El mandato que usted aceptó no fue un mandato partidario. Fue un mandato a nombre de la defensa de la República, de la Constitución y de la democracia. Usted le falló a este mandato.
Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, martes 16 de agosto 2022
Ciudadano Guillermo Wellman:
Leyendo la edición actual del Diario, me doy cuenta que usted se ha puesto en la larga cola de funcionarios, supuestamente independientes, que están pidiendo cacao al nuevo régimen. Está en buena compañía: El mismo día que sale su vergonzosa entrevista en El Diario de Hoy, el señor Apolonio Tobar pidió a la Asamblea de Neto Castro y Christian Guevara que le den el privilegio de seguir sirviéndole al nuevo régimen desde la Procuraduría de Defensa de los Derechos Humanos, creada originalmente para vigilar al poder.
Usted ha sido elegido magistrado electoral en julio del año 2019, cuando ya estaba ejerciendo la presidencia Nayib Bukele. La Asamblea Legislativa, obligada por ley a dar la presidencia del Tribunal Electoral a una persona propuesta por el partido Gana, con el cual Bukele había ganado las elecciones presidenciales. Pero para evitar que la ola populista, que había llevado al poder a Nuevas Ideas y Gana, arrastrara también a la autoridad electoral, la Asamblea eligió a usted y tres magistrados más – con un claro mandato: defender la independencia del Tribunal y la limpieza de las siguientes elecciones.
Estemos claros: El mandato que usted aceptó no fue un mandato partidario. Fue un mandato a nombre de la defensa de la República, de la Constitución y de la democracia. Usted le falló a este mandato.
Cuando leí el titular de su entrevista –“La Sala ha dado resoluciones y son legítimas mientras nadie declare inconstitucionales a los magistrados”- me impactó. Aparte de la sorpresa de ver, en mi propio periódico, semejante barbaridad, me impactó esta nueva confirmación de cuán profunda es la crisis del otrora poderoso y orgulloso (demasiado orgullo, para mis gustos) partido ARENA. Usted ha sido una pieza clave del aparato legislativo de este partido. Los presidentes han cambiado, los jefes de fracción igual, pero Guillermo Wellman siempre ha estado ahí, moviendo los hilos legislativos.
Asusta ver con qué cara de barro y sinvergüenza personas como Carlos Reyes, Donato Vaquerano y ahora usted se han rendido y sometido ante el nuevo poder. Claro, a las criaturas sin espina dorsal no les cuesta nada doblegarse…
Regresemos a su entrevista. Llama la atención lo difuso de sus divagaciones. Debe haber estado de por medio todavía algún remordimiento que le inhibe de asumir de una vez las posiciones jurídicas y políticas del nuevo poder, en vez de andar con rodeos y rompiendo las reglas básicas de la lógica y hasta la gramática.
Su tesis central: Como juez electoral estoy obligado a aceptar -y si me toca, administrar- la reelección presidencial, aunque sé que es inconstitucional. ¿Por qué, con qué justificación? Porque la Sala de lo Constitucional, aunque inconstitucional desde su origen, ha sacado una resolución permitiendo al señor Bukele reelegirse, aunque sea inconstitucional. Y el colmo de cinismo suyo: Tengo que acatar esta magna resolución, “mientras nadie declare inconstitucionales a los magistrados”.
Los únicos que podían declarar inconstitucional a los magistrados impostores eran los magistrados legítimos – y lo hicieron en la misma noche del golpe de Estado que los removió. Esta es la resolución que usted, cumpliendo con su juramento, debería acatar y hacer cumplir. Y cuando la periodista le señala este pequeño detalle, usted dijo: “Ajá ¿y dónde están?¿Dónde están esos magistrados? ¿Por qué no se quedaron a mantener esa posición?” Los sacaron por la fuerza, con hombres armados ocupando sus oficinas. Y los funcionarios como usted, que debían defenderlos, quedaron callados y comenzaron a practicar el rito de inclinarse ante el poder, aunque sea usurpado.
Usted dice una frase traicionera en su entrevista: “No quiero que se me señale”. Bueno, este deseo no se le va a conceder. Desde ya queda señalado como un oportunista y cobarde, que está vendiendo baratas las elecciones justas.
Sin más que agregar,