Cuesta imaginarse que el diálogo nacional
que arranca con la facilitación de Naciones Unidas tenga sentido si no
aborda la crisis de inseguridad y violencia y la situación que un
porcentaje tan alto de la sociedad vive al margen del sistema
productivo, democrático y legal del país.
Cuesta también imaginarse que el abordaje de este tema lleve a resultados y soluciones si no se abre ningún diálogo con las pandillas y con las comunidades marginadas que viven la triste realidad de la violencia.
Pero por otra parte cuesta imaginarse que líderes de grupos fuera de la ley tomen asiento y la palabra en la mesa de diálogo a la par del gobierno, los partidos políticos, de las gremiales empresariales, de las Iglesias y de las universidades. El gobierno no debe hablar con los pandilleros, pero esto no puede significar que nadie hable con ellos.
Depende de la audacia y creatividad del facilitador Benito Andión de encontrar y consensuar un mecanismo que permita que a la par de las mesas “oficiales” funcione otra, en la cual personajes representativos de la Sociedad Civil dialoguen con las pandillas y con los liderazgos comunales. Esto no funcionará si el gobierno de Salvador Sánchez Cerén no flexibiliza su posición tajante de no permitir ninguna forma de diálogo con las pandillas, ciartamente compartida por muchos sectores de la sociedad.
Por lo menos se debe abrir espacio para que personas que gocen de la confianza tanto del gobierno pero también de la oposición, y en cierta manera de las pandillas, se acerquen a las pandillas, las escuchen, dialoguen con ellas, les expongan alternativas, para evaluar hasta donde son serias sus manifestaciones públicas de querer contribuir a superar la violencia, de la cual son parte protagonista. Hay que explorar hasta donde están dispuestas a llegar cuando hablan de paz social. Las pandillas recientemente han hablado por primera vez que un proceso incluyente de diálogo puede llegar a la desarticulación de las pandillas como organizaciones criminales, si a ellos, sus familias y sus comunidades se les abran puertas de inserción en la vida productiva y social del país.
Nadie en este país sabe si estas manifestaciones de los líderes de las pandillas son serias y si podrían convertirse en confiables. Muchos dudan de esto, y tienen muchas razones en la historia triste de los últimos 20 años. Sin embargo, luego del fracaso tanto de la tregua como de las polítcas de guerra frontal que en los últimos tres años ha implementado actual gobierno, muchos consideran que sacando las lecciones correctas de ambos enfoques vale la pena por lo menos sondear si un diálogo incluyente puede abrir nuevos caminos que al fin nos conduzcan a superar la crisis social que se encuentra detrás de la crisis de violencia.
Obviamente no se trata de revivir el proceso conocido como “la tregua”, como muchos temen. La tregua fue la respuesta a una realidad específica, cuando el problema de fondo y el motor del conflicto era la guerra entre las pandillas que devoraba a las respectivas comunidades bajo su influencia. Esto no es el centro del problema hoy. Ahora el motor principal de la violencia es el enfrentamiento directo entre pandillas y fuerzas de seguridad del Estado. Es otro tipo de conflicto, que requiere de otros tipos de soluciones que una tregua. Requiere la superación de las causas sociales: la ausencia del estado (no en su forma policial y militar, sino en su expresión civil) en amplios territorios del país; los serios daños al tejido social en estos territorios; y la situación de gueto, en la que sobreviven, dentro y fuera del marco legal, cientos de miles de ciudadanos y sus familias.
El diálogo nacional, si realmente quiere quitarle los frenos al desarrollo democrático, social y económico del país, tiene que abordar de fondo estos problemas y construir vías para solucionarlos. Y repito: alguien tiene que inventarse un método para involucrar en este proceso a los que hoy en día son protaginistas del problema y obstáculos a su solución. Por lo menos hay que hacer el intento, comenzando con un sondeo que necesariamente involucra sentarse con los liderazgos comunales y de las pandillas. Y hay personas capaces y dispuestos para intentarlo, con más peso ético y más confianza de la sociedad que los que lo hemos intentado en el 2012.
Lea las últimas declaraciones de las pandillas sobre este tema
Lea la posición del facilitador de Naciones Unidas Benito Ardión
(El Diario de Hoy-Observador Político)