.
Putin, como todos los autócratas obsesionados con el poder, no entiende que en este tipo de conflictos cuenta tener de su lado la razón y la ética. Para él, como antes para Stalin o Hitler, la razón y sobre la ética son conceptos intangibles, irrelevantes, románticos. Para ellos, lo que cuenta es la fuerza y la determinación de hacer uso de ella friamente. Gran error. La razón y la ética son el cemento que está forjando entre los ucranianos una identidad y unidad nacional, que les permite resistir - e incluso ir a la contraofensiva.
En el ámbito geopolítica, la razón y la moral que personifican Zelensky y sus soldados, milicianos y civiles estáproduciendo otro ‘milagro’: Ningún gobierno de la OTAN podrá resistir la inmensa presión popular en favor de un apoyo práctico a Ucrania. Digo milagro, porque este sentimiento popular logró que gobiernos, que no tenían planes de abastecer Ucrania con armas, se vieron obligados a hacer. Naciones tan pacifistas como Suecia y Alemania cambiaron radicalmente sus políticas de seguridad. Naciones con larga trayectoria de neutralidad como Suecia y Finlandia negocian pactos con la OTAN o incluso su entrada a esta alianza.
Los gobiernos europeos, EEUU, Canadá, Japón, Australia y Corea del Sur, que entre ellos dominan la economía global, se han puesto de acuerdo sobre severas sanciones económicas y financieras contra Rusia, aunque todavía vacilan para aplicar las únicas dos sanciones que realmente afectarían la capacidad de Rusia de mantener esta guerra a mediano plazo: cortar el sistema financiero ruso en un 100% del sistema financiero global; y suspender de manera inmediata y total todas las compras de gas y petróleo que mantienen con liquidez a Rusia.
III.
Los gobiernos, lógicamente, temen que estas sanciones radicales contra Rusia afecten igualmente sus propias economías. Tienen razón: a corto plazo esto sería el caso, y este impacto podría incluso ser severo, una vez que el boicot de Rusia se vuelva completo.
Pero hay dos factores, que van a llevar a los países occidentales a aumentar y completar las sanciones. Uno, que sus mismos ciudadanos lo exigen. En Alemania, cuyo gobierno todavía se está negando a suspender la compra de gas y petróleo de Rusia, el 60% de la población está en favor de esta medida.
Regresemos nuevamente al factor que Putin no toma en cuenta, porque no corresponde a su lógica perversa del derecho del más fuerte: la razón y la ética acompañan a Ucrania y llevan a los pueblos europeos a asumir los sacrificios necesarios de un boicot económico total a Rusia.
El otro factor es este: Aunque es cierto que cualquier sanción no solo afecta a Rusia, sino igualmente las economías de los países que deciden el boicot, a un plazo relativamente corto este ecuación cambiará radicalmente. Los países industriales de Occidente tendrán la capacidad de adaptarse a la nueva situación, sobre todo la situación energética, e incluso sacar de ella un impulso de innovación tecnológica. La crisis aceleraría su desarrollo. En cambio, Rusia no tiene esta capacidad. Sin tecnología occidental y sin dólares, y sin una sociedad abierta, Rusia no podrá adaptarse a la nueva situación, no podrá sacar ventaja de la crisis. Y el que a poco tiempo tendrá convulsiones sociales y políticas internas no serán los países occidentales, sino Rusia. Y esto precisamente es el sentido de las sanciones.
IV.
Resumen: Rusia no puede ganar. Si Occidente ayuda a Ucrania a resistir lo suficiente, Rusia pierde. Pierde la moral, pierda cohesión social, pierde apoyo hasta de China - y por tanto perderá la guerra.