Nacío
en el 1957 en El Carmen en La Unión. Emigró para Estados Unidos en 1986. En el
1990, luego de 4 años de vendedor informal, funda en Washington la empresa Rio
Grande, que comienza a distribuir productos alimenticios latinos en Estados
Unidos. En el 1996 inicia la producción en El Salvador, con seis empleados en
Santa Tecla. Hoy emplea 400 trabajadores en su fábrica en San Martín, y otros
250 en sus operaciones agrícolas en el departamento La Paz. Produce en El
Salvador para Estados Unidos y Canadá. Este año se inscribió en el PDC para
postularse como candidato a diputado en San Salvador.
Paolo
Lüers: Todos se quieren ir del país. Y tú haces lo contrario: teniendo éxito en
USA, montas una fábrica en El Salvador. Teniendo éxito con esta empresa, que
produce y exporta 60 mil pupusas al día y similar número de tamales, compras
tierras en el departamento La Paz y montas una ganadería, que ahora es una de
las más eficientes del país. Y además comienzas a cultivar maíz a escala
grande, con sistemas de riego innovadores. Ahora te metes en política y corres
por una diputación. ¿Por qué todo esto, si estabas bien en Estados Unidos y en
la vida empresarial?
Josué Alvarado en su fábrica Rio Grande en San Martín |
Josué Alvarado: En primer lugar, porque amo
este país. La mayoría de los salvadoreños en Estados Unidos, cuando llegamos a
la mayoría de edad, comenzamos a ver cómo regresar al país, aunque sea para
vivir la vejez…
Pero
tú no viniste a El Salvador en plan de retiro. Las inversiones tuyas en El
Salvador, ¿son un gesto de amor al país, o es una inversión para hacer
ganancias como cualquier empresario? O sea, ¿es viable invertir y producir en
ES?
Sí es viable y se puede ganar dinero, a
pesar de las condiciones adversas. Y si mejoramos un poco las condiciones, este
país lo sacamos adelante.
Entonces,
este tu modelo de una pata en Estados Unidos, la distribución, y la otra en El
Salvador, la producción, ¿te funciona?
Me funciona. Yo produzco aquí y nuestro
mercado está en Canadá y Estados Unidos, aunque también comenzamos a vender
aquí. Y todavía estamos expandiendo la producción, a pesar de que el país no
ofrece el mejor escenario. El costo de electricidad y gas es demasiado alto, y
el costo de seguridad te complica todo. Esto nos desfavorece dramáticamente.
Pero esto se compensa por la dedicación que tienen nuestra gente al trabajo.
¿Te
hubiera salido más barato producir en otra parte de Centroamérica?
Tal vez sería más barato. Pero nosotros
nacimos en el mercado de los salvadoreños en Estados Unidos, y es una gran
ventaja que lo que vendemos sea “Made in El Salvador”. Hay un potencial grande,
siempre cuando logremos hacer la conexión con el potencial económico de los 3
millones de salvadoreños en el exterior; siempre cuando sepamos producir lo que
ellos buscan en nuestro país, y con valor agregado; y siempre cuando se
construya un sistema de distribución en Estados Unidos, que llegue a todas
partes donde hay gente nuestra. Una vez que los productos penetran con los
salvadoreños, dan el salto para todos los latinos. Y en el caso de Rio Grande,
se convierten en productos para el público americano en general.
¿En
cuánto a inversión, también existe un potencial entre los migrantes
salvadoreños?
Muchos quisieran invertir aquí en El
Salvador, pero no son tan aventados como yo, ven más bien los riesgos:
violencia, inseguridad jurídica y política… Las noticias no son favorables para
incentivar la inversión.
¿Y
tú por qué te arriesgaste?
Cantidad de gente me ha dicho que estoy
loco invirtiendo en El Salvador. Comencé chiquito, con poca inversión, pero me
di cuenta que en el país se puede trabajar, invertir, expandir - y ganar
dinero. Mejorando las políticas públicas, sobre todo de seguridad, se puede
abrir espacio a la inversión, se puede trabajar rentablemente, y sobre todo: se
puede cambiar la situación de muchas familias.
Tú
tienes la fábrica de Rio Grande en San Martín, en medio de territorios
disputados por pandillas. Tienes el hato ganadero con más de 1000 piezas y el
cultivo de maíz en el departamento La Paz, en este momento la zona más caliente
del país. En tus tres locaciones estás rodeado de problemas de violencia y
pandillas, pero sigues invirtiendo. ¿Cómo es posible que tú tengas la
experiencia opuesta a la mayoría de empresarios que dicen que ya no aguantan la
situación de inseguridad? ¿Eres mago?
