Las 100 familias que en mayo de este año fueron desalojados del Espino sobrevivieron (no sé cómo) los 5 meses del invierno en un campamento precario cerca de la Cancillería – y todavía están ahí. No son usurpadores de tierra, nacieron en esta finca, como parte de la Cooperativa El Espino. Ni los desarrolladores que reclamaron estos terrenos, porque habían entregado a gobierno otros para construir la Diego de Holguín; ni a alcaldía de Antiguo Cuscatlán; ni el gobierno central han sido capaces de crear condiciones dignas, humanas y saludables para un grupo de no más de 100 familias. ¿Qué piensan ustedes que detiene a esta gente en nuestro país? ¿Por qué no se van a unir a una caravana de desesperación, si de todos modos van a dormir en la intemperie? Tal vez porque algunos de ellos por lo menos tienen algún tipo de trabajo, aunque sea informal. ¿Pero los que ni esto tienen?
¿Qué hacen ustedes, los gobernantes locales y nacionales, para darles incentivos de quedarse? ¿Qué hace la sociedad en su conjunto? No me digan que un municipio como Antiguo Cuscatlán, el más próspero del país, no puede absorber a 100 familias desalojadas, que siempre han sido parte de municipio? Tampoco me digan que el gobierno central no se puede hacer cargo a construirles viviendas, en vez de tratar de convenceros a mudarse a La Campanera.
Centenares de otras familias son desplazadas de sus viviendas y comunidades por la violencia. Unas huyen de las pandillas, otras de los operativos policiales – la mayoría de ambos. Pero el gobierno ni siquiera reconoce que existe el fenómeno masivo de desplazamiento interno, porque no coincide con la imagen propagandística que quiere vender de que nunca ha perdido control de muchos territorios. Muchos de estos desplazados ya han buscado llegar a Estados Unidos sin permiso migratorio. ¿Qué los detiene ahora que surge la opción de un éxodo colectivo, que sustancialmente baja los riesgos de viaje?
Si ustedes, los gobernantes, no responden a estas emergencias, la caravana de 300 personas que salió en estos días de El Salvador no será la última. Y las complicaciones que ya se están dando con Estados Unidos serán mucho más profundas…
Sumen a estos desplazados por violencia las familias que cada invierno son víctimas de inundaciones y cada vez pierden lo poquito que tienen – y pronto también la paciencia y la confianza en que ustedes, los gobernantes de sus municipios y de su país, en algún momento van a atacar de fondo la vulnerabilidad permanente en que ellos (sobre)viven. ¿Cómo los van a convencer a no unirse a la próxima caravana? ¿Con discursos y buenos consejos?
Hago extensa esta carta y estas preguntas a los futuros gobernantes, a los que pretenden gobernar luego de las próximas elecciones. ¿Cómo piensan afectar la vida de estos grupos vulnerables para que no tengan que ir a romperse la madre en las fronteras militarizadas de México y Estados Unidos?
Saludos,