Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, martes 8 septiembre 2020
Estimada amiga:
He tratado todas las formas imaginables para razonar contigo: con argumentos, con reflexiones, con datos y números. Nada me ha funcionado. Para alguien que siempre ha apostado a la palabra, al argumento, al raciocinio y a la lógica es difícil reconocer que hay casos donde nada de esto funciona, sobre todo cuando se trata de una vieja amiga, compañera de luchas anteriores durante la guerra.
El último intercambio en Facebook lo cerraste con unas palabras que me entristecen y desesperan: “Yo creo en este gobierno”. ¿Cómo argumentar cuando convierten la política en asuntos de fe y creencia? Es el fin de la conversación política. Es el fin de la racionalidad. Es el fin de los argumentos.
Yo por eso nunca discuto con nadie la fe religiosa. Simplemente respeto la creencia de cada uno. Discutir si hay Dios o no es asunto de adolescentes. Pero la política, si deja de ser sujeto de discusión, de argumentos, de disidencia inteligente, de racionalidad, de permanente cuestionamiento y examen, deja de ser política y se convierte en culto: a la persona, al partido, o a un dogma ideológico.
Así que, estimada amiga, te voy a seguir queriendo como siempre, pero ya no hablemos del gobierno y del presidente que tenemos, del futuro que nos tocaría si sus correligionarios ganaran el control de la Asamblea y paulatinamente de todas las instituciones que deberían hacerle contrapeso al poder del Ejecutivo. Ya no hablemos de política.
Me entristece llegar a este punto, porque me siento impotente. Nuestra relación siempre ha sido marcada por la política. Compartimos una lucha política, y esto fue el fundamento de la relación personal, de la confianza, y hasta del cariño. A mí no me asusta que ahora tengamos diferentes opiniones políticas, me decepciona que ya no hay cómo discutirlas, porque vos adoptaste posturas de fe y yo estoy tratando de comunicarme con argumentos.
El nuestro no es un caso aislado, el país entero está dividido de esta forma. Ya no es la polarización entre dos racionalidades diferentes, ahora es la polarización entre racionalidad y culto a un líder. La polarización entre izquierda y derecha nunca suspendió el diálogo, la discusión, el intercambio de argumentos. La polarización que nos divide ahora es mucho más profunda, porque ya no funciona ningún puente de diálogo, racionamiento, argumento. Los líderes de tu movimiento lo han decidido así. Si quisieras entender la perversa lógica detrás de esto, ahí está el libro de Hannah Arendt “Los orígenes del totalitarismo”, pero esto ya sería otra vez esperar que estés abierta a argumentos…
Esta nueva polarización entre un culto político y el pluralismo democrático divide familias y antiguas militancias tanto de derecha como de izquierda. Duele. En algunos casos se puede por lo menos mantener el aprecio personal, la amistad, el cariño, las memorias compartidas, pero ahí ya se vuelve complicado, cuando de repente gente que ha luchado por la democratización del país cristalizada en los Acuerdos de Paz tiene interpretaciones contrarias de esta refundación de la República. Para unos sigue siendo sujeto de orgullo de lo que hemos logrado entre todos, para otros de repente es un pacto de corruptos.
Si a vos y muchos otros ni siquiera les asusta la presencia e incidencia que tienen en el proyecto político de Bukele figuras como Walter Araujo, Will Salgado, Peter Dumas, Osiris Luna o Guillermo Gallegos, solo queda esperar que la realidad los haga despertar del trance de creencias ciegas. O sea, el desastre de país que van a dejar.
Ojalá se despierten antes, para ahorrarnos lo peor.
Saludos cordiales,