Palacio Legislativo, Guatemala |
Publicado en MAS! y EL DIEARIO DE HOY, martes 24 noviembre 2020
De nada sirve botar presidentes (o quemar palacios en el intento), si la sociedad no tiene la capacidad de reformar y fortalecer las instituciones que han permitido la corrupción. Si no se hace este trabajo, con paciencia y profesionalidad, terminarán de poner otro corrupto, otro payaso u otro farsante mesiánico. Acuérdense de Jimmy Morales.
Entiendo la indignación de los guatemaltecos, pero no son el ejemplo a seguir en El Salvador. No es ira, ni odio, ni radicalismo anti político que nos hace falta inyectar a la política, sino los antídotos: racionalidad, unidad de propósito entre todos los demócratas, ejercicio tolerante del pluralismo ideológico y político.
Sólo cuando todo esto haya fracasado, porque un régimen político logró cerrar los espacios para el ejercicio libre de la política, se justifica la rebelión para botar presidentes. Esta es la situación en Nicaragua y Venezuela, así como lo fue en los años 60 en El Salvador.
En comparación con nuestros países vecinos, en El Salvador hemos logrado, con la amplia y profunda concertación, con la que terminamos la guerra y democratizamos al país, una sociedad civil con capacidad de enfrentar a los vicios de la clase política con argumentos, diálogos y comportamientos racionales.
Este antídoto a la anti-política no siempre nos ha funcionado, y por eso estamos en la situación que estamos: con un presidente que llegó al poder con un discurso divisivo, incendiario y lleno de menosprecio a la institucionalidad democrática y al Estado de derecho.
Pero esto ha provocado que desde la sociedad civil (las organizaciones ciudadanas, el empresariado, la academia, los medios de comunicación, los partidos de oposición, e incluso desde la Fiscalía General, la Corte Suprema y la Presidencia (de la Asamblea) se están articulando respuestas racionales al populismo, a la corrupción y al desmontaje del Estado de Derecho.
Ciudadanos prominentes de diferentes sectores y orígenes ideológicos se han activado y unido para consolidar esta corriente unitaria, pluralista y democrática de oposición al intento del gobierno de tomar control de toda la institucionalidad. Esta tendencia todavía es incipiente, a veces contradictoria, pero está surgiendo con fuerza, como única alternativa factible.
No nos distraigamos con intentos de imitar la ira que se expresó, primero en las calles de Venezuela, luego de Nicaragua y Honduras, y ahorita en Guatemala. Este consejo se los da alguien que ha aprendido participando en rebeliones fracasadas y otras justificadas y exitosas…
Saludos,
Posdata: Aparte de esas consideraciones fundamentales, hay que agregar que la situación guatemalteca no es comparable con la nuestra. Los guatemaltecos marcharon contra el Congreso, porque la gran mayoría de los diputados corresponden al control del presidente, y así facilitan la corrupción. Aquí tenemos una Asamblea que, aunque tal vez tarde, se despertó, ofrece oposición al gobierno y exige transparencia en el manejo de fondos. Aquí no se trata de encender la Asamblea, sino de preservar su independencia.