Las mejores series son las que uno desearía que sean interminables. Porque uno se enamoró de los protagonistas, del lugar, del ambiente que crea con sus escenarios o la magia de la luz…
Una de las series que lo secuestran a uno es “Ozark”. Tiene 44 episodios. Voy por el 33 y me deprime sólo pensar que terminará. Cada noche estoy entre ver un capítulo a la vez, para que no se termine, y la ansiedad de ver el siguiente.
¿Qué es lo que hace “Ozark” tan adictivo?
Tiene un excelente elenco, donde destacan Jason Bateman y Laura Linney como la pareja Marty y Wendy Byrde, quienes para evitar que un cartel de narcos los mate a ellos y sus hijos se comprometen a construirles una mega lavadora de pisto en un lago en Missouri. Pero la verdadera revelación es Julia Garner, una actriz de 27 años del Bronx de New York, que de manera magistral nos crea el personaje de Ruth Langmore, hija de una familia de red necks dedicada a crímenes de poca monta – pero que de la mano de los Byrde se vuelve al mismo tiempo más honorable y una criminal más profesional…
Con esta aparente contradicción ya estamos en el corazón del tema, del cual “Ozark” saca su trama, su drama, su humor y su capacidad de sorprendernos y hacernos reflexionar. Esta serie no es la clásica historia de “buenos” versus “malos”. Aquí (casi) todos son malos, en el sentido que son malos los que se dedican a delinquir: la pareja que lava millones para los narcos, sus hijos cómplices, un sindicalista mafioso retirado que varias veces les salva la vida; los agentes encubiertos del FBI y el sheriff; el predicador y los senadores estatales corruptos; los narcos mexicanos y su abogada chele; los hombres rudos de la mafia de Kansas; los familiares de Ruth y ella misma; una pareja asesina de granjeros que cultiva amapola para producir heroína…
Sin embargo, en el “mundo Ozark” no todos los criminales son malos. O más bien, dentro del universo de criminales hay una lucha permanente entre lo bueno y lo malo, lo ético y lo incorrecto. De este lucha, de la relatividad de las categorías bueno-malo o criminal honorable vive la trama de “Ozark”.
La joven Ruth, por más que se vuelve partícipe importante de la mega operación de lavado de dinero (con bares, una morgue, dos casinos y un hotel), va desarrollando una ética muy propia pero profunda, que la pone en contradicción con toda su familia acostumbrada a robar a todos parejo. Llega a matar a sus dos tíos para evitar que ellos asesinen a su patrón Marty Byrde.
Los Byrde, en cada episodio, se vuelven criminales más profesionales y útiles para los narcos, pero nunca se convierten en malos a los cuales uno puede odiar. Por el contrario. Los únicos que realmente son malos-malos, casi inhumanos, son los agentes del FBI, la granjera que asesina a su esposo asesino, el capo del cartel y sus matones. Hasta Helen, la abogada del cartel al cargo de supervisar la lavandería de Ozark, una mujer super fría y calculadora, de repente revela emociones y conflictos morales…
No sé si haga buena propaganda a esta serie con estas reflexiones sobre la relatividad de lo malo y criminal en el “cosmos Ozark”, donde algunos malos resultan buenos, sin dejar de delinquir; y algunos buenos resultan los más crueles o fariseos. No es que “Ozark” defienda lo criminal, sino que muestra que lo bueno y lo malo habitan juntos. Poca gente es sólo mala o sólo buena.
El lago Ozark |
“Ozark” es un universo habitado de malos buenos, buenos malos y locos cuerdos. Recomiendo esta serie de corazón y también de mente racional. Además está muy bien hecha, fotografiada, musicalizada y superbuenamente actuada. Ozark es un universo de personas en la que todos cometen errores y delitos, pero no todos son malos. O son malos que de todos modos terminamos amando.
No es fácil filmar una serie sobre moral sin moralizar…
Disfruten la serie. Saludos,