Publicado en EL DIARIO DE HOY, 26 agosto 2019
Ha sido imposible ignorar las demostraciones masivas que se han estado llevando a cabo en Hong Kong, alargándose por ya más de once semanas. Los manifestantes visten de negro, se aglomeran en cantidades impresionantes (cientos de miles) y han llegado a tomarse espacios públicos de vital importancia para la economía local de la zona administrativa especial y la de China, el país en el que se encuentran, como el aeropuerto.
Lo que desencadenó la protesta fue la oposición a una medida legislativa que serviría como tratado de extradición, permitiendo enviar a residentes de la zona-semiautónoma de Hong Kong a Taiwán y a la China continental cuando así fuese requerido por necesidades procesales.
Por supuesto que en Hong Kong, que goza de una condición jurídica especial en comparación al resto de China en la que se conceden a sus ciudadanos una suerte de derechos civiles y libertades individuales de las que no gozan el resto de chinos, la oposición a una medida que podría poner fin a algunos de los privilegios de los que gozan, fue masiva. (Ejemplos de estos privilegios incluyen la libertad de expresión, libertad de prensa, libertad de asociación, cierta autonomía electoral y la libertad de un internet no censurado, además de un sistema judicial independiente y más parecido al sistema legal británico que heredaron de haber sido colonia británica, que al autoritarismo judicial de China.)
El gobierno chino ha reaccionado a las protestas de Hong Kong de una manera predeciblemente autoritaria, tratando las quejas de los manifestantes como ilegítimas, acusándoles de ser parte de una conspiración extranjera para debilitar el poder global de China y enfrentando a los manifestantes de maneras desproporcionadamente violentas por parte de la policía. En justicia, los manifestantes tampoco han mantenido el pacifismo durante la duración total de las protestas, pero el poder de las autoridades policiales chinas no se compara al de un grupo de civiles, en su mayoría desarmados.
Aunque los manifestantes han logrado como concesión que la pieza específica de legislación acerca de la extradición sea suspendida temporalmente, la razón universal de las protestas es ahora, más bien, el estatus de la zona administrativa como un lugar que permite a sus residentes libertades que no tienen el resto de ciudadanos chinos.
Desafortunadamente, académicos y expertos coinciden en que difícilmente China concederá más libertades que las ya existentes y que por desgracia, la posibilidad de abrir la zona administrativa a la democracia electoral y política, sería impensable.
Aparte, la condición especial de la que goza Hong Kong tampoco fue diseñada por las autoridades Chinas para mantenerse en perpetuidad: según el acuerdo existente (conocido como “un país dos sistemas”) esta dualidad terminaría definitivamente en 2047. Sin embargo, hay más de un ejemplo que demuestra que el gobierno autoritario de China no está dispuesto a esperar a 2047 y desde ya ha optado por iniciar la persecución política de disidentes o activistas pro-democracia en Hong Kong: ha habido arrestos y desapariciones misteriosas.
La generación de jóvenes que no han conocido otra realidad fuera de “un país, dos sistemas” con toda razón se encuentra dispuesta a no dar su paso a torcer. Y en vista de que el fin (por lo menos en papel) de las libertades de las que gozan solamente está a 28 años, es difícil no apoyar la pasión con la que están luchando por su futuro.