Publicado en EL DIARIO DE HOY, domingo 29 noviembre 2020
El Salvador está mal. Muy mal. Los mejores economistas han diagnosticado el estado preocupante de nuestra economía, del mercado laboral, de las exportaciones. Los mejores expertos en finanzas públicas han advertido que con las políticas del gobierno Bukele y el presupuesto presentado para el 2021 la situación fiscal del país se vuelve insostenible. Los más conscientes en cuanto a nuestra realidad social, la miseria, la precariedad de barrios y cantones han sonado alarmas. Y los mejores constitucionalistas de nuestra Nación han señalado que el irrespeto del gobierno a la división de poderes, la independencia judicial, al rol del parlamento y al sistema de pesos y contrapesos podrá tener consecuencias irreversibles, si el Movimiento Nayib logra su objetivo de ganar en el 2021 el control de la Asamblea. Observadores y gobiernos extranjeros, incluyendo en los dos partidos de Estados Unidos, comparten estos diagnósticos y preocupaciones.
Todos esto señalamientos son ciertos. Pero el país no está perdido. Nuestra economía no está colapsando, y también nuestro sistema pluralista republicano es mucho más resistente que muchos nos quieren hacer creer. Hay mil razones para preocuparse, sobre todo para involucrarse, pero no hay razón para el pánico. Crisis, sí. Apocalipsis, no.
Lo peor que podemos hacer es dar la batalla por perdida antes de darla, llegando a la conclusión de que todas las cartas ya están jugadas y que ya no queda nada por hacer. Esto es lo que quieren que sintamos.
Hay mucho por hacer, y hay formas para componer la situación y preservar la democracia. No digo esto por optimista, sino por realista, quien conoce las reservas morales, intelectuales y de trabajo de todos los sectores salvadoreños.
El hecho de que no estemos viviendo ahorita el embate de la epidemia como lo observamos en otras regiones es debido a la responsabilidad y disciplina de trabajadores y empresarios, quienes de esta manera a la vez han recuperado la vida productiva y comercial del país. En este campo todavía hay enormes potenciales adicionales, con tal que el gobierno deje de usar los fondos públicos de manera improvisada, intransparente y corrupta. Si a los sectores productivos y comerciales les llegan los fondos prometidos, nuestra economía se va a sostener. Para esto se necesita una próxima Asamblea Legislativa capaz de contrarrestar las políticas fiscales irresponsables y obligar al gobierno rendir cuentas de cada centavo partido por dos.
En el campo político e institucional también hay un proceso de consolidación de todos los poderes del Estado en defensa de su independencia y en aras de cumplir su rol de contra peso a un gobierno autoritario. Nuestra democracia no está indefensa, porque también en la ciudadanía, incluso más allá de la organizada, hay suficiente apoyo e incluso presión para que la justicia y el parlamento sigan cumpliendo su rol.
La propaganda del gobierno ataca ferozmente como “pacto de los mismos de siempre” lo que en verdad es reflejo de un aprendizaje histórico de los partidos políticos y de otros actores sociales, empresariales y académicos. A pesar de toda la pluralidad de estos partidos y sectores, este aprendizaje ha producido un acuerdo básico para defender conjuntamente los logros democráticos iniciados con los Acuerdos de Paz.
Otro factor que genera optimismo realista es el cambio de percepción que a nivel internacional se tiene de la narrativa de Bukele, de que con él estaba terminando un período de corrupción y polarización ideológica. Los principales medios internacionales han desarmado este mito y reportado extensamente sobre la corrupción en el manejo de los fondos públicos de este gobierno, y también sobre los niveles inauditos de divisionismo, ataques personales y persecución jurídica que comete.
Los medios salvadoreños, a pesar de estar en una situación de serios problemas económicos de su industria y bajo constante ataque del gobierno, están produciendo ahora el mejor periodismo que el país y la región han visto. Con más rigor ético y capacidad investigativa, más empatía con los problemas de la población, y sobre todo con más independencia.
Incluso dentro de las instituciones que más han logrado instrumentalizar el gobierno y su movimiento político, la Fuerza Armada y la PNC, hay hombres y mujeres comprometidos con preservar el carácter democrático de su trabajo.
Son suficientes factores reales sobre los cuales construir una estrategia contundente de defender la democracia contra el populismo autoritario. La primera cosa que tenemos que hacer es cambiar radicalmente la percepción y el ánimo: apocalipsis, no! Los lideres de opinión en los medios de comunicación, universidades, gremiales e iglesias, tienen la obligación de seguir señalando los peligros, pero igualmente las oportunidades de superarlos si trabajamos conjuntamente.