Estimados
colegas que dirigen medios:
Un nuevo ‘shitstorm’ está alborotando las redes sociales: en miles de mensajes se expresa la sana indignación sobre una red de prostitución de menores. La gente quiere que se haga justicia. Con razón. Yo también quiero que todo el peso de la ley caiga sobre quienes prostituyen a menores de edad – y esto, obviamente, incluye a los clientes. Los detestables perversos que compran sexo con niñas.
Un nuevo ‘shitstorm’ está alborotando las redes sociales: en miles de mensajes se expresa la sana indignación sobre una red de prostitución de menores. La gente quiere que se haga justicia. Con razón. Yo también quiero que todo el peso de la ley caiga sobre quienes prostituyen a menores de edad – y esto, obviamente, incluye a los clientes. Los detestables perversos que compran sexo con niñas.
Pero de repente se mezcla algo muy feo en
esta tormenta de indignación. Aparecen nombres de supuestos clientes. Aparecen
campañas de linchamiento digital. Y aparece la insinuación que los medios de
comunicación están callando los nombres de los presuntos implicados para
protegerlos, o peor aún, porque provienen de sus filas…
Por muy calientes que sean las pasiones
que este caso despierta, hay que manejarlo con cabeza fría. La fiscalía aun no
ha presentado cargos contra ningún ‘usuario’ de esta red que supuestamente
facilita el sexo con menores. A esta altura no hay ningún indicio que la
fiscalía quiera proteger a alguien. Las investigaciones tienen sus pasos a
seguir, y sacar antes del tiempo los nombres de
los investigados puede complicar o incluso hacer caer el caso, una vez que
llegue a la corte. La fiscalía, aunque a veces comete este error, no debe
llevar sus casos a los medios antes de llevarlos a los tribunales
correspondientes.
Pero resulta que alguien de la fiscalía
filtra la copia del testimonio de una de las menores a un periodista que tiene
fama de publicar lo que sus fuentes anónimas le filtran – aun cuando no tiene
posibilidad de corroborar los datos filtrados. Entonces, Héctor Silva junior
publica en twitter una página de un documento que supuestamente (no lo podemos
corroborar) representa la declaración ante la fiscalía de una de las mujeres
involucradas en el caso.
Por supuesto que este documento, si es
auténtico, no debería haber salido al público. Mientras la fiscalía no presenta
el caso, es información sumamente confidencial. Su publicación puede tener
serias implicaciones jurídicas.
Resulta que en la fotocopia que publica
Silva, aparece el nombre de un personaje famoso. Que no lo voy a repetir,
porque mientras nadie lo acusa formalmente, nadie tiene derecho de lincharlo.
Comienza, entonces, el shitstorm en twitter y Facebook y blogs de dudosa
reputación: contra el supuesto cliente, contra el medio donde trabaja, contra
los demás medios porque no lo denuncian, contra la voces de cordura que dicen:
Esperemos que la justicia trabaje. Si es culpable, que le caiga el peso de la
ley y toda la indignación de la sociedad. Mientras tanto, esperemos que actúe
la fiscalía.
Por decir más o menos esto, me acusaron
de complicidad con la trata de menores. A mi y a todos los medios que no han
entrado en el terreno del linchamiento público – y por tanto, no han puesto el
dedo a alguien que por el momento sólo salió implicado en un documento filtrado
ilegalmente y publicado irresponsablemente.
Los medios como instituciones y los
periodistas, como profesionales, no podemos actuar de otra manera. Callarse
mientras no hay acusación formal no es cobardía, es responsabilidad. No es
complicidad con la prostitución de menores, es la negación de hacerse cómplice
de un linchamiento público. Al colega que publicó el supuesto testimonio
filtrado le digo: Si usted tiene otras fuentes para implicar a la persona que menciona,
preséntelas. Sería legítimo, como resultado de una investigación periodística.
Pero reproducir copias filtradas que usted no tiene forma de corroborar, no es
profesional.
Felicito
a los medios que están actuando responsablemente en este caso. Saludos, Paolo
Lüers
Shitstorm
= tormenta de indignación, impulsada en redes sociales, que termina en difamaciones
y ataques viscerales a quienes no apoyan las acusaciones.
(Mas!/El Diario de Hoy)