En especial: al Estado y Gobierno
salvadoreño, Miembros de Pandillas, Privados/as de
Libertad de origen común y a todos los
Miembros que integran el nuevo
"Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia".
El mal solo perdura cuando los hombres
buenos no hacen nada.
Albert Einstein
Atendiendo el sentir y clamor desesperado de la ciudadanía y con el
propósito de contribuir a responder a las expectativas de paz de todos los
salvadoreños/as y para evitar que aquellos que hoy se expresan en pro de ella
vayan a caer en situación de desgaste predicando solo buenas intenciones pero carentes
de propuestas y acciones concretas mientras
la situación de violencia sigue igual o peor; quiero, desde la humildad de mi
condición de ciudadano, sugerir a todos los que pueden contribuir en la
solución de este conflicto, el inicio cuanto antes de un diálogo sincero,
valiente, constructivo e incluyente que considere también a las pandillas. Es
hora de deponer posiciones principistas como la de que "no se puede hablar
con criminales", cuando en este caso, ellos pueden contribuir a la
solución del problema. De hecho, el mismo Estado ya lo hace por medio de la
Fiscalía desde hace tiempo, al ofrecer beneficios penales a los delincuentes
por su colaboración. No debemos olvidar que posiciones anacrónicas como estas,
son las que en el pasado provocaron que el conflicto armado de los ochenta se
prolongara por tanto tiempo y cobrara la pérdida de miles de vidas y más y
mayor destrucción del país. Fue hasta que se dialogó con los "delincuentes terroristas o Terengos”,
como nos llamaban, que se logró la paz.
A fin de volver proactivo y productivo el diálogo sugerido, separado
de toda burocracias que produce libras de papel para llenar bolsones, propongo un mecanismo de abordaje real y
concreto de la problemática. El mecanismo consiste en desarrollar una "agenda trenzada, de desarrollo
simultáneo de manera unilateral", que posibilite construir propuestas
que se puedan convertir en entendimientos o acuerdos - porque un diálogo sin
entendimientos no tiene ninguna validez - que permitan ir superando de manera
gradual y progresiva la situación de violencia que afecta a todos los
salvadoreños/as, para irle devolviendo a nuestro querido país la paz y la tranquilidad
que tanto anhelamos.
Por la necesidad de actuar con el mayor sentido de responsabilidad,
dado el valor estratégico de la propuesta, no voy a incluir en esta carta los
contenidos de la agenda que propondré. De manera privada, la hare llegar al Consejo
Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia así como a las Pandillas, para
que la analicen y se pronuncien sobre su contenido, en cualquiera de las
formas: si la aceptan, la modifican o la rechazan; solo así se podrá medir el
grado de genuinidad del espíritu de Paz con el cual dicen actuar. Pido a los
medios de comunicación su comprensión y respeto al derecho a la privacidad que
un asunto tan delicado como este requiere, dejo a los destinatarios de la misma
la opción de hacer, o no, público su contenido.
No se puede seguir ocultando o minimizando la realidad, la
violencia, la inseguridad y la criminalidad representan desde hace varios años
el principal problema que aqueja a los salvadoreños; y no es para menos, la
vida de un poco más de 53 mil compatriotas se ha perdido en los últimos 20 años
por estas causas. Según algunos estudios, dos mil millones de dólares se
pierden por año en el país por efecto de la violencia. Por la misma situación
de inseguridad, nuestra economía se constriñe y su crecimiento anual no
sobrepasa el 2%. La población - principalmente la que vive en los barrios y
colonias menos favorecidas - vive angustiada, presa del temor y con la zozobra
permanente de ser víctima - ella o sus hijos - de algún acto delictivo en su
casa, la colonia, la calle, en el bus, la escuela, la cancha deportiva, en el
centro de trabajo, hasta en la iglesia a la que asiste, inclusive.
Desde que el fenómeno de violencia - principalmente la juvenil -
comenzó a golpear con mayor fuerza a la nación, en miles se pueden contabilizar
las cuartillas que se han emborronado con estudios, análisis y diagnósticos
tratando de caracterizar el fenómeno; Decenas de miles de dólares se han pagado
a expertos para que "analicen" la situación y sugieran soluciones. Estamos
pues, ante un fenómeno que está sobre estudiado y diagnosticado. Pero nada de
eso ha dado resultado, la violencia ha crecido de manera indetenible, tanto,
que hemos alcanzado en años anteriores los 70 homicidios por cada cien mil
habitantes; más de 4 mil asesinatos por año y una tasa de entre 12 y 14
homicidios diarios, lo cual nos ha colocado como el segundo país más violento
de toda la Tierra.
La Cooperación externa, de acuerdo a estudios que han circulado en
últimos días, estima haber invertido en El Salvador en los 12 años anteriores
en programas de prevención de violencia cerca de 700 millones de dólares (un
promedio de 58 millones por año). La empresa privada ha revelado recientemente
que su inversión anual en programas de responsabilidad social empresarial,
sobrepasa los 600 millones de dólares por año, monto del cual invierte buena
parte en programas de reducción de vulnerabilidades y prevención de violencia.
Las municipalidades reciben el 8% anual del Presupuesto General de la
República, 350 millones de dólares aproximadamente, del cual se supone
invierten una parte en desarrollo y prevención de violencia. El presupuesto del
Ministerio de Justicia y Seguridad Pública sobrepasó los 350 millones de
dólares en el año 2014. Toda esta inversión y qué resultados se han obtenido.
