Maravilla, Santiago, Luisa, Joaquín. |
Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 30 enero 2021
En la carta del último sábado les presenté a mi compañero Yderín, quien tuvo la oportunidad de salvarse jodiéndome a mí, y no lo hizo. Hoy voy a contar cómo nos conocimos…
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Un día bien tranquilo en mi casa en Berlin, verano de 1980, me aparece un hombre que iba a poner patas arriba mi vida. “Me manda Joaquín Villalobos, comandante del ERP, y tenemos un proyecto que te va a encantar…”
Así de patada al pecho me saluda este hombre colocho y moreno, que se presenta como cineasta venezolano y guerrillero salvadoreño: Yderín Tovar. “Me han dicho que sos el hombre que necesitamos: sos periodista, de izquierda, hablás un poco de español, y sabes de electrónica. Te invitamos a ser parte del Sistema Radio Venceremos…” Había conocido y atendido a otros viajeros de El Salvador que buscaban apoyo en Europa, pero nada me había preparado a un tipo como Yderín.
Es el inicio de una gran amistad. Y para mí, de una guerra.
Por supuesto le digo que está loco, que tengo otros planes de vida y que lo que me cuenta de El Salvador me parece exagerado. Le digo que ya estaba consiguiéndoles pisto con la campaña “Armas para El Salvador” que estábamos lanzando en el periódico “Die Tageszeitung”, que hasta ahí llegaba. Me parece aventurada la idea de una guerra de guerrillas en un país enano como El Salvador, y aún más descabellado el plan de filmar todo esto y de convertir la comunicación en un eje estratégico de la revolución, a la par de la lucha armada y la movilización popular. Pero, por más que discutimos, en la casa, en el metro, en los cafés y bares de Berlín, me tiene a la defensiva. Porque la verdad es que la idea, por muy loca que sea, me comienza a intrigar. Mi última línea de defensa es: “Pero yo ya tengo un contrato con el Servicio de Desarrollo Alemán, voy por 3 años a un proyecto en Ecuador, a construir una escuela vocacional.”
–“Bueno, si ya decidiste irte a América Latina, sólo cambiás de país. En Ecuador no pasa nada, hombre, la acción es en El Salvador. ¡Necesitamos combatientes, artistas y creadores, no electricistas! Estarás de regreso mucho antes de los 3 años que vas a perder en Ecuador…” Con esto Yderín se va de regreso a Centroamérica, no sin obligarme antes a armarle un meeting en el auditorio máximo de la Universidad Técnica. Su discurso al estilo de Fidel fue un gran éxito con los estudiantes, a pesar de que se le cayó el bigote postizo que se había puesto por lo de la clandestinidad.
Yderín Tovar y Paolo en el evento en la Universidad Técnica de Berlin, promoviendo la campaña 'Armas para El Salvador' del periódico 'Die Tageszeitung'. 1980. |
Cuatro meses después renuncié al contrato para Ecuador. Le digo a mi novia que de todos modos me espere un tiempito, máximo 3 años, que sólo voy a hacer una pequeña revolución social, política y comunicacional… En diciembre del 1980 vuelo a Houston, compro un carro amarillo y manejo a la guerra. En México me recibe Guillermo Escalón, quien está terminando de editar su documental “La Decisión de Vencer”, rodado en Morazán con los primeros núcleos guerrilleros del ERP. Platicando con Guillermo, me doy cuenta que lo que Yderín me había hablado no era tan descabellado.
En Managua me encuentro con Joaquín Villalobos. Me explica con gran pasión la idea que le tiene obsesionado, igual que a Yderín: Convertir la comunicación, la radio, las fotos, los videos, el cine en el tercer resorte de una guerra de guerrilla. Crear un estilo de comunicación que no solo es reflejo del proceso revolucionario, sino uno de sus motores. “Para esto necesitamos los mejores comunicadores, y tendrán gran libertad para experimentar. Si tenés los huevos, ¡bienvenido!”
También me encuentro a Hernán Vera, llamado “Maravilla”, otro cineasta venezolano, egresado de la Escuela de Cine de Londres, y Carlos Consalvi, llamado “Santiago”, también venezolano, mago de la radio. Y sobre todo, conozco a Luisa, la joven comandante a cargo de toda esta aventura alrededor de Radio Venceremos. Al conocer a todos ellos, de repente me siento en familia, esa es mi clase de gente, necios portadores de sueños locos, pero trabajadores, echadores de riata, con toda la capacidad y disciplina de hacerlos realidad. El gran estratega, la manada de creativos, y una jefa tan dulce y al mismo tiempo tan exigente como Luisa, ¿cómo no me iba a aventar a una guerra?
El 10 de enero del 1981, alrededor de mediodía, Maravilla y yo tocamos la puerta de la casa de Melitón Barba en la Colonia Layco, a dos cuadras del cuartel San Carlos. El que abre la puerta es Yderín y nos dice: “Ya era tiempo, a las 5 de la tarde comienza la guerra”.
Saludos a toda la bohemia guerrillera alrededor de la Venceremos,
Posdata: Decidí dedicar las cartas del fin de semana a temas no relacionados con la política actual. Hoy va un capítulo del libro nunca terminado sobre mi paso por la guerra salvadoreña.