Frecuentemente me preguntan: ¿No tenés
miedo que las opiniones tan críticas y controversiales que publicás te traigan persecución
política o ataques violentos?
Mi respuesta es: No. Confío plenamente en
la vigencia de los grandes logros de la postguerra: la sanción a la violencia
política y la libertad de expresión y de prensa. Ambos están protegidos, no sólo
por la Constitución, sino por un amplio y sólido consenso nacional, que tiene
sus raíces profundas en la transición de la guerra a la paz.
Tenemos cualquier tipo de violencia, pero
la violencia política en nuestro país no encuentra el campo fértil que tiene en
el resto de la región, desde México a Colombia y Venezuela.
Igual: en El Salvador se pisotea
cualquier tipo de derechos, menos la libertad de expresión y de prensa. No hay
censura. No hay asesinatos de periodistas. No hay persecución de periodistas.
La sociedad no permite retrocesos en esta materia.
Hay que ver esto en el contexto de los
Acuerdos de Paz y de la transición de la postguerra. Hay varios de los logros
claves de la paz que hoy sí se encuentran en serio peligro de erosión: La
desmilitarización fue el corazón del proceso de paz y democratización. Consiste
de dos aspectos: Que la Fuerza Armada quede al margen de la política, subordinándose
al poder civil, gobierne quien gobierne. La buena noticia: La Fuerza Armada
cumple a cabalidad esta nueva doctrina. Segundo: Que la Fuerza Armada se quede
al margen de la seguridad pública. Los Acuerdos de Paz marcaron una clara línea
entre seguridad nacional y seguridad pública. En la primera se enmarca la
Fuerza Armada, en la segunda la nueva policía con apellido CIVIL.
La mala noticia: Esta nueva doctrina no
está siendo cumplida. Y no es la Fuerza Armada que la viola, sino el gobierno,
e irónicamente el gobierno del FMLN.
Pero el principal problema de la nueva militarización no reside en el rol de la FA, sino en la militarización de la policía: Hoy la PNC tiene batallones especiales, y opera con armamento y movimientos militares, que tienen como metas no la prevención y la detención, sino buscan provocar enfrentamientos y liquidar. Y lo que más alarma debe causarnos: ejecuciones extralegales y el surgimiento de grupos de extermino con nexos en la policía y en las estructuras del FMLN.
Y aquí, lamentablemente, el periodismo no
asume a plenitud su rol de investigación y crítica. No por falta de libertad,
sino por falta de vocación – y también por que no se fomenta suficientemente la
iniciativa propia y el criterio de independencia de los periodistas en sus
medios.
No hay censura, pero hay autocensura. Y opera
lo que podemos llamar “populismo mediático”, que no se atreve a ir contra
corriente, sino trata de expresar y fomentar las frustraciones y los resentimientos
populares.
En otro dilema, no menos grave, se encuentra
la justicia. El proceso de paz generó un imperativo nuevo: erradicar el uso
político de la justicia y las persecuciones políticas. Pero en los últimos
años, está renaciendo este viejo fantasma: Nuevamente, la justicia está siendo
usada para persecución política. Los casos de CEL-ENEL y del ex presidente
Flores se han manejado con intenciones y métodos políticos, creando
pre-condenas mediáticas que impiden juicios penales justos.
En el actual “caso tregua”,
lamentablemente la fiscalía general usa el mismo método: fabrica una acusación
eminentemente política, dirigida contra una política pública de un gobierno
anterior, pero como no las puede calificar como delitos aterriza en
imputaciones de delitos concretos de menor escala y con pruebas muy débiles,
viciados o inexistentes. Esto da para una impactante acusación mediática y política,
da para una precondena – pero no para una
acusación penal sostenible.
Es en este contexto que hay que ver la crucial
importancia de la libertad de expresión.
Los peligros que observamos -la nueva
militarización, la erosión del carácter civil de la policía, y la politización
de la justicia- nos obligan a ejercer con más rigurosidad e independencia la
libertad de expresión y de prensa, para poder defender los logros del proceso
de paz.
En esta situación es indispensable no sólo
defender la libertad de expresión y de prensa contra tentaciones autoritarias,
sino hay que profundizar estas libertades, estableciendo y ampliando el derecho
ciudadano a la información y la transparencia.
Si queremos enfrentar con éxito las
tendencias autoritarias, la labor de la prensa y la presión ciudadana son
indispensables. Hace falta que produzcamos más investigación periodística, más
debate, más pensamiento crítico en los medios.
Hacer uso ofensivo del derecho a la
información y de la libertad de expresión no son privilegios de los comunicadores,
son imperativos y deberes ciudadanos.
*Nota: Versión editada de una ponencia en
“Great Talks”, el 7 de junio 2016
(El Diario de Hoy-Observadores)