Esa es la impresión triste que causa el reportaje videográfico que publicó El Faro de una reunión en La Luna, donde se dieron cita todos los artistas que se sentían ofendidos por la decisión del presidente de despedir a Breni Cuenca de la cartera de Cultura. Frustración, rabia, tristeza y, sobre todo, impotencia y falta de decisión. Es genial el título que dieron a este reportaje: "Y ahora, ¿cuál es el plan, capitán?"
Resulta que no hay plan ni mucho menos capitán. Esta patética reunión tuvo lugar un día después de la sustitución de Breni Cuenca. A los protagonistas se nota que todavía estaban bajo efecto del trauma: ¡Los agentes del cambio despedidos por el presidente del cambio! Ahora ha pasado un mes, y ni la ex-Secretaria de Cultura, ni sus ex-directores que medio renunciaron, medio fueron despedidos, ni nadie de los artistas ofendidos ha presentado una propuesta a los cientos de artistas, escritores, teatreros, bailarines, trabajadores de cultura afectados por la acefalía de la Secretaría de Cultura y por el cinismo de Casa Presidencial.
Proyectos e instituciones culturales se han quedado paralizados. Muchos se han quedado sin contratos y pagos, y en la acéfala Secretaría de Cultura no hay nadie que puede arreglar la situación de los artistas y que han quedado literalmente colgados de la brocha. La Compañía Nacional de Danza es sólo un ejemplo. Los bailarines están ensayando diariamente, sin saber quién va a responder por sus contratos, salarios y gastos.
Los que hasta hace poco han manejado la cartera cultural del Estado, se quejan de su situación, pero no han asumido el compromiso de defender su proyecto cultural (y los intereses de los artistas involucrados) en la arena pública y política del país.
Es increíble: Entre todos los artistas e intelectuales afectados y ofendidos por la manera cómo el poder presidencial los trata a ellos y la cultura, no son capaces de articular una acción colectiva contra el gobierno que todos ellos denuncian, en los cafetines y blogs, como autoritario, arrogante e indiferente a la cultura...
El dilema que los tiene paralizados es el siguiente: Están en contra de cómo actúa este gobierno, pero no quieren convertirse en opositores. Como el gobierno es "de izquierda", tienen miedo que, una vez que asumen posturas de crítica y oposición, los tilden de derechistas. No quieren verse en mala compañía con otros que hemos criticado este gobierno "del cambio" desde el principio. El miedo de que les digan '"traidores" los hace traicionar su propia causa y la decencia...
Entonces, que no anden llorando. Si son tantos los descontentos, pero no tienen el valor de convertirse en un problema para el presidente, entonces tampoco hubieran hecho nada útil continuando en la Secretaría de Cultura. Si tienen un proyecto coherente, ¿cuál es el problema de articularlo y empujarlo desde la oposición a un gobierno que los expulsó?
¿No hemos sido oposición toda la vida, y no es la crítica nuestro arma principal como intelectuales? ¿No es la crítica un elemento fundamental para la cultura? ¿Entonces, por qué no la usan ahora, en público, para defender un proyecto político y cultural? No me van a decir que uno tiene que estar en el gobierno y ser amigo del presidente para desarrollar un proyecto cultural (y político) verdaderamente de izquierda, o sea crítico, rebelde, creativo y autónomo...
(El Diario de Hoy)