Pero el del FMLN es un gobierno de continuidad.
El que ahora es presidente, fue vicepresidente del gobernó de Funes. Muchos de
los personajes fuertes del quinquenio anterior siguen jugando un papel clave en
el gobierno actual: Gerson Martínez en el MOP, Carlos Cáceres en Hacienda, Hato
Hasbún como eminencia gris de Casa Presidencial.
Y los pocos amigos de Funes que
sobreviven, inmediatamente se alinean, como el jefe de ANDA, Hugo Martínez,
Carlos Cáceres, Hato Hasbún – y la misma Vanda Pignato.
La primer cosa que hay que resaltar: a
100 días del gobierno Sánchez Cerén ya no queda ningún remanente del poder de
Funes. Cero. Si el de Funes ha sido un gobierno donde el control estaba celosamente
repartido entre el partido y la gente de Funes, este nuevo es claramente
controlado por el partido. Los pocos que no son cuadros del FMLN (Economía,
Protección Civil, Educación, Defensa…), tienen poder limitado y aislado y no
constituyen ningún contrapeso. A corto plazo, esto quita al gobierno un poco de
inercia y paralización, y vuelve más fácil la cooperación interministerial y la
planificación general, ya que todo el aparto gubernamental está bajo del
control de un solo centro de poder: la cúpula del FMLN.
A pesar de este cambio en la composición
del poder, el gobierno opera casi igual. Se ve mucho más continuismo que
enfoques nuevos. Tampoco hay mucho más eficiencia ni más integralidad en la
definición de políticas públicas. Tal vez el área donde más se puede esperar en
este sentido sea Educación, con un ministro conocido por su capacidad
intelectual, empuje de renovación y sentido de independencia. Pero sería
injusto esperar que Carlos Canjura haya logrado cambiar el rumbo de las
políticas educativas en solo 100 días.
¿Qué es diferente, entonces, en este
gobierno? Es diferente su estilo. Todo el país siente, con alivio, que han
bajado los ataques por parte del gobierno y la misma Casa Presidencial, a
opositores, empresarios, periodistas, medios, gremiales, críticos. Hay un
discurso menos insultante, menos amenazante, y esto es ganancia. Tiene más que
ver con el carácter del presidente y del vicepresidente que con el carácter del
partido. El FMLN ha asignado a ambos un papel más conciliador, para que el
gobierno no se aísle internacional e internamente. Sin embargo, no hay que
hacerse ilusiones: Aunque desde Casa Presidencial emanan claramente menos
amenazas directas a la vigencia de la libertad de expresión y el derecho a la
crítica que en e tiempos de Funes, el partido no ha desistido de sus planes de
modificar el mapa de medios de comunicación, de la misma manera que sigue
intentando a debilitar la independencia de la Corte y otras instituciones de
control del poder. Pero por razones obvias, nadie va a implementar medidas
abiertamente antidemocráticas en los meses que faltan para las elecciones
legislativas, que van a redefinir la correlación de fuerzas y los equilibrios
del poder.
A los 100 días ya podemos confirmar que
estaban equivocados quienes pensaban que el FMLN, una vez en control total del
ejecutivo, tuviera la capacidad de generar planes más coherentes para enfrentar
los dos problemas principales del país: inseguridad y falta de crecimiento
económico. En ambas áreas observamos que el gobierno sigue operando con la
misma improvisación que el anterior gobierno, mezclada con disparates como el
paquete tributario. Resulta que era paja lo que el FMLN quiso vender, sobre
todo a su propia gente: que la incapacidad e incongruencia del gobierno
anterior era debido a la falta de control por parte del partido, y a la
influencia y corrupción de Funes y sus amigos. Ya 100 días son suficientes para
decir: El culpable del mal gobierno anterior fue, en gran parte, el mismo FMLN.
Y ahora ya no hay a quien echar la culpa. Bueno, tal vez al ministro de
Haciendo, y seguramente por esto lo van a desechar una vez que les hay hecho la
‘reforma fiscal’.
(El Diario de Hoy)