Les presento mi libro recién publicado: "DOBLE CARA – Guerra, paz y guerra". En este libro, narro mis vivencias durante la guerra y durante la tregua entre las pandillas.
Les leo como comienza el libro:
Capitulo 1. Toque de queda (10 de enero de 1981)
“Enano, despertate, vamos a la guerra.” Con estas palabras me levanta a las 5 de la mañana Maravilla. Está bolo, pienso, y me doy la vuelta en mi cama. Me había acostado, luego de una de estas grandes fiestas con mucho Flor de Caña, que los venezolanos tenían fama de improvisar, en la Managua de pocas diversiones de 1981.
“Enano, te vas a perder la guerra. Sin nosotros no pueden empezar, alguien tiene que filmar esta vaina.” Y me pone unos boletos de avión y mis pasaporte bajo las narices. “Nuestro vuelo a San Salvador sale a las 8 de la mañana, y la guerra comienza a las 5 de la tarde. Apurate, chele.”
Agarro el boleto y leo: “Pasajero Richard Lüers, vuelo Aeronica. Salida 8.05 a.m. Llegada 8.50 a.m.”
Mi pasaporte ahora lleva sellos de Costa Rica y Panamá, países donde jamás he estado.
“¿Quién me puso estos sellos, Hernán? ¿Son falsos?”
“¿Te parecen falsos, enano? Son perfectos, cortesía de Aníbal, director de migración del ERP. Son originales. Los corresponsales viajan mucho. No se quedan tres semanas en Nicaragua. ¿No sabías?”, me dice Maravilla y me da un tazón de café. “En el avión te explico todo.”
Sentado en el avión, le digo: “Está bueno este chiste de que hoy a las 5 de la tarde comienza la guerra. Casi me lo creí. Ahora contame: ¿Qué vamos a hacer?”
“¿Y no te acordás de la reunión con Atilio? ‘Esta guerra será diferente: guerrilla, política y comunicación.’ Bueno, nosotros seremos los que filmamos, escribimos, tomamos fotos, hacemos radio. ¿Y no viniste para esto? ‘This revolution will be televised’ —vos mismo les tiraste esta paja y todos quedaron bien impresionados.” Hernán acaricia su cámara Umatic: “Esta belleza necesita ver acción.”
“Esperáte, Hernán, pero estábamos hablando de un plan complicado, con equipos de foto y video en los diferentes frentes de guerra, que hay que prepararlos, entrenarlos. Somos dos pelones…”
“Bienvenido al ERP, enano. Aquí todo se hace sobre la marcha.”
Vea el Video en Youtube
Más adelante en Capitulo 1. Toque de queda (10 de enero de 1981)
En la casa de Melitón Barba, a dos cuadras del principal cuartel de la capital salvadoreña, se acerca el reloj a la mágica cifra 5. Yderín ha salido: “Voy a una reunión con Mateo y Clelia. Si me agarra la noche o decretan toque de queda, me quedo con ellos y nos vemos mañana temprano. Traigo desayuno.”
Mateo y Clelia, me explica El Seco Gustavo, son los máximos jefes de la guerrilla urbana del ERP. Ellos van a coordinar las acciones de la ofensiva en la capital, que supuestamente comenzarán a las 5 de esta tarde.
La guerra comienza a las 5 con 2 minutos. Primero unos grandes bombazos. La casa tiembla. “El cuartel San Carlos,” dice El Seco. Salimos a la calle y caminamos a la esquina, desde la cual se tiene vista al cuartel. No llegamos lejos. Una patrulla de soldados está apostada en la esquina, nos gritan “¡Váyanse!”
Gustavo contesta: “Prensa Internacional.”
Ellos: “¡Váyanse a la mierda, pendejos! ¿Quieren morir?” Regresamos a la casa.
En la tele, un segundo comunicado: Se decreta toque de queda hasta las 6 de la mañana. Nadie puede circular ni caminar en la calle. La Fuerza Armada disparará a quienes no acaten esta orden.
Estamos encerrados en la casa. Ya no hay explosiones, pero se oyen ráfagas por todas partes. A veces más lejos, a veces muy cerca. Sigue la película de Cantinflas, a cada rato interrumpida por los comunicados de la Fuerza Armada.
De repente se interrumpe nuevamente la película. Un comunicado nuevo: Fuerzas militares han neutralizado el puesto de mando de los comandos urbanos terroristas, en una casa en San Salvador. Y salen las fotos de los capturados: Clelia, Mateo y —ahora sí brincan Gustavo y Maravilla— nuestro amigo Yderín. “El tercer capturado es el periodista venezolano Nelson Arrieta, encargado de propaganda de la organización terrorista ERP. Hay dos venezolanos más implicados, que aún no han podido ser capturados: Richard Izarra y Hernán Vera.” Richard Izarra está en México, fuera de peligro, pero Hernán Vera está sentado con nosotros en una casa a dos cuadras del cuartel San Carlos.
Hubo un silencio. Todos pensando y calculando los riesgos. En este silencio digo: “Pero entonces también conocen esta casa…”