domingo, 17 de agosto de 2025

El dilema de Ucrania y Europa ante el cortejo entre Trump y Putin (I). Columna Transversal de Paolo Luers

 

Quien no tiene silla en la mesa de negociación, está en el menú.”

Publicado en  El DIARIO DE HOY, lunes 18 agosto 2025 

Primer capítulo: La cumbre de Alaska

Es difícil entender -y aceptar como realidad- que el futuro de Ucrania, de Europa y posiblemente del mundo depende, en gran medida de un antipolítico como Donald Trump, que en Alaska se sentó a negociar un deal con Vladimir Putin, dictador de Rusia. Estamos en manos de alguien que reduce la política y la diplomacia a algo parecido a un deal inmobiliario. 


Voy a citar lo que dijo el historiador y analista de relaciones internacionales Max Boot en el Washington Post: "La cumbre Trump-Putin no fue un desastre, pero fue una derrota de Estados Unidos. Lo mejor que se puede decir de la cumbre de Alaska es que hubiera podido salir aún peor.

 

Derrota para EEUU significa un triunfo para Putin. No dio nada, no se comprometió con nada, pero consiguió regresar como miembro legítimo a la comunidad internacional, de la mano del presidente estadounidense - a pesar de todo: la invasión a Ucrania, múltiples crímenes de lesa humanidad (cometidos en Rusia, en Siria, en Ucrania) – y a pesar de que, como resultado de todo esto, está sometido a un aislamiento internacional, a sanciones económicas y una orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional. Trump prácticamente aceptó los términos de Putin para un acuerdo de paz: a) Ucrania tiene que ceder a Putin toda la región Donbas, fronteriza con Rusia, incluyendo las partes que las tropas rusas no han podido ocupar. b) Ucrania tiene que renunciar a su derecho de unirse a la OTAN; c) Ucrania tiene que conceder más privilegios a la población rusoparlante; d) Ucrania tiene que reconocer que la península de la Crimea, desde 2014 ocupada por Rusia, es territorio ruso.

 

En cambio, Rusia ni siquiera se compromete a retirarse los territorios ocupados en el sur de Ucrania. El estatus de estos territorios y el cese al fuego serán sujeto de discusión en las futuras negociaciones de paz. Ellas, por su parte, solo se abrirán si Ucrania de antemano acepta las cuatro condiciones rusas arriba mencionadas. Y Donald Trump acepta este plan ruso - como alternativa al plan acordado con los europeos de un proceso que comenzaría con un cese al fuego.

 

Trump viajó a Alaska con el compromiso de exigir a Putin un cese al fuego inmediato para facilitar las negociaciones de paz. Todavía en su avión Airforce One en camino a Alaska reiteró esto. Al final de la reunión con Putin, dijo Trump que ya no va a habar de cese al fuego, sino de un futuro acuerdo de paz – sobre la base de las propuestas -más bien condiciones- de Putin. De esto va a tratar de convencer al presidente ucraniano Selenski y sus aliados europeos a quienes citó a Washington. 

 

Si la cumbre de Alaska terminó con una derrota de Estados Unidos, fue autoinflinguida. Putin no ganó una batalla. No hubo batalla en Alaska. Trump, sin necesidad, le regaló el triunfo a Putin – solo para quedar bien con él; y solo para mantener vivo su sueño de ser reconocido como arquitecto de la paz en Ucrania y así ganar el Premio Nobel de Paz. No sabe que jamás le darán este premio a alguien que legitimó una agresión bélica como la que cometió Putin contra su vecina Ucrania, barriendo con el derecho internacional y con el frágil sistema de seguridad europeo. 

 

 

Capítulo 2: La cumbre de Washington

Trump citó a Selenski a Washington para humillarlo nuevamente– a él y al pueblo ucraniano. Quería obligar a Ucrania a aceptar un paz indigna e insostenible. 

 

Pero Selenski no va sólo. Va con los líderes de Europa: con el presidente Macron de Francia, con la jefa de la Comisión Europea Ursula von der Layen, con el jefe del gobierno alemán Friedrich Merz, El primer ministro británico Keir Starmer, la jefa del gobierno italiano Giorgia Meloni, el presidente de Finlandia Alexander Stubb y el secretario general de la OTAN, el holandés Mark Rutte. Tienen el mandato de los demás líderes europeos de respaldar a Selenski y proteger a Ukrania – y los intereses de seguridad de toda Europa.  Tienen que dejar claro a Trump que la paz que ofrece Putin no solo es inaceptable para los ucranianos, sino para todos los europeos. Tienen que convencerle a Trump que no tiene derecho de regalar a Putin los territorios que los ucranianos han defendido sacrificando decenas de miles de vidas y su economía. 

 

Uno de los titulares de el magazín DER SPIEGEL en estos días resume bien el dilema para del los europeos ante el peligro de un acuerdo bilateral entre Trump y Putin, pasándose encima de Ukrania y Europa: “Quien no tiene silla en la mesa, está en el menú.”

 

¿Qué hará un hombre como Donald Trump, acostumbrado que ante él se arrodillan, cuando todo un continente se le para y dice: No, sir? ¿Y qué pasará si los europeos se ahuevan?

 

Veremos. De esto hablaríamos en la segunda parte de esta columna, que se publicará el próximo miércoles sobre la cumbre de Washington. Tal vez a esta altura ya sabremos si Ucrania y Europa van a tener sillas en la mesa de negociación de paz o si estarán en el menú de los dos comensales, Trump y Putin.



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