jueves, 23 de agosto de 2012

Columna transversal: Presidente en permanente crisis

Los ataques del Presidente de la República contra la empresa privada han alcanzado niveles grotescos. Parece que este ciudadano no puede vivir sin crisis. Apenas ha salido de una (la de la Corte y de la negativa del bloque de partidos oficiales de cumplir las sentencias de la Sala de lo Constitucional), y con la otra ya asomándose (la elección pendiente del fiscal general y nuevamente la negativa del bloque de partidos oficiales de cumplir la sentencia correspondiente), y Mauricio Funes arma una nueva, provocando la ruptura entre Gobierno y sector privado.

Todos pensábamos: Qué buena que medio salimos de una crisis totalmente improductiva, para volver a atacar el problema real del país: ¿Cómo entre todos (Estado y sector privado, Gobierno y oposición) remover los obstáculos al crecimiento económico? En este sentido, se esperaba que el Presidente les estrechara la mano a los empresarios e hiciera las gestiones privadas necesarias para que los cinco representantes del sector privado regresen a la mesa del Asocio por el Crecimiento, que habían suspendido para presionar al Presidente a que aporte a la solución de la crisis constitucional en vez de formar parte beligerante en ella.

Sin la participación del sector privado, Estados Unidos no puede impulsar el Asocio para el Crecimiento. Pero en vez de remover este obstáculo, el Presidente --al sólo salir del cónclave de tres semanas en Casa Presidencial-- inmediatamente va al ataque a la empresa privada y sus organizaciones representativas. En la misma noche fatal que los partidos oficiales imponen una resolución de la Asamblea Legislativa para dar validez jurídica a la sentencia de la Corte de Managua, Funes pone a sus partidos a aprobar, en un madrugón, un combo de decretos que significan una declaración de guerra a la Asociación Nacional de la Empresa Privada.


Sin análisis y sin debate cambian las reglas del juego entre Gobierno y empresa privada, limitando la influencia del sector privado en las juntas directivas de las autónomas. Es una reforma, aparte de sumamente ofensiva por inconsulta, que va en sentido contrario: En vez de hacer las autónomas realmente autónomas, las vuelve aún más dependientes. Cosa que es grave sobre todo en las instituciones (como Seguro Social e Insaforp) que son enteramente financiadas por el sector productivo y no tendrían que tener presidentes nombrados por el Gobierno de turno. Bueno, ahora también los representantes de la empresa privada en sus juntas serán nombrados por el Presidente...

Y el día siguiente sigue la ofensiva presidencial contra la empresa privada con un show en TCS: atacando con nombre y apellido a tres dirigentes gremiales ("Koquito" Daboub, como Funes llama al presidente de ANEP; a Luis Cardenal y Federico Hernández, de la Cámara de Comercio); cuestionando la representatividad de estos gremios y sus dirigentes; acusándolos de complicidad con la corrupción de gobiernos anteriores. Aunque lo hace en su acostumbrado tono agitado (que provocó a otro prominente empresario a recomendarle el aumento de su dosis de valium), es difícil creer que sólo son exabruptos de un mandatario estresado y que no sabe cómo responder a lo que su cargo le exige.
Por la consistencia de sus ataques a la empresa privada, tienen que corresponder a una estrategia. La interrogante del millón: ¿Estrategia con qué fin? Para resolver los problemas del país no puede ser, porque genera lo contrario: más obstáculos a la superación de nuestra crisis de crecimiento económico. Los cinco empresarios no pueden volver a incorporarse al Asocio por el Crecimiento con un Presidente que produce ruptura con el sector privado. Y la administración Obama no puede impulsar este plan de fomento al crecimiento, si los sectores productivos no tienen cabida en la estrategia de su socio Funes.
La única manera de explicarse la campaña de Funes contra la empresa privada es esta: Al Presidente ya no le interesa poner sus políticas públicas en función de una estrategia integral e incluyente de desarrollo basado en crecimiento, sino en función de la meta electoral acordada entre FMLN y el contingente liderado por Saca y Funes: evitar, a cualquier costo, que ARENA regrese al poder. Ya que el FMLN ha definido a Salvador Sánchez Cerén como su candidato, necesita dar vida a una polarización que corresponde a esta candidatura. Y esta estrategia se resume así: Activar nuevamente la lucha de clases, el pueblo contra los ricos representados por ANEP y ARENA. En función de crear y mantener viva esta polarización va a actuar el FMLN, y el Presidente Funes al fin se ha dejado de pajas y pone el resto de su presidencia al servicio de esta estrategia.

Resulta que la característica del Presidente de no poder vivir sin crisis, coincide con la necesidad del FMLN de mantener viva la lucha de clases. La psicología de Funes calza con la ideología del FMLN.