Mientras en esta mesa no se sienten y tomen protagonismo los expertos idóneos (nacionales o importados, o de los organismos financieros internacionales), no habrá resultado que valga la pena.
Todos hemos visto en los periódicos y en televisión las imágenes de la tal “mesa fiscal” en Capres: 10 señores con cara de “yo no fui”, cinco del gobierno de un lado, cinco dirigentes de los partidos del otro. Y cero resultados.
Solo viendo estas imágenes y conociendo a los 10 señores queda claro que de ahí no va a salir la solución a los problemas que entrampan al desarrollo del país: desorden fiscal del gobierno, déficit fiscal, falta de crecimiento e inversión. A estos 10 caballeros los podríamos encerrar en esta sala por dos semanas –así como lo hacen en el Vaticano con los cardenales para elegir Papa– y jamás saldrá humo blanco. Jamás saldría el grito: ¡Habemus presupuesto completo y equilibrado! ¡Habemus pacto fiscal! ¡Habemus lista de prioridades! ¡Habemus plan de ajuste!
Y no solo es por la polarización partidaria. Es que entre estos 10 caballeros de la mesa redonda, sumando las capacidades de todos, no existe el análisis, la creatividad intelectual ni el conocimiento técnico que son indispensables para superar las trabas ideológicas y llegar a soluciones prácticas.
Es tiempo de olvidarse de esta pantomima y crear una “mesa fiscal” de verdad, que se vaya nutriendo del conocimiento técnico y la experiencia sobre las materias a discutir y los problemas a resolver. Hay dos formas de hacer esto: una sería perder el pudor, bajarse los pantalones y pedir al FMI o al Banco Mundial que armen una mesa de expertos, en la cual los dirigentes políticos estarían escuchando, procesando y al final formalizando las soluciones elaboradas. Tal vez esto sería el mecanismo más fácil, aunque un poco vergonzoso para el país. Significaría que pongan orden los tíos que van a poner la plata.
La otra opción es un poco más complicada, pero sería mucho mejor para la ya lastimada autoestima del país: sentar en la mesa y dar protagonismo a los expertos nacionales, los que independientemente de sus preferencias políticas no representan partidos sino el conocimiento acumulado en el país. El ejemplo a seguir lo hemos conocido en estos días: la Reforma de Pensiones que fue propuesta por un consorcio de expertos, junto con la empresa privada y los trabajadores. Luego de que el gobierno y los partidos pasaron más de un año incapaces de salir del esquema ideologizado de discutir las pensiones, de repente hay una propuesta técnica que resuelve el futuro de las pensiones y de paso da alivio al problema fiscal del Estado.
El problema de la mesa como está instalada es que del lado del gobierno están sentados tres señores (el Presidente, su Secretario Privado y su Secretario de Gobernabilidad), quienes a todas luces no entienden los problemas y las consecuencias de cualquier opción de solución que se proponga. A la par de ellos están sentados dos señores (el Ministro de Hacienda y el Secretario Técnico), quienes son los culpables de buena parte del desastre. Del otro lado están sentados los cinco secretarios generales de los partidos, medianamente preparados por sus respectivos asesores, por cierto de muy poco criterio de independencia y análisis técnico.
Los 10 caballeros de la mesa redonda |
Se bombardean mutuamente con cifras,
modelos y argumentos, los cuales en esta mesa no encuentran quién los
pueda desarmar, corregir y rearmar. Luego cada bando regresa a su
círculo de correligionarios para analizar lo que se habló y lo que van a
llevar a la mesa la próxima vez. Esta es la pantomima que hay que
romper.
Si no hay en mesa expertos que pueden pasar los argumentos y las diferentes propuestas de los políticos por el filtro del análisis técnico, de la factibilidad y del pronóstico de costos y consecuencias, esta mesa no va a dar resultados más allá de acuerdos o pactos políticos mediocres e insostenibles. No hay más tiempo para estos jueguitos.
Mientras en esta mesa no se sienten y tomen protagonismo los expertos idóneos (nacionales o importados, o de los organismos financieros internacionales), no habrá resultado que valga la pena. El problema es técnico y lo político solo entra para contaminar y entrampar. Entonces, que los dirigentes políticos se dediquen a desentrampar, para esto sí tienen que estar en la mesa, para que entre todos pueden remover los obstáculos ideológicos y partidarios y al final asumir las soluciones técnicas elaboradas por los expertos.
Es bien simple, pero parece que es demasiado pedir a la clase de dirigentes que tenemos.
(El Diario de Hoy)