La oposición venezolana perdió las
elecciones de gobernadores (en 17 de los 23 estados) por dos razones:
por un descarado fraude efectuado por la autoridad electoral controlada
por el partido chavista; y por la abstención de una parte de la
oposición, que ya no cree en elecciones y anticipaba el fraude.
Elecciones en dictaduras -y nadie duda a esta altura que el régimen de Maduro es una dictadura- sólo se pueden ganar obteniendo una mayoría tan grande que los mejores mecanismos del fraude no alcanzan. Así ganó en 1988 el NO opositor el plebiscito sobre la permanencia en el poder de Pinochet. Así salió Uruguay de la dictadura, con plebiscitos y elecciones con participación opositora tan fuerte la cual el régimen no podía compensar con fraudes. Y así logró la oposición venezolana en 2015 elegir una Asamblea Nacional con mayoría opositora de dos tercios.
En 2015 la oposición venezolana estaba más unida que nunca. Pero luego, al ver que ni las masivas protestas ciudadanas en las calles podían defender la Asamblea Nacional electa contra los golpes de Estado del gobierno y su Corte Suprema, que le restaban todas sus facultades constitucionales, en el movimiento opositor se generó una controversia: participar o no en las elecciones de gobernadores. La mayoría de los liderazgos y partidos de la Mesa de la Unidad Democrática llegaron a la conclusión de que luego de exigir durante meses que el régimen convocara estas elecciones, no podían darles la espalda cuando al fin fueron convocadas. Pero otra parte del liderazgo llamó abiertamente al abstencionismo, con varios argumentos: primero que Maduro iba a orquestar fraude; segundo, que ir a elecciones iba a “enfriar la calle”, o sea las masivas protestas exigiendo “la salida” de Maduro y del chavismo. Irónicamente, estas movilizaciones, luego de meses en las calles y luego de más de 100 muertos y centenares de detenidos, ya se habían “enfriado” de todos modos.
La MUD organizó sus primarias, postuló candidatos, e hizo campaña. Pero incluso entre los que habían tomado la decisión correcta de que un movimiento democrático tiene que usar siempre las elecciones para enfrentarse a la dictadura, hubo muchos que estaban en esta campaña con la cabeza, pero no con el corazón. El resultado: La oposición no logró movilizar a todas sus bases, a toda esta mayoría absoluta de venezolanos hartos de la corrupción, de la escasez, y de la represión. Aun así la oposición alcanzó mayorías en 16 estados, según las encuestas de boca de urna y cálculos de expertos, pero no mayorías tan aplastantes que vuelvan inútiles los mecanismos de fraude. Sólo en 5 estados el gobierno se vio obligado a reconocer el triunfo de candidatos opositores.
La oposición venezolana tendrá que resolver este serio problema interno, que obviamente corresponde a un problema de ánimo de la gente que está cansada de la represión, de las marchas, de la crisis de abastecimiento… y de elecciones. Porque al final van a tener que salir de la dictadura y de la crisis con elecciones. Sólo muy pocas figuras dentro de la oposición -los más derechistas- apuestan a una salida que no sea electora: una insurrección, una intervención externa, o un golpe de Estado. Estas tres “salidas” no son realistas, y tampoco son deseables ni aceptables, no sólo por el alto costo de vidas y sufrimiento que significarían, sino también porque solamente una salida política, pacífica y electoralmente legitimada generará las condiciones para la reconstrucción de la economía, del sistema democrático y del dañado tejido social del país.
La oposición -y la sociedad en general- necesitan iniciar de inmediato un debate franco y realista sobre cómo recomponer la unidad frente a la dictadura, y como alcanzar una salida política al la crisis. Las condiciones están dadas: El régimen no tiene mayoría popular ni posibilidades de recuperarla; la comunidad internacional está unida en exigir una transición democrática y comienza a aplicar sanciones al gobierno de Maduro que profundizarán su declive. Lo único que falta es una estrategia compartida por toda la oposición política y social, que sea a la vez audaz y realista – y la capacidad de comunicarla a los venezolanos y la comunidad internacional.
El reto es combinar realismo, audacia y unidad. Así como cuando todos unidos ganaron las elecciones en 2015. Y como cuando todos juntos salieron a la calle en 2016 y pusieron a temblar al régimen.
(El Diario de Hoy/Obeservadores)