Por esto, los más pragmáticos y menos rebeldes de la siguiente generación buscan entrar a la clase política por la suave, sin amenazar a nadie. El problema de esta estrategia: aunque logren colarse, no hacen diferencia. Hay relevo de personas, pero no de ideas.
De vez en cuando alguien (o un grupo) encuentra la forma de abrirse espacio en un partido de una forma que no provoca resistencia: asumiendo tareas que nadie quería asumir. Ocupar terreno donde no hay quien defienda posiciones. Esto, interpreto yo sin conocer el proceso interno, es el caso de Nayib Bukele en el FMLN. Si hubiera hablado en voz alta de "relevo generacional" o de "renovación", exigiendo que la vieja guardia le ceda parte de su poder, no hubiera llegado a nada. Pero astutamente evitó esto. Pidió una alcaldía que nadie quería porque parecía imposible ganarla: Nuevo Cuscatlán. Además, no parecía una plaza muy importante. ¿Quién quiere ser candidato a alcalde de Nuevo Cuscatlán? ¿Quién está dispuesto de poner su propio pisto para la campaña en un pueblo sin gran trascendencia? Bukele estuvo dispuesto.
Agarró la candidatura sin desplazar a nadie. Sin convertirse en peligro para nadie dentro del partido. Tiene la capacidad de conseguir el dinero necesario, lo invierte de manera eficiente, y gana. Pero no sólo esto: Se encarga de ampliar el rango de la influencia del partido adonde hasta la fecha nadie había trabajado: los jóvenes, sobre todo de clase media, muy alejados de partidos; la generación crítica, las redes sociales...
De esta manera, el hombre ocupa dos espacios dentro de su partido FMLN: una alcaldía arrebatada a la derecha, y una especie de vocería hacía los jóvenes, sin desplazar a nadie. Sin pleito. Agarra la alcaldía, sigue movilizando recursos, y comienza a convertir al pueblo en municipio modelo. Pone una clínica, da becas, levanta una administración eficiente. Cosa difícil o extremadamente costoso para hacerlo en Mejicanos o Soyapango, pero perfectamente factible en un municipio pequeño como Nuevo Cuscatlán, de apenas 8 mil habitantes. Mostrando la inusual habilidad de combinar un discurso socialista con capacidad y eficiencia empresarial, Nayib Bukele, aparentemente de la nada, se vuelve la nueva estrella en el firmamento de un partido que normalmente no permite ni estrellato ni renovación ni mucho menos a manos de un joven ricachón. Mientras el partido monta, con grandes problemas, su fórmula presidencial de Sánchez Cerén y Oscar Ortiz, ya se menciona a Bukele como la carta para el 2019.
No es de la nada que cae. Es un plan, una estrategia, con dinero listo a invertir, con una agencia de publicidad a la disposición, y con sus propias alianza familiares, políticas y empresariales.
De esta manera, Bukele logra ocupar un importante espacio en el partido, en la opinión pública. Lo que está haciendo es llenar un vacío, o varios vacíos. Hay en el FMLN, pero no solamente en el FMLN, un terrible vacío de liderazgo juvenil, de renovación, de frescura. Estamos presenciando que Nayib Bukele ha encontrado la forma de llenarlo, sin rebelión, sin desplazar o cuestionar a nadie dentro del partido, sin armar grandes debates interno. Lastimosamente, también sin proponer nada nuevo. Cambia el lenguaje, pero no la retórica populista. Pero esto del lenguaje es muy importante, porque aunque parezca totalmente improbable, Bukele logra comunicarse incluso con los grupos de jóvenes que se movilizaron contra la partidocracia, contra la corrupción, contra el populismo, en pro de la transparencia y del relevo generacional...
De esta manera Bukele logra opacar a los liderazgos genuinos que este movimiento generacional desarrolló cuando asumió la defensa de la Constitución en las calles, en las universidades y en las redes sociales. Por lo menos logra crear confusión en el público, sobre todo entre los jóvenes.
Es una muestra del fracaso de esta generación de líderes que surgió en los últimos años. Tuvieron la oportunidad de llenar ellos el vacío en la clase política y de luchar por un relevo generacional y de ideas. El país estaba listo, pero ellos no. No querían ensuciarse las manos metiéndose en política. Dejaron que lo hagan otros, como Bukele, que no tienen estos escrúpulos.
La operación Nuevo Cuscatlán de Bukele y del FMLN parece copia de una idea que discutimos hace 2 años con un significativo grupo de jóvenes que estaban al punto de entrar en política para renovarla. La idea era que como generación, como sector de profesionales jóvenes, se hagan cargo de una alcaldía: primero llevando a cabo una campaña electoral diferente, y luego de gobernarla con criterios nuevos. Para mostrar de lo que son capaces. Para mostrar que hay manera de componer los municipios. Pero estábamos discutiendo nada menos de Soyapango, y les dio miedo: demasiado grande el paquete, demasiadas resistencias a vencer.
Bukele se atrevió y se convirtió en figura nacional. Pero no puede llenar el vacío de liderazgo de su generación. El vacío sigue existiendo. El relevo sigue siendo un reto pendiente.
(El Diario de Hoy)