Contesté a Fernando Poma en
twitter: “Confianza no habrá con este
gobierno. Mas vale construir convivencia basada en desconfianza, contrapesos y
acuerdos mínimos.”
El país no debe perder tiempo persiguiendo fantasmas y metas irreales. No
los vamos a alcanzar. Solamente nos vamos a desgastar, frustrar y resentir, si
seguimos tratando de construir confianza, donde objetivamente existe una mutua y justificada desconfianza entre el FMLN y la oposición, entre el FMLN y el sector privado, entre el FMLN y una sociedad
civil que aspira pluralidad, tolerancia, transparencia, derecho de disentir,
libertad de expresión.
Es verdad lo que dice
Fernando: Sin confianza no hay verdadero desarrollo. Pero esto no significa que
sin lograr confianza no sea posible ningún desarrollo. Si
en vez de perseguir la ilusión de confianza,
nos dedicamos a construir maneras de convivencia basada en mutua desconfianza,
pero también basada en contrapesos y controles, el desarrollo y
el crecimiento no son del todo imposibles. Estoy hablando de algo parecido como
la famosa “coexistencia pacífica”, con la
cual se hizo manejable y al fin incluso se superó la guerra fría
entre el bloque socialista y el bloque capitalista. Los dos bloques armados de
cohetes intercontinentales con cabezas nucleares, desconfiados hasta más no poder – pero cooperando en dar al mundo algunas reglas mínimas…
La búsqueda infructuosa de
confianza será más paralizante
para la sociedad y la economía que un
sistema basado en desconfianza, pero con equilibrio de poder. No es el mejor
incentivo para el desarrollo y el crecimiento, pero por lo menos no lo ahoga
del todo.
¿Es pesimismo? No, es
realismo. ¿Cómo construir confianza con un partido gobernante que, en palabras
de su Secretario General Medardo González en la
reciente convención, declara: “El
Comandante Hugo Chávez es un gran referente de esta unidad latinoamericana,
junto a Fidel, el Che, Sandino, monseñor Romero, Schafik y Farabundo Martí. El
FMLN es parte de esta visión integradora y emancipadora. A nuestro proceso lo
ubiquemos siempre en la corriente progresista, democrática y revolucionaria
latinoamericana que va ganando espacios. El Salvador hoy forma parte de esa
corriente. Algunos pensaron que era una ola. Los cambios han llegado para
quedarse.”
Muy claro: una ola avanza y
luego regresa. Una corriente es un movimiento irreversible. El FMLN se
autodefina parte de una corriente, según ellos
indetenible, al socialismo, a la superación del
capitalismo. Es absurdo pensar que hay bases comunes para construir confianza y
acuerdos sobre el rumbo del país entre
defensores de la libre empresa y un partido que se ve como parte de la
corriente que ya arrasó con el
capitalismo y las libertades en Cuba y Venezuela.
Esto no significa que no
podamos convivir en el mismo país, incluso pacíficamente, y administrar los conflictos de una manera que no paraliza
el desarrollo. La manera de administrar esta dialéctica de
polarización-convivencia es un sistema de controles y equilibrios basada en desconfianza y mutuo
control. Y esto no se establece negociando, sino creando una correlación de fuerzas equilibrada. Para esto son las elecciones del 1 de marzo
del 2015.
Si queremos llegar a una
convivencia que permite mínimas reglas y
en base de esto un mínimo desarrollo
y crecimiento, hay que hacer dos cosas: establecer en las elecciones del 2015
un balance de poder que permita a la oposición ejercer
contrapeso desde la Asamblea. Y segundo: defender la independencia de las
instituciones encargadas del control del poder, como Fiscalía, Corte Suprema, Sala de lo Constitucional, Corte de Cuentas,
Tribunal Electoral.
Si la sociedad civil y la
oposición logran estas dos garantías, existen las
condiciones para que el equilibro y los controles democráticos funcionen - sin confianza, más bien basado
en mutua desconfianza. Sería muy peligroso
tratar de llegar a un estatus de convivencia y equilibrio por la otra vía, haciendo concesiones, cediendo terreno al gobierno, con la idea de
así construir confianza. Esto lo han hecho en
Nicaragua, empeñando la democracia para
lograr una convivencia basada en sumisión.
El Salvador no es Nicaragua.
Aquí hay condiciones de detener la corriente. Pero para
esto hay que perder el miedo a la confrontación y olvidarse
de la tentación de ganar un poquito de
crecimiento tratando de construir confianza donde se necesita contrapesos.
(El Diario de Hoy)