sábado, 30 de agosto de 2025

La causa antirreeleccionista en El Salvador. Columnista invitado Paolo Luers

El periódico EXCELSIO de México me invitó como columnista invitado. Aquí el primer artículo publicado.



Publicado el sabado 30 de agosto 2025 en EXCELSIOR

Con su decisión de remover de la Constitución la prohibición de la reelección y así abrir el camino a su reelección ilimitada, el presidente salvadoreño Nayib Bukele piensa haber logrado una gran victoria. Pero tal vez ha dado a la oposición, hasta ahora dispersa y desorientada, una bandera unificadora: la causa antirreeleccionista.

 

La caída del Martinato en El Salvador

Los gobernantes siempre subestiman la memoria histórica de la gente. Resulta que ella se puede suprimir, se puede tratar de sustituirla por narrativas falsas, pero no se deja borrar - y cuando menos se espera, revive con la capacidad de movilizar a la gente. Esto le pasó al dictador salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez, cuando luego de 8 años de gobierno de facto quería pintar de legítimo su régimen mediante una reforma constitucional que legalizara la reelección presidencial, prohibida por la Carta Magna. 

 

Fue un error fatal, el inicio de su caída. A partir de la reforma constitucional, su régimen comenzó a fracturarse. Se hicieron las elecciones del 1939, pero nunca se publicaron los resultados – y fue la Asamblea Legislativa que tuvo que nombrarlo presidente. A partir de esta imposición, nació una oposición que comenzó a ganar fuerza. En 1944, la oposición logró armar una huelga general para derrocarlo. Reprimieron la huelga, pero no lograron desarticularla. Hubo un intento de golpe militar, que fue reprimido a pura sangre. Pero el movimiento antirreeleccionista se hizo tan amplio que en mayo 1944 el dictador tuvo que renunciar. La huelga de los brazos caídos...

 

A partir de esta fecha, la reelección presidencial fue nuevamente vetada en la Constitución de El Salvador – pero sobre todo y de manera absoluta en la sociedad salvadoreña, incluso en el estrato militar, que gobernaría durante décadas. Hasta que vino un presidente ignorante de la historia y sus lecciones, llamado Nayib Bukele, quien con su reelección inconstitucional del 2024 estableció un gobierno de facto – y luego imitó al general Maximiliano Hernández Martínez, buscando legitimidad con una reforma constitucional que permitiere la reelección ilimitada. 

 

La caída del Porfirato en México

En los años entre las dos dictaduras, de 1944 hasta la llegada de Bukele, la no reelección se convirtió en uno de los elementos centrales de la identidad de la República, igual que en toda América Latina – y en especial en México, donde la lucha contra la reelección fue el resorte de la Revolución. El ejército rebelde que derrocó al Porfirato nació del Partido Antirreeleccionista de Francisco Madero. Luego del derrocamiento de Porfirio Díaz, que gobernó durante 26 años, la causa antirreeleccionista quedó vigente como elemento fundacional de la República Mexicana. Está vigente hasta la fecha.

 

El error de Bukele

Nayib Bukele tiene un profundo menosprecio a la memoria colectiva formada por la experiencia de dictaduras y rebeliones, represión e insurrección, guerra y construcción de paz. Intenta  imponer una narrativa, en la cual hubo un pasado oscuro y un nuevo despertar con su llegada al poder. Subestima la resiliencia de la memoria. No sabe que puede, cuando menos lo espera, reactivarse por nuevos acontecimientos. Por ejemplo, por el hecho que un gobernador quiere legitimar la reelección ilimitada – y que la oposición retome la causa antirreeleccionista dormida en la conciencia de la nación. Esta es la gran oportunidad de los opositores salvadoreños. Pueden conectar con la tradición antirreeleccionista de la historia propia de El Salvador, con el latente espíritu de rebeldía de los salvadoreños – y a nivel continental con el veto a las aspiraciones de reelección de los dictadores. 

 

En México, país con el cual El Salvador comparte historia, tradiciones, mestizaje, cultura y rebeldía, la movida reeleccionista de Bukele podría despertar sentimientos de indignación – y abrir un espacio grande de solidaridad con quienes asuman la bandera antirreeleccionista en El Salvador. Esto podría relativizar el dogma de “la no intervención en asuntos internos de otras naciones” de la diplomacia mexicana. Porque la verdadera trayectoria de no intervención de México significa el respeto a la autodeterminación de los pueblos, pero no el respeto a dictaduras. México siempre ha mostrado solidaridad con luchas contra dictaduras – y con los disidentes que buscan protección en México. 

 

La bandera antirreeleccionista

La causa contra la reelección, tan arraigada en México y en toda América Latina, puede abrir al movimiento democrático salvadoreño nuevas interlocuciones y abrir espacios antes cerrados. Y también en el Norte de América. A raíz del pacto de apoyo incondicional entre Bukele y Trump, toda la oposición política, legislativa, social, intelectual y mediática contra el Trumpismo se convierte en potencial aliado de la oposición democrática de El Salvador. Los jueces que en Estados Unidos luchan por la independencia del órgano judicial; las universidades que luchan por la autonomía de la ciencia y la docencia; los periodistas y medios que luchan por la libertad de prensa y expresión; los diputados, senadores, alcaldes y gobernadores que luchan contra las imposiciones de Trump – todos ellos se convierten en interlocutores y potenciales aliados de una oposición salvadoreña que sepa movilizarse alrededor de una bandera unificadora. Se llama la bandera contra la perpetuación de cualquiera en el poder, sea de derecha o de izquierda o simplemente interesado en el control y el dinero, como es el caso del señor Nayib Bukele. Es la vieja bandera antirreeleccionista de los padres de la Constitución de Estados Unidos y de la Revolución Mexicana.




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