Yo sé que usted no lee este tipo de cartas, mucho menos ahora que está luchando por su vida. Mis lectores también saben perfectamente que esto de las cartas es un truco literario para poder enfocar problemas que de otra forma requerirían de unos grandes rollos analíticos y explicativos.
Así que manteniendo la ficción que mis cartas sean leídas y tomadas en cuenta por sus destinatarios (milagro que de hecho ya ha pasado en ocasiones), me dirijo a usted para decirle algo que los pocos que aun tienen acceso a usted, no se atreven a decir. O no están interesados en decirle.
Para usted, presidente, ya todo está hecho. Usted le dio vuelta a su país, a su clase política, creó un movimiento político poderoso que de manera mágica retoma y transforma los sentimientos y resentimientos de amplios sectores que siempre se han sentido excluidos del desarrollo en Venezuela. Usted avanzó en su proyecto 'bolivariano' supuestamente en favor de las clases desposeídas, pero a costa de la democracia, de la institucionalidad, de la seguridad jurídica, también a costa de los derechos humanos y las libertades individuales. Ahora está muriéndose. A pesar de su enfermedad hizo un último sacrificio metiéndose en una agotadora batalla electoral para preservar el poder para su movimiento, aun a costa de su frágil salud. Ya nombró a los herederos de su poder obligando a todas las fracciones a aceptarlos. Todo está hecho. Menos una cosa que todavía le toca hacer si tiene sentido de historia. Le estoy diciendo que use uno de sus momentos de recuperación para escribir y firmar un decreto de amnistía para todos los presos políticos en Venezuela. Ya sé, usted no reconoce que existen presos políticos bajo su gobierno. Pero todos sabemos que esto no refleja la realidad. Los podemos llamar como queremos, pero en las cárceles de Venezuela hay mujeres y hombres que están presos por el pecado de oponerse a su poder. Ninguno de sus lugartenientes que ha dejado con el poder se va a atrever liberarlos. Nadie tiene valor ni el poder para hacerlo. Este gesto le toca a usted, presidente. Usted ordenó a los fiscales y jueces de echarlos presos y botar las llaves de sus celdas, a usted le toca liberarlos antes de irse de este mundo.
Si no lo quiere hacer por humanismo, hágalo porque el país lo necesita. El país necesita enfocarse a resolver sus verdaderos problemas, y para esto va a tener que buscar formas de diálogo y entendimiento. Por esto su país necesita de su presidente un último gesto: la libertad para los presos políticos. Sólo usted lo puede dar. Sólo usted tiene el poder. Si usted lo ordena, nadie en su país se va a oponer.
Le deseo, para bien suyo y de su país, que encuentre la forma de hacer lo correcto mientras todavía pueda.
Le saluda un adversario político, pero que admira mucho su amado país Venezuela.
Saludos, Paolo Lüers
(Más!/EDH)