No. Es bien simple: Yo como empresario llego
a estos lugares conflictivos con la conciencia que puedo cambiar la vida de
mucha gente y sus familias. No sólo creando oportunidades de trabajo, sino empleo
estable durante todo el año y bien pagado, con beneficios sociales, bonos,
acceso a salud. Esto genera comercio en las zonas, donde operan mis empresas.
Es una relación de socios con todo una zona, y explica que podamos trabajar y
producir en medio de la más cruda violencia que hay en el país.
El hato de Rio Grande en La Paz |
Entonces,
¿lo que da seguridad a tus operaciones en San Martín y La Paz no es tanto lo
que inviertes en vigilancia, sino más bien la relación con el entorno social
que construyes?
Lo decisivo es convertirse en factor de
desarrollo e inclusión social. Ni que tuviera un ejército me aseguraría
seguridad. Hemos venido a convertirnos en una opción de inclusión, empleo y
desarrollo. La gente ha visto un cambio en su vida y su situación social. Y
nosotros no preguntamos a nadie si es pandillero o familiar de pandillero. Si
quiere trabajar, que trabaje. Yo ni sé cuántos pandilleros tengo trabajando. Lo
importante es que no tenemos problemas de violencia, ni contra la empresa, ni
contra los empleados.
Hablemos
del agro. Levantaste una ganadería exitosa, con más de 1000 vacas de alto
rendimiento. Cultivas maíz para abastecer tu producción en San Martín. Y sigues
invirtiendo en ambas ramas. Si tú lo pudiste hacer, ¿por qué dicen que aquí la
agricultura está condenada a la muerte?
L a apuesta es implementar tecnología y
métodos de eficiencia que me faciliten ser rentable en el agro. Si me pongo a
cultivar confiando que la lluvia me cae cuando la necesite, voy a fracasar.
Entonces, invertimos en un sistema de riego novedoso y en tecnología de
siembra. Esto requiere mayor inversión y mayor capacitación, pero da
resultados. Esto no lo puede hacer cualquier campesino, pero empresas de
agroindustria sí.
Agroindustria,
¿esta es la receta para el crecimiento del agro?
Definitivamente. Nos metimos en ganadería,
porque queremos producir y exportar queso. Nos metimos en el cultivo de maíz,
porque es nuestra materia prima para la producción de tamales, riguas, elotes y
pupusas que exportamos. Es agricultura con valor agregado. Además cerramos
círculos de producción. Los desperdicios del maíz alimentan al hato, e incluso
pueden ayudar a campesinos de la zona, que tienen un par de vaquitas. La
ganadería produce abono para el cultivo. Al rato en el hato vamos a producir
energía biológica y bajar nuestros costos energéticos.
Los maizales de Rio Grande en La Paz |
Entonces,
¿el agro tiene futuro en El Salvador?
Pero sólo con una visión de
responsabilidad social. Cuando quiero todo para mi, estoy haciendo que otro
muera. Ahí está la esencia del asunto. No estoy hablando que como empresario hay
que ser buena gente. Por nuestro propio interés como empresa tenemos que
aportar al desarrollo de nuestros trabajadores y proveedores. Y esto nos
asegura que la comunidad, incluyendo los pandilleros, nos respetan y nos dejan
a trabajar.
Vamos
a la política. ¿Por qué quieres incursionar en la política?
Me meto en política, porque si generamos políticas
públicas viables podemos impulsar inversiones múltiples en el país. Urge
generar estas políticas y corregir las actuales.
Lo
que estás haciendo en San Martín o en La Paz, como un empresario casi
solitario, ¿se puede potenciar con políticas públicas?
Se puede. Y entonces se resolvería la
crisis económica y a la vez la crisis de inseguridad. Para buscar esto, me meto
en política.
Si
logras ser electo a la Asamblea, ¿en qué comisiones te ves trabajando?
Economía, agricultura, y seguridad. En
las tres áreas tengo algo que aportar. En Seguridad por ejemplo tenemos un
proyecto “Trabajando por la Paz”, de prevención y reinserción de jóvenes en
riesgo. En fomento de la exportación y en agricultura yo puedo dar aportes
concretos, porque tengo la experiencia práctica.
¿Qué
rol desearías que tome el Estado en estos asuntos de la agricultura y
agroindustria?
Crear instituciones que apoyen con
conocimientos y capacitaciones al agricultor. No hay un instituto que tenga
seguimiento a las enfermedades o plagas que afectan al ganado o a los cultivos,
antes de que se haga desastre, como en el caso de la roya. No hay un instituto
que diseñe sistemas de riego u otras aplicaciones técnicas. El Estado tiene que
generar esta información y ponerla al servicio de los productores.
