Queridos amigos:
Berlin es mi ciudad. No nací ahí. No crecí ahí. No pasé mi infancia ahí. Pero es la ciudad donde me convertí en ciudadano pensante y crítico. La ciudad de Berlin de la guerra fría, del muro, pero también de la rebelión estudiantil del 68 donde me nació vocación a la política, el periodismo, la literatura y la rebelión.
Berlin es mi ciudad. No nací ahí. No crecí ahí. No pasé mi infancia ahí. Pero es la ciudad donde me convertí en ciudadano pensante y crítico. La ciudad de Berlin de la guerra fría, del muro, pero también de la rebelión estudiantil del 68 donde me nació vocación a la política, el periodismo, la literatura y la rebelión.
El Breitscheidplatz (Plaza Breidscheid), a la sombra de la Gedächtniskirche (Iglesia Memorial) que con su campanario-ruina y su nave moderna simboliza al mismo tiempo la guerra y la reconstrucción de Alemania, para mi ha sido escenario de fiestas inolvidables, pero también de manifestaciones donde nos enfrentamos a la guerra de Vietnam, al pasado nazi de nuestros padres y a los antimotines.
En esta plaza, como en cada diciembre convertida en mercado navideño, el terrorismo islámico golpeó a esta ciudad cosmopolita y multicultural. El atentado, cometido con un camión que echaron encima a los visitantes de este mercado navideño, es un atentado contra lo que simboliza Berlin: la libertad.
Así lo sentí yo. Así lo sintieron mis amigos que siguen viviendo en Berlin. La reacción de los berlineses fue unánime: “Jamás vamos a permitir que el terrorismo nos obligue a cambiar nuestra forma de vida. La única defensa aceptable es más democracia, más pluralidad, más libertad.”
La capital europea de las fiestas sigue de fiesta. Sus habitantes, al tiempo que condenan al terrorismo, rechazan las voces que gritan por más Estado policíaco, por restricciones a las libertades, y por políticas contra los inmigrantes y refugiados que huyen de las guerras en Medio Oriente. Su convicción: Solo una sociedad abierta y solidaria tiene la fuerza de resistir los embates del terrorismo y autoritarismo.
Lo mismo está pasando en El Salvador. Ante el asedio de la delincuencia y la incapacidad del gobierno de enfrentarla con políticas que va a las raíces del problema, muchos gritan por más represión, más militarización de la policía – al fin, por una democracia más restringida. Pero también hay muchos que reaccionamos como los berlineses: No queremos defender nuestra libertad restringiéndola. No queremos un Estado de policía. No queremos una policía militarizada.
Navidad es buen momento para hacer esta reflexión. Alemania está bajo asedio de los populistas, pero la canciller Angela Merkel se niega a aplicar políticas de mano dura contra todos los inmigrantes y refugiados, sólo porque algunos atacan los valores de libertad y pluralismo. Su receta no es exclusión, sino más inclusión, contrario a lo que Donald Trump predica en Estados Unidos y a lo que FMLN practica en El Salvador. Los enemigos de las sociedades abiertas y plurales quieren aprovechar la crisis de seguridad para construir sociedades con menos libertades. No les hagamos el favor.
Felices fiestas, a pesar de todo.
(MAS!/El Diario de Hoy)