"Un país es seguro cuando nadie tiene que tener miedo de ser asesinado, pero tampoco parado, cateado, arrestado y maltratado por la policía y por el ejército."
Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, jueves, 4 agosto 2022
Estimados amigos:
Muchas veces -demasiadas veces- tendemos a creer lo que queremos que sea cierto. Todos anhelamos seguridad. Todos deseamos paz. Así que cuando nos dicen: “Ahora sí garantizamos su seguridad, hoy sí existe la anhelada paz, somos el país más seguro de América Latina…”, hay una gran tentación de creerlo. Y si son el presidente de la República, el ministro de Defensa en un impecable uniforme blanco, el jefe de la policía, el presidente de la Asamblea Legislativa y el fiscal general que lo dicen en unísono, ¿quién no lo va a creer?
Yo. Yo no lo creo.
¿Cómo voy a creer que al fin el país está en paz, cuando día y noche tenemos a toda la policía y todo el ejército patrullando los barrios de las ciudades y los cantones de los pueblos? ¿Cómo voy a creerle al presidente que al fin alcanzamos la paz, cuando él y sus jefes militares y policiales todos los días hablan de la ‘guerra contra las pandillas’?
Yo no me siento seguro cuando al solo salir de mi casa veo hombres con fusiles de guerra. Y no siento la tranquilidad de la paz cuando todos los días reportan 500 jóvenes detenidos, tampoco cuando todos los días veo denuncias sobre capturas arbitrarias de jóvenes que tuvieron la mala suerte de cruzarse con unos uniformados que no habían logrado cumplir la cuota mínima diaria de arrestos.
Somos ahora el país con la tasa de encarcelamiento más alta del mundo: más de 1,000 por cada 100 mil habitantes. Esto es un récord mundial. El distante segundo es Estados Unidos con 650 por cada 100 mil habitantes. Y en El Salvador, cada día son 500 más. ¿Esta es la imagen de un país en paz? No. Es la imagen y son los números de un país en guerra contra los pobres y en guerra total contra los jóvenes de barrios pobres.
Un país es seguro cuando nadie tiene que tener miedo de ser asesinado, pero tampoco parado, cateado, arrestado y maltratado por la policía y por el ejército. Es cierto, muchos se sienten ahora más seguros en sus residenciales y en sus carros. Pero muchos otros se sienten más inseguros y no se atreven salir de noche, porque saben que cualquier patrulla los va a parar.
Un país seguro y en paz es uno donde todos se pueden sentir seguros en las calles, en sus barrios, en los parques, sin que miles de hombres armados estén patrullando y buscando a quién arrestar. Si alguna vez han caminado de noche en Madrid, o en Londres, o en Berlín, o en Roma, o en San José/Costa Rica, incluso fuera de las millas turísticas, en barrios de la gente común y corriente, saben la diferencia. No han visto a ningún soldado en la calle, jamás. Y si ven policías, son las parejas de los agentes panzones del barrio, que nunca llevan fusiles ni andan carros blindados. Van a pata y cualquier maleante, si lo hubiera, los podría asustar. Esto es seguridad. Esto es paz, no un régimen de excepción permanente que tiene a 20 mil soldados y 15 mil policías patrullando.
No se puede declarar al mismo tiempo un régimen de excepción, una guerra y la paz. Que nuestro presidente lo haga ya es preocupante. Pero más preocupante es que en nuestro país este tipo de absurdidades lo hacen al presidente aún más popular. En otros países, un presidente se haría al hazmerreir si declara “estamos en paz, porque estamos en guerra y además necesitamos mantener el régimen de excepción, aunque limite tus derechos”.
No sean tan crédulos, por favor. No se dejen engañar tan fácil.
Saludos y felices vacaciones de agosto,