Cinco años más adelante, cuando estaba al punto de asumir el segundo gobierno del Frente, pero ya sin el ‘accidente histórico’ Funes, las expectativas eran parecidas, aunque mucho menores. Muchos esperaban que un gobierno de izquierda sin la contaminación de Funes podía corregir los errores del primer gobierno del Frente. Y los escépticos, aunque no confiamos en la capacidad de la izquierda salvadoreña de corregir sus errores, volvimos a decir: Después de Funes, solo nos puede ir mejor. No tomamos en cuenta la profundidad de la incompetencia y de las trabas ideológicas de un gobierno conducido por la cúpula del FMLN.
Hoy veo a un montón de gente cayendo por tercera vez en la misma trampa, pensando que el gobierno de Bukele, aunque sea deficiente, solo puede ser mejor que el saliente. Todos nos fijamos en los fracasos del gobierno saliente y en su torpe intento de esconderlos, maquillando las cifras económicas, sociales y de seguridad de su gestión.
Los periódicos están llenos de balances de los 10 años del Frente, y por supuesto son negativos. El Faro aporta, a una semana de asumir Bukele, un relato extenso y detallado de todos los lujos que Funes se dio con nuestro dinero – y lo presenta en Twitter con la frase: “Feliz lunes. ¿Quieren indignarse?” Claro, nos encanta indignarmos, aunque nos puede nublar la vista para lo que viene. Mirar para atrás siempre es menos riesgoso que mirar para adelante. ¿Por qué habrá tanta gente que en este momento, que está en juego el futuro, quieren que la nación entera y sus instituciones se enfoquen en los errores de los años 80?
Incluso quienes han sido críticos del estilo populista, confrontativo y incoherente del presidente electo, y quienes han observado con preocupación con quiénes Bukele se estaba rodeando en su campaña (operadores políticos y mediáticos del entorno del ex presidente Saca, compañeros de viaje de Funes, caciques de GANA y ‘bisneros’ de José Luis “Ramiro” Merino) ahora de repente dicen: No puede ser peor que lo que tuvimos en los dos gobiernos del Frente. Es más, hay que reconocer que es Bukele quien al fin derrotó al FMLN y está reparando que se hizo a las relaciones con Washington…
Tres veces equivocarse con la misma expectativa que “las cosas no pueden salir peores de lo que ya tenemos”, a pesar de que cada vez había indicios de lo contrario, es un caso preocupante de auto engaño sistemático.
No estoy hablando del intento de adaptarse a la realidad del nuevo gobierno, lo que para muchos sectores es una necesidad. Adaptarse, buscar convivencia e incluso construir coincidencias son actitudes realistas y no hay que confundirlos con oportunismo y sumisión. Pero todo esto, que puede ser necesario para sobrevivir, nos funcionará mejor teniendo conciencia de los peligros que significan la característica del próximo presidente y de su círculo interno que va a tomar las decisiones, aunque no necesariamente de manera formal, transparente y sujeto a rendición de cuentas.
Más vale tener claro lo que viene y estarse preparando para defender la libertad de expresión, la transparencia, la independencia y profesionalidad de las instituciones, el funcionamiento de los controles y balances del poder.
La sociedad y sus manifestaciones organizativas, mediáticas, gremiales y académicas tienen el deber de enfocarse en esta fase de transición en el estado critico en que el FMLN está entregando el gobierno, los servicios públicas y las instituciones y de todas sus instituciones. Pero mucho cuidado: la coincidencia que la ciudadanía crítica puede encontrar con la crítica que el gobierno entrante manifiesta justificadamente al ejecutivo saliente, es coyuntural y no debe desviar nuestra atención de la manera cómo arranca la administración nueva. Necesitamos tener, desde el primer día, un escrutinio, no solo del desastre del gobierno saliente, sino de los primeros pasos del gobierno entrante: la composición de su gabinete de gobierno; la selección de los cientos de cuadros de confianza. Las estructuras creadas por los gobiernos anteriores en Casa Presidencial, en el gobierno y en las autónomas para facilitar y encubrir corrupción, ¿las van a usar así como las encuentran o las van a limpiar o erradicar? Por ejemplo las Secretarías de Transparencia, de Gobernabilidad o de Comunicación en Casa Presidencial; o el FOVIAL que ya no cumple la misión para la cual fue creado; o el INE, que sirve para esconder del escrutinio institucional y público las ganancias de la geotérmica… para solo mencionar algunos ejemplos.
Todo esto hay que monitorearlo críticamente desde el primer día, y para hacerlo no hay que nublarse la cabeza con expectativas ingenuas tipo “peor que el Frente no lo pueden hacer” o “como ya no van a estar los comunistas, todo será mejor”.
(Posdata: Para publicar este artículo, este martes no sale Carta de Paolo.)