Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, martes 10 noviembre 2020
Dear friends:
Primero, reciban mis felicitaciones. Mostraron que, a pesar de cuatro años de Trump, la democracia estadounidense funciona. Los malos presidentes no son reelectos porque los ciudadanos, en su mayoría, sí se dan cuenta cuando han sido engañados, sí votan y sí cambian el rumbo de su país. Esto en sí es un excelente mensaje al mundo y en El Salvador lo entendemos.
Segundo, sepan que nadie quiere que la nueva administración Biden intervenga en las elecciones nuestras de febrero 2020. Lo que sí estamos exigiendo (y para esto pedimos su ayuda, porque muchos de ustedes tendrán influencia en la formulación de las políticas del nuevo gobierno hacía nuestro país) es que Estados Unidos deje de consentir los ataques que el gobierno Bukele está sistemáticamente haciendo a la Constitución. La administración Trump ha consentido estos ataques. Estados Unidos no puede seguir haciéndose del ojo pacho con estos ataques, ni mucho menos fomentarlos.
Estados Unidos histórica y sistemáticamente ha ejercido una fuerte influencia sobre la Fuerza Armada salvadoreña; sobre nuestras políticas de Seguridad Pública y su instrumento central, la Policía Nacional Civil; y sobre la Fiscalía General de la República. Esperamos que la administración Biden ejerza esta influencia para garantizar que estas tres instituciones cumplan con su rol constitucional para proteger el Estado de Derecho.
Las tres instituciones (Fuerza Armada, PNC, Fiscalía) en gran medida dependen de Estados Unidos: en cuanto a doctrina, cooperación institucional, financiamiento, asesoría, logística. Es en gran parte por la cooperación de Estados Unidos que estas instituciones han logrado modernizarse, democratizarse y profesionalizarse, y así han jugado un papel clave para cumplir con los Acuerdos de Paz.
Sin embargo, la administración Trump ha sido cómplice (o por lo menos observadora pasiva) del intento del presidente Bukele de politizar la Fuerza Armada y la PNC, obligándolos a privilegiar su obediencia al presidente encima de la obediencia a la Constitución y sus instituciones de control. Por otra parte, el gobierno Bukele ha expresado su menosprecio a la independencia del Poder Judicial y de la Fiscalía General, y por parte de la administración Trump ha habido un silencio cómplice.
Esperamos (y por qué no decirlo: exigimos) de la administración Biden que corrija proactivamente estos errores de las políticas de Trump. Estados Unidos tiene que usar su influencia en la Fuerza Armada y la PNC para garantizar que no sigan actuando al margen de la Constitución y se supediten al control civil ejercido no solo por el presidente sino también por la Fiscalía, los jueces y la Asamblea Legislativa. Y Estados Unidos tiene que usar su influencia fuerte sobre la Fiscalía para que los fiscales se sientan respaldados para abrir las investigaciones de corrupción o abuso de poder contra quien sea.
Si la nueva administración en Washington cambia su discurso frente a los jefes militares y frente a la cúpula policial, exigiéndoles el estricto apego a sus responsabilidades y limitaciones constitucionales; y si corrige el discurso frente a los magistrados de la Corte Suprema y al fiscal general, asegurándoles el apoyo de Estados Unidos para ejercer sus mandatos de forma valiente, todos ellos van a cambiar su actuación inmediatamente.
Solo con esto, la situación entre los diferentes poderes del Estado salvadoreño cambia. Solo con esto, la cancha electoral se nivela, y tanto la oposición política puede ir a unas elecciones más justas y defender la independencia de la Asamblea Legislativa.
Pero para que este efecto se dé, tienen que escucharse a tiempo señales claras del equipo de transición de Biden y Harris. Tiene que decirse a tiempo que Estados Unidos no será aliado incondicional del gobierno de Bukele, sino aliado incondicional de la democracia salvadoreña. De nada nos servirá escuchar estos mensajes en marzo, luego de unas elecciones en una cancha desnivelada. Y tiene que decirse loud and clear, en voz alta y sin ambivalencia. La administración Trump y su embajador mandaron sus mensajes de respaldo incondicional a Bukele hasta con trompetas, así que para corregirlos no basta con wishy-washy diplomático.
Por supuesto que el solo cambio de discurso que hemos escuchado desde Washington con la llegada de Joe Biden y Kamala Harris es importantísimo. Para los salvadoreños es como bálsamo escuchar al futuro presidente de Estados Unidos hablar de poner fin al odio y regresar a la racionalidad, al respeto y la tolerancia. Este nuevo lenguaje tendrá mucho impacto aquí, por razones obvias. Será más difícil para Bukele mantener su discurso de división, de ataque a opositores, de descalificación al periodismo independiente.
Si el nuevo discurso democrático se convierte en acción, y no solo en los asuntos internos de Estados Unidos sino también en sus políticas hacía Centroamérica, aquí habrá un reseteo importante de la política y de las correlaciones de fuerza. Ayúdenos a que esto se dé pronto y de manera contundente. Nosotros nos encargaremos del resto.
Saludos y felicitaciones,