Publicado en EL DIARIO DE HOY, 28 septiembre 2019
De una manera misteriosa, las dos primeras décadas de este siglo nos están mostrando que este siglo será tan diferente del siglo XX como ese fue del XIX, y digo misteriosa porque esta diferencia de siglos se ha mostrado en los dos casos en las primeras dos décadas, como si el mundo esperara el cambio de siglos para iniciar las transformaciones más profundas. En estas décadas ha habido no solo un cambio drástico en el orden de las potencias —con China sustituyendo a la Unión Soviética como la segunda potencia mundial cuando hace un siglo Inglaterra estaba cediendo el puesto a Estados Unidos— sino también un cambio igualmente drástico en la estructura de las relaciones internacionales —de la estabilidad internacional que había en cada lado de la Guerra Fría al desorden cercano al caos en el que estamos viviendo ahora—. Los países que marcaron la estabilidad en el siglo XX, como Inglaterra y Estados Unidos, están ahora en graves crisis políticas tan grandes como las que tuvieron los países de Europa hace cien años.
No por casualidad estas crisis políticas coinciden con una revolución tecnológica muy profunda que está cambiando la manera de vivir del mundo entero. Igualmente la segunda etapa de la Revolución Industrial transformó el mundo de las primeras décadas del siglo pasado con la invención de los motores de combustión interna, de los aparatos eléctricos, de la radio y los tocadiscos, de los aviones y los vehículos motorizados. Los grandes conflictos del siglo XX surgieron porque estos avances tecnológicos, al transformar las sociedades, destruyeron las monarquías absolutistas que habían encajonado las vidas de sus ciudadanos, dejando abierta la posibilidad de sustituirlas con nuevas instituciones, pero abriendo también la posibilidad de que ellas fueran negativas o positivas, creativas o destructivas. Fue en ese momento en el que nacieron las némesis del siglo XX —el comunismo y el nazi-fascismo—. Fue en ese momento en el que también nació la democracia liberal moderna. El siglo entero se fue en la lucha por el poder entre estos tres sistemas, lucha que la democracia liberal ganó en 1945 con la derrota de la Alemania nazi y en los primeros Noventas con el colapso de la Unión Soviética.
Aunque esos dos sistemas destructivos se pintaran a ellos mismos como progresistas, en realidad ambos representaban la resistencia más rabiosa a la transformación más importante que la Revolución Industrial trajo consigo: el cambio de la autocracia a la democracia basada en el imperio de la ley. Todos los regímenes que vivieron bajo el fascismo y el comunismo fueron tiránicos, autócratas, destructivos, en la misma línea pero peores que lo que habían sido los regímenes autocráticos de los reyes absolutistas. Los países que cayeron en esas maldiciones lo hicieron porque no pudieron dar ese salto, de ser esclavos de un autócrata a ser libres, y prefirieron lo que ellos pensaron que era la seguridad de tener como gobernante a un tirano. Sólo cambiaron de tirano. Al escoger la tiranía, escogieron la rigidez que luego destruyó a la Alemania Nazi en lucha contra el resto del mundo y al comunismo en lucha contra sus propios ciudadanos.
La gente escoge las tiranías porque cree que son más efectivas porque dependen de una sola persona. Pero eso es lo que les da la rigidez fatal que luego las lleva al colapso porque, al depender de una sola persona, eliminan la diversidad de opiniones y acciones que es lo que da flexibilidad a las sociedades y evita los errores más terribles porque la diversidad es el mejor mecanismo para corregirlos.
Por la mayor parte de su historia, El Salvador ha escogido las tiranías de los caudillos y eso nos ha llevado a los peores fracasos y a la falta de desarrollo. Hoy, el mundo nos dice que debemos adaptarnos a la nueva revolución tecnológica y evitar los conflictos de la resistencia al cambio. Pero esa adaptación no es estar más tiempo en las redes sociales, sino aceptar la responsabilidad por nuestro destino y construir las instituciones democráticas y así tomar el camino que hace un siglo tomaron las sociedades que ahora son libres y desarrolladas. La democracia sigue siendo el sistema más flexible y conveniente para enfrentar un tiempo de cambios.