Solo más violencia.
La falta de eficacia en la acción para prevenir, contener y
disminuir violencia, se debe a que todos los que hasta hoy han intervenido en
el tema para encontrar soluciones han estado orinando fuera de la bacinica. Han pretendido resolver problemas
nuevos con viejas recetas y, en muchos casos, no han tenido la voluntad genuina
de querer resolverlos, o les ha faltado la suficiente Valentía Moral para desarrollar acciones que podrían ser "mal vistas".
Con pocos recursos y en poco tiempo, el proceso de pacificación derivado de la
tregua experimentó resultados exitosos. Hizo posible reducir la tasa de
homicidios de 14 a 5 diarios en cuestión de días y, a lo largo de 15 meses, ha
impedido que se perdiera la vida de alrededor de 6080 salvadoreños.
Con la llegada del nuevo Gobierno - surgido de elecciones en segunda
vuelta en marzo de 2014 - al fenómeno de la violencia se le ha dado mayor
énfasis en su tratamiento si se le compara con el que le dio el Gobierno anterior.
El mismo Presidente Salvador Sánchez Cerén, en su discurso inicial, ofreció
ponerse al frente de un programa contra la violencia.
En pantallas de televisión, micrófonos de radios y en periódicos
escritos y digitales se puede ver, escuchar o leer las constantes declaraciones
del Ministro de Justicia y Seguridad, Benito Lara, sobre el tema de seguridad.
Nadie puede hoy aducir que éste esté siendo ignorado, además, dicho sea de
paso, con un buen manejo mediático, cargado de buenas voluntades y deseos. No
obstante el rimbombante manejo que se ha hecho del despliegue de la
"Policía Comunitaria", la cual se ha pretendido vender como "la
pastilla que cura todos los males", la situación operativa no parece
cambiar. Las acciones de "Mano dura" continúan dominando el accionar
policial, siguen con los grandes operativos y capturas masivas y más pandilleros
continúan falleciendo en los supuestos ataques a la Policía.
Las Pandillas y los Privados/as de Libertad de origen común, también
han mantenido la retórica de expresar buenas voluntades y de querer contribuir
en la solución del grave problema de violencia; de la cual no solo se consideran
victimarios, sino, víctimas también. No obstante, la situación de seguridad en
las calles y colonias se sigue deteriorando cada día desde que hubo cambio de
Ministro en mayo de 2013. La tasa de homicidios se ha recuperado de 5 diarios en 2012 y 2013 a un promedio de 12 en
la actualidad. Solo en lo que va de este año han sido asesinados 33 policías y
18 soldados. Ha resurgido con fuerza el homicidio de motoristas, cobradores y comerciantes.
Según fuentes policiales, en este año los fallecidos por causas de la violencia
sobrepasan los tres mil. Los centros escolares sufren nuevamente del acecho y
el asedio a los estudiantes y maestros. El reclutamiento, la adquisición de
armas, la disputa y expansión de territorios se han recrudecido en los últimos
días y, muy a menudo, se conoce de la quema o ametrallamientos de unidades del
transporte público.
Entre más policías y soldados fallezcan en acciones donde hay clara
participación de Pandillas y entre más Pandilleros y Mareros mueran en acciones
donde ha participado la Policía, más se obligan ambos a mutar y a elevar la
escalada de la confrontación bélica, favoreciendo así únicamente a los que
están en contra de la paz y a favor de la guerra, porque se lucran de ella. Con
otros actores, ese camino ya fue recorrido en el siglo pasado en El Salvador
con nefastas consecuencias, no volvamos a cometer los mismos errores. Entonces,
¿Cómo se resuelve esto? Ya está de sobra probado: dialogando y concertando. No dejemos que la maldad, la cobardía, el
cálculo político y lo emocional, nos obligue a repetir una historia que nadie
quiere volver a vivir.
El 29 de septiembre de 2014, emulando experiencias de otros países,
y de anteriores administraciones, donde esta modalidad solo ha producido
modestos resultados, se le dio partida de nacimiento a un nuevo "Consejo
Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia" para que trabaje
alternativas contra la violencia. Por la necesidad urgente de contar con
alternativas a este flagelo, debemos de trabajar para que en El Salvador este
Consejo no fracase y, para ello, es necesario otorgarle el beneficio de la duda
y brindarle todo el apoyo que sea posible y necesario.
No obstante, este Consejo debe entender que lo que todos esperamos
de él son propuestas realistas de solución y no que sus voceros pierdan el
tiempo en cuestionar, descalificar y desmarcarse del proceso que fue iniciado
en 2012. Criticar ahora la tregua y el proceso de pacificación derivado de
ella, con sus aciertos y desaciertos, sin proponer alternativa, es caer en
condiciones de miseria humana. Más bien, el Consejo debe emprender cuanto
antes, acciones que den resultados en el menor tiempo posible. La población
espera con impaciencia para ya, no para dentro de dos, tres, cuatro o cinco
años, resultados que se traduzcan en más seguridad, menos homicidios, menos
extorsiones, menos robos, menos hurtos, menos desapariciones. En cuestiones de seguridad pública, el
tiempo que se pierde no es oro, sino vidas humanas.
El Salvador, 30 de octubre de 2014.