lunes, 13 de junio de 2022

Carta a los contribuyentes de impuestos: Los están estafando. De Paolo Luers

Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, martes 14 junio 2022

Estimados ciudadanos y empresarios:

Ahora nos damos cuenta que Bukele, luego de 9 meses de chivear con fondos públicos, ha perdido $50.4 millones. Invirtió $104 millones, apostando a que el valor del Bitcoin se duplicara. Pero fue mala apuesta. El valor del Bitcoin se redujo a la mitad.


Es un escándalo: Un presidente apostando, cuando le ronca la gana, millones de fondos públicos. No hay presupuesto que respalde sus compras especulativas de Bitcoin, no hay procedimiento formal, nadie sabe a nombre de quién está la cuenta y quién tiene la clave. Él mismo publicó que decide hacer estas compras desde su casa, a medianoche, mediante su teléfono. Cuando el sitio financiero Bloomberg reportó este fenómeno de un presidente invirtiendo millones desde su iPhone, contestó con su prepotencia sin límites: “Naked”. Desnudo. En pelotas...


Sumemos a los $50.4 millones perdidos en el cripto-casino los más de $450 millones que el gobierno gastó en su fracasado intento de establecer Bitcoin, mediante la aplicación Chivo, como método de pago y de inclusión financiera, el costo de la aventura Bitcoin suma más de $500 millones. Sólo el regalo de $30 a 5 millones de usuarios de Chivo son $150 millones.


Sumemos a esto los cientos de millones que el Estado salvadoreño perdió durante la epidemia por las compras amañadas de medicamentos, productos sanitarios y alimentos, y los más los 30 mil desembolsos de $300 cada uno (=$9 millones), que el gobierno nunca pudo documentar con nombre, apellido y DUI.


Sumemos los $170 millones de fondos que heredó el gobierno Bukele para la construcción y equipamiento del nuevo Hospital Rosales y del Hospital Norte en Nejapa. A esta altura ni siquiera la famosa ‘primera piedra’ existe para estos dos hospitales. 


Sumemos todos los fondos ‘perdidos’ que no conocemos, porque la ley LACAP, que regula las licitaciones, y la Ley de Acceso a Información Pública ya no se aplican.


Todo esto se llama corrupción y ocurre en el gobierno de un presidente que llegó al poder prometiendo erradicar este flagelo y acusando a todos sus adversarios y predecesores de corruptos – los famosos ‘mismos de siempre’.


Pero incluso si podríamos sacar el total de todos estos fondos públicos ‘perdidos’, malversados o simplemente robados no llegáramos a entender el verdadero costo de la corrupción. Hay analistas que sostienen que el ‘costo directo’ de la corrupción (la suma de dineros robados al erario público) es mucho menor que el ‘costo colateral’. Este costo indirecto es el daño económico que se genera a la sociedad por la construcción de un Estado corrupto.


¿Qué significa esto? Significa que si en el período de Saca él y otros robaron $300 millones, el país tal vez perdió $1,000 millones más, porque para robarle al Estado, el gobierno necesariamente tiene que ser ineficiente. En un gobierno ordenado, con un servicio público profesional, basado en meritocracia, hay poco margen para robar. Pero no sólo eso: para poder robar, los gobiernos inventan proyectos (a veces megaproyectos), que no corresponden a una real necesidad de la sociedad, sino para robar mediante licitaciones amañadas, uso de materiales más baratos que los presupuestados, etc. El Chaparral y el Hospital El Salvador son ejemplos de manual. Igual lo será el Aeropuerto en La Unión. 


La ‘lógica’ absurda detrás de esto: se toman las decisiones sobre las prioridades de inversión pública no desde un estudio de las necesidades reales de la sociedad, sino desde la lógica de crear ocasiones para defalcar, robar, malversar, cobrar comisiones. Y a veces desde la lógica de mercadeo político del presidente y su partido...


A estos ‘costos colaterales’ de la corrupción habrá que sumar otros, tal vez incluso mayores: lo que el país pierde, porque la corrupción espanta a los inversionistas. 


Quiere decir que los casos escandalosos de robo al erario público, como el chiveo de Bukele o las compras de los ministros Francisco Alabi y Pablo Anliker sólo son la punta del iceberg. Lo demás no lo vemos, y el gobierno hace todo lo posible para que quede en lo oscuro, detrás de un manto de propaganda y desinformación.


Abran los ojos, amigos, porque ustedes son los que financian todo esto. 


Saludos,