Quiero
ir al problema de seguridad. Por una parte, dices que actuar responsablemente
como empresario abona a crear seguridad para tus empresas y tus empleados. Por
otra parte, ¿creaste una fundación que se dedica a prevención y reinserción?
Hace 4 años creamos la fundación
Trabajemos por la Paz. En el fondo se trata de rehabilitación. Vamos a las partes
más conflictivas, en Soyapango, en el Distrito Italia, en Apopa…
¿Va
más allá de crear un entorno de seguridad alrededor de tus empresas?
Vamos a las zonas más conflictivas, no
necesariamente vecinas a nuestras empresas. Pero también trabajamos en San
Martín en un programa con las escuelas. Estos proyectos los ha sostenido Rio
Grande. Trabajamos con los líderes religiosos de las zonas, que por su trabajo
son interlocutores con todos, incluyendo los pandilleros. Por una parte damos
provisiones de canasta básica, por otra parte los capacitamos, hasta que a los
seis meses estén listos para aplicar a un empleo, o en las empresas nuestras o
en otras.
Ya
me dijiste que el mitos que aquí no se puede invertir, es falso. Dijiste que el
mitos que la agricultura no vale la pena, es falso. Ahora me estás diciendo que
también es falso el mitos que no se puede hacer nada para construir seguridad…
Bueno, por esto mi consigna es: Sí se
puede. Tenemos unos 500 muchachos que han dejado de delinquir y están
trabajando. Varios de ellos en mis empresas, y son buenos trabajadores.
Entonces,
cuando decidiste correr por una diputación, ¿piensas que esta tu experiencia en
el campo empresarial y social la puedes traducir a política, a la generación de
políticas públicas?
Esto es exactamente lo que me mueve. Mi
idea es resolver los problemas que se generan arriba, en malas prácticas de
gobierno, con ideas que nacen de abajo, de la experiencia concreta en las
empresas y en las comunidades. Entonces, hay que ir donde se toman decisiones
de país, donde se pueden generar cambios que mejoren la vida de muchos.
¿Por
qué con el PDC?
Los partidos grandes son bastante
cerrados, no abren suficientes espacios. Entonces, un grupo de empresarios que
queríamos participar, hablamos con los partidos pequeños, hablamos con Cambio
Democrático y con el PDC – y hallamos el espacio con el PDC.
¿En
qué tipo de partido tendría que convertirse el PDC para recuperarse y
convertirse en un partido con capacidad de incidir?
Un partido abierto a oportunidades para
la clase media y para empresarios con visión social. Un partido que incorpore a
personas de izquierda y de derecha, porque hay mucha gente de izquierda que
está cansada del FMLN, así como mucha gente de derecha y centro que ven muy
lenta la apertura de ARENA. El PDC puede ser la unión de centroizquierda y
centroderecha en un país polarizado. Por eso entramos al PDC juntos Facundo
Guardado y yo. No es casualidad. Hay una buena noticia: Quieren entrar en la
política mucha gente que no buscan vivir de la política, y resulta que en el
PDC y en ARENA se están abriendo espacios. El partido que abra espacio para
gente fresca que quiere aportar, da un gran servicio al país.
Hay
una discusión ideologizada sobre subvenciones, por una parte, y por otra incentivos
al desarrollo, para que la gente ya no dependa de subvenciones del Estado.
¿Cómo ves este debate?
En ningún país del mundo se ha podido
crecer y progresar dándole todo fácil o gratis a la gente. Es cierto, el Estado
tiene que gastar para que el joven puede defenderse en la vida y avanzar, pero
hay que verlo como inversión social que da rendimiento, no como puro gasto
social. Estamos cansados que sólo ocupan al pobre, pero no invierten en su
futuro. Mira, en Estados Unidos son pocos los salvadoreños que viven del “welfare”,
o sea de beneficios del Estado. Cuando hay empleo, prefieren trabajar y ganarse
la vida. Los salvadoreños tenemos sentido de dignidad. Si trabajamos juntos la
gente pensante, podemos sacar adelante el país y sacar a la gente de la pobreza.
Hay que crear las condiciones políticas adecuadas. Para esto necesitamos
hombres y mujeres honestos que incursionen en la política. Cuando la gente
correcta se haga cargo de la política, este país vuela. Solo ve el éxito que
tenemos los salvadoreños en Estados Unidos, como empresarios, profesionales,
trabajadores. ¿Cómo no lo podemos tener aquí en casa? Lo que está fallando es
la política.
(El Diario de Hoy)