jueves, 27 de abril de 2017

Carta a obispos salvadoreños y venezolanos: Hay momentos cuando hablar es obligación

Estimados amigos:
Un amigo me preguntó: “¿Cómo es que siempre estás criticando a los que mezclan religión con política, pero aplaudes a los obispos venezolanos cuando se manifiestan contra el régimen de Nicolás Maduro?”

Es cierto, he criticado a nuestros obispos por convocar y encabezar marchas exigiendo a la Asamblea que prohíba la minería metálica. Me burlo a veces de las conferencias de prensa que el arzobispo o monseñor Rosa Chávez celebran luego de sus misas dominicales en catedral, y donde definen la posición de la Iglesia Católica frente a casi todos los temas políticos de la actualidad: minería, agua, pensiones, déficit, lo que esté en la agenda política. También critico a quienes pretenden imponer a ARENA y sus diputados posiciones fundamentadas en la fe: sobre el aborto, la forma correcta del matrimonio, educación sexual, derechos de homosexuales…
Jamás he criticado a monseñor Romero por su llamado a los soldados a no obedecer a quienes les ordenaran disparar contra el pueblo. La Iglesia no puede callarse cuando el Estado pone en peligro la paz y la vigencia de los Derechos Humanos. Es su deber tomar posición contra dictaduras, represión, golpes de Estado, y a acompañar a quienes ponen resistencia a la represión.

Monseñor Romero se vio obligado a decir, e incluso gritar a los militares: “Les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios, ¡cesen la represión! Ningún soldado está obligado a obedecer una orden que va contra la Ley de Dios.” En esta misma situación se encuentra hoy la Iglesia en Venezuela, y por esto se mete en política: a favor de los derechos humanos y políticos. En Venezuela todos los días están muriendo jóvenes, a manos de militares, policías y paramilitares chavistas. No puede callarse la Iglesia.

Esto no atenta contra el carácter laico del Estado. Atenta contra el carácter represivo del Estado. La Iglesia tomó partido por la paz y la democracia, no por la prevalencia de asuntos de la fe en las políticas del Estado.

Ya quisiera que nuestros obispos, en vez de meterse en la agenda política del día, tomen una posición valiente ante el nuevo deterioro de los derechos humanos y ante un gobierno que enfrenta la violencia con más violencia y las matanzas de las pandillas con matanzas en nombre del Estado. Ningún político se atreve a favorecer el diálogo y la inserción social por sobre las soluciones violentas, porque piensan que esto no es popular. En estas situaciones, cuando la política no cumple su responsabilidad en asuntos de la paz y los Derechos Humanos, la Iglesia tiene que hablar.

Felicito a los obispos venezolanos y pido a los nuestros a revisar sus prioridades. Saludos,



(MAS!/El Diario de Hoy)