Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 27 agosto 2019
Estimados amigos:
En medio de la crisis de identidad de ambos partidos, FMLN y ARENA, y de la ausencia de debates internos de los partidos sobre su rol frente al nuevo gobierno, todo el mundo se siente motivado a opinar y hacer recomendaciones sobre cómo deberían redefinir el concepto de oposición. Así apareció el concepto de ‘oposición constructiva’ y de repente un término realmente atrevido: ‘la verdadera oposición’. Como si la oposición que se ha ejercido en el país en las décadas de la postguerra hubiera sido destructiva y, por tanto, no verdadera. Como si la única oposición verdadera es la constructiva, sin tomar en cuenta si el gobierno es constructivo, destructivo o verdadero…
No podemos tener una discusión sobre ‘oposición constructiva’ sin hablar al mismo tiempo de ‘gobierno constructivo’. No se puede definir en abstracto cómo tiene que ser la oposición. Dependiendo del carácter y la actuación del gobierno tiene que definirse cómo ejercer la oposición.
Dicho de otra manera, la oposición no puede ser constructiva si el gobierno no lo es. ¿Qué significa destructivo y constructivo? ¿En relación a qué algo es constructivo o destructivo? Estos términos solo tienen sentido si se refieren a la construcción de acuerdos y de gobernabilidad. Constructivo es quien aporta a la construcción de acuerdos. Destructivo es quien dificulta o imposibilita la construcción de acuerdos para la gobernabilidad.
La gobernabilidad la tiene que construir el Gobierno. Si no tiene mayoría legislativa, como es al caso del gobierno de Nayib Bukele, es el Gobierno el que tiene que ir al encuentro de los otros partidos para conseguir en la Asamblea Legislativa las aprobaciones de leyes, presupuestos y préstamos necesarios para llevar a cabo sus políticas. La oposición tiene que tener la disposición de ser flexible si lo es el gobierno. Si el gobierno no es flexible y abierto a concertar, la principal tarea de la oposición es evitar que el gobierno se pueda imponer, u obligarlo a ceder y negociar. Mal entendida, una actitud constructiva puede ser lo más destructivo…
No es la oposición la que de antemano tiene que modificar sus planteamientos y criterios para que sean compatibles con los del Gobierno. Le toca al gobierno flexibilizar sus propuestas hasta lograr las mayorías legislativas necesarias. Uno puede llegar al gobierno convenciendo a una mayoría relativa de ciertas propuestas. Pero mientras no se tiene la capacidad de construir la mayoría social y legislativa necesaria, no son factibles. Gobernar es el arte de construir estas mayorías. Los procesos de construcción de consensos son complicados y a veces tediosos, pero buscar atajos o imposiciones solo complica el proceso. Si el gobierno no está dispuesto a convencer a los demás o a flexibilizar sus propuestas en aras de llegar a acuerdos, está creando una crisis de gobernabilidad.
No entiendo los permanentes llamados a los partidos a ejercer una oposición constructiva. La tendencia que estoy observando no es que exista un exceso de oposición al gobierno de Bukele. El peligro es más bien que nadie llena el vacío de oposición.
Tenemos un gobierno que no oculta su menosprecio al concepto de la concertación con los partidos de oposición e incluso con los órganos del Estado que no controla. Ejemplo: El intento de instalar una entidad de la importancia de una Comisión Internacional que investigue la corrupción sin siquiera hablar con los partidos, con el Fiscal General y con la Corte Suprema. Si analizamos bien este ejemplo, llegamos a la conclusión que tenemos un gobierno destructivo: prefiere la confrontación por encima de la concertación. Piensa que la confrontación y su consecuencia, una crisis institucional que bloquea sus propias iniciativas, le da más rédito político en el campo comunicativo-propagandístico que la negociación política con ‘los mismos de siempre’, sus partidos e instituciones.
Regresemos a la pregunta sobre la ‘verdadera oposición’. En abstracto, no existe. Depende del gobierno que uno tenga que encarar. Frente a un gobierno destructivo, la oposición tiene que ser muy firme y vigilante. Así como un hijo malcriado, para componerse, requiere de padres firmes que no le cedan a sus antojos y berrinches, a un gobernante caprichoso con tendencias de soberbia autoritaria hay que pintarle la raya y exigirle conciliar sus exigencias con la legalidad y con los intereses de los demás.
Esto llamaría yo ‘oposición responsable’.
Saludos,