"Los opositores salvadoreños pueden conectar con la tradición antirreeleccionista de la historia propia de El Salvador, con el latente espíritu de rebeldía de los salvadoreños – y a nivel continental con el veto a las aspiraciones de reelección de los dictadores."
Publicado en El DIARIO DE HOY, miércoles 13 agosto 2025
Con su decisión de remover de la Constitución la prohibición de la reelección y así abrir el camino a su reelección ilimitada, Nayib Bukele piensa haber logrado una gran victoria. Pero tal vez ha dado a la oposición, hasta ahora dispersa y desorientada, una bandera unificadora: la causa antirreeleccionista.
La caída del Martinato en El Salvador
Los gobernantes siempre subestiman la memoria histórica de la gente. Resulta que ella se puede suprimir, se puede tratar de sustituirla por narrativas falsas, pero no se deja borrar - y cuando menos se espera, revive con la capacidad de movilizar a la gente. Esto le pasó al dictador salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez, cuando luego de 8 años de gobierno de facto quería pintar de legítimo su régimen mediante una reforma constitucional que legalizara la reelección presidencial, prohibida en el art. 86 de la Carta Magna de 1886. El partido oficial armó una gran campaña para crear la impresión que era el clamor popular que exigía la reelección del gobernante.
Fue un error fatal, el inicio de su caída. A partir de la reforma constitucional, su régimen comenzó a fracturarse. La prensa nacional, antes acomodada con la dictadura, comenzó a criticarlo duramente y varios funcionarios de su gobierno renunciaron en protesta contra la reelección. Se hicieron las elecciones del 1939, pero nunca se publicaron los resultados – y fue la Asamblea Legislativa que tuvo que nombrarlo presidente. A partir de esta imposición, nació una oposición que comenzó a ganar fuerza. En 1944, luego de que Martínez organizara nuevas elecciones para un cuarto mandato, la oposición logró armar una huelga general para derrocarlo. Reprimieron la huelga pero no lograron desarticularla. Hubo un intento de golpe militar, que fue reprimido a pura sangre. Pero el movimiento antirreeleccionista se hizo tan amplio que en mayo 1944 el dictador tuvo que renunciar. La huelga de los brazos caídos...
A partir de esta fecha, la reelección presidencial fue nuevamente vetada en la Constitución – pero sobre todo y de manera absoluta en la sociedad salvadoreña, incluso en el estrato militar, que gobernaría durante décadas. Hasta que vino un presidente ignorante de la historia y sus lecciones, llamado Nayib Bukele, quien con su reelección inconstitucional del 2024 estableció un gobierno de facto – y luego imitó al general Maximiliano Hernández Martínez, buscando legitimidad con una reforma constitucional que permitiere la reelección ilimitada.
La caída del Porfirato en México
En los años entre las dos dictaduras, de 1944 hasta la llegada de Bukele, la no reelección se convirtió en uno de los elementos centrales de la identidad de la República, igual que en toda América Latina – y en especial en México, donde la lucha contra la reelección fue el resorte de la Revolución. El ejército rebelde que derrocó al Porfirato nació del Partido Antirreeleccionista de Francisco Madero y se convirtió en el Ejército Antirreeleccionista. Luego del derrocamiento del dictador Porfirio Díaz, que gobernó durante 26 años, la causa antirreeleccionista quedó vigente como elemento fundacional de la República Mexicana. Está vigente hasta la fecha.
El error de Bukele
Nayib Bukele tiene un profundo menosprecio a la memoria colectiva formada por la experiencia de dictaduras y rebeliones, represión e insurrección, guerra y construcción de paz. Él intenta imponer una narrativa, en la cual hubo un pasado oscuro y un nuevo despertar con su llegada al poder. Subestima la resiliencia de la memoria. No sabe que puede, cuando menos lo espera, reactivarse por nuevos acontecimientos. Por ejemplo, por el hecho que un gobernador quiere legitimar la reelección ilimitada – y que alguien retome la causa antirreeleccionista dormida en la conciencia de la nación. Esta es la gran oportunidad de los opositores salvadoreños. Pueden conectar con la tradición antirreeleccionista de la historia propia de El Salvador, con el latente espíritu de rebeldía de los salvadoreños – y a nivel continental con el veto a las aspiraciones de reelección de los dictadores.
En México, país con el cual El Salvador comparte historia, tradiciones, mestizaje, cultura y rebeldía, la movida anticonstitucional de Bukele podría despertar sentimientos de indignación – y abrir un espacio grande de solidaridad con quienes asuman la bandera antirreeleccionista. Esto podría relativizar el dogma de “la no intervención en asuntos internos de otras naciones” de la diplomacia mexicana. Porque la verdadera trayectoria de no intervención de México significa el respeto a la autodeterminación de los pueblos, pero no el respeto a dictaduras. México siempre ha mostrado solidaridad con luchas contra dictaduras – y con los disidentes que buscan protección en México.
La bandera antirreeleccionista