viernes, 2 de agosto de 2019

¿Qué es la economía del conocimiento? De Manuel Hinds


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 2 agosto 2019


He notado en varias ocasiones que al hablar de la necesidad de insertarse en la economía del conocimiento mucha gente responde que no puede esperarse que toda la gente se ponga a escribir software o a hacer investigaciones científicas, ignorando la agricultura, la industria, y los otros servicios. Dicen también que estos sectores seguirán siendo más grandes que toda la economía del conocimiento junta, y citan la necesidad que los seres humanos tenemos de comer y vestirnos, que nunca va a terminarse.
Al decir esto, estas personas cometen el error de pensar que la producción de software y la realización de investigaciones científicas constituyen todo lo que es la economía del conocimiento. En realidad, el conocimiento está insertado en toda la economía, y siempre lo ha estado, pero ahora está aumentando su papel en ella de una manera exponencial.
El conocimiento es en realidad un factor de producción, como el capital, el trabajo, y la tierra, pero más fundamental porque potencia la capacidad de producción de esos factores, que son los que tradicionalmente se han usado en la teoría económica. Todos ellos necesitan de conocimiento y lo han necesitado siempre para poder producir. La tierra no puede producir sin tecnología, y la tecnología proviene del conocimiento. En la economía tradicional, el capital se traduce en maquinarias y equipo, y en ellos va también imbuido el conocimiento que fue necesario para inventarlo, producirlo y operarlo. Los obreros necesitan conocimiento para poder operar aún el equipo más simple. La explotación de la tierra en otras formas, como para edificaciones o para minería, también necesita del conocimiento.
El pago de cada uno de estos factores —tierra, trabajo, capital y conocimiento— está determinado por la contribución que hacen a la producción y por su escasez. Mientras más contribuye un factor a la producción y mientras sea más escaso mayor será el pago que recibirá de lo producido.
Lo que está pasando ahora es que la producción se ha vuelto mucho más sofisticada y la participación del conocimiento en todas las tareas de la economía ha aumentado, y con el aumento de la demanda por el lo ha vuelto más escaso. Esto es cierto en la agricultura, en la industria y en los servicios. Los carros, por ejemplo, cada vez compiten más con base en la tecnología, que a veces se ve y a veces no, oculta muy adentro del motor para volverlo más potente y eficiente, o para reducir los costos de producción, o para facilitar su manejo o para tomar mejor las curvas. Igual pasa con cualquier otro producto. Así, por ejemplo, la agricultura de Israel es extremadamente productiva en tierras muy inapropiadas para la producción como resultado de la altísima tecnología que ocupan sus agricultores. La industria textil, por ejemplo, tradicionalmente una rama de poco valor agregado, puede convertirse en una de altísimo valor agregado con el uso del conocimiento más moderno.
La economía del conocimiento no está en lo que se produce, sino en cómo se produce. Por eso, cuando se habla de insertarnos en la economía del conocimiento, se habla de integrar la tecnología más moderna en la producción de todo. Esto era un buen consejo antes. Ahora es una urgencia para sobrevivir, porque la competencia mundial es fuertísima.
La importancia de hacerlo se puede ver con el símil de la electricidad hace cien años. En ese momento integrarse a la electricidad no significaba que todos tuvieran que ponerse a generar electricidad, ni mucho menos. Significaba que en vez de iluminarse con velas era mejor hacerlo con bombillas eléctricas, que en vez de sujetar dos piezas de metal con un lazo era mejor soldarlas, etc. Integrarse a la combustión interna no era ponerse todos a producir motores sino sustituir la yunta de bueyes por un tractor, o una carreta por un camión.
Esto hay que entenderlo, porque hoy estamos en la era en la que muchos productos son inmateriales, como los servicios de Uber, o los Airbnb, o como los de Facebook, o Instagram, o similares. Hay que entenderlo porque el otro lado del aumento de la demanda por los servicios del trabajo de la gente que tiene conocimiento está siendo acompañado por la disminución de los servicios de los que no tienen conocimiento. Eso es de lo que más tenemos aquí.