Como casi siempre, Manuel Hinds tiene
razón: Si los británicos salen de la Unión Europea, ni la economía
británica ni la europea van a sufrir graves consecuencias. Hinds lo explicó
de manera contundente: las economías europeas, incluyendo la británica,
ya son demasiado integradas, y a nadie le conviene desintegrarlas, ni
en Londres, ni en Berlin, ni en Bruselas.
Precisamente por esta razón, el debate en Gran Bretaña y en el resto de Europa no se concentra en la economía. Los británicos que quieren salir de la Unión Europea no están preocupados por los efectos económicos de la integración europea. Están preocupados, o más bien angustiados, del tema migratorio. Y cuando lo discuten en la campaña del referéndum del Brexit, no está en el centro la ola de refugiados que tiene más bien a los alemanes en un controversial conflicto interno. En el centro del debate en Gran Bretaña está la libertad migratoria y laboral que la Unión Europea ha establecida en todo sus territorio. A los británicos les preocupen los cientos de miles de alemanes, polacos, checos, griegos, portugueses que viven y trabajan en la isla.
Y al revés: los más enfáticos adversarios del Brexit, o sea de la salida de sus país de la Unión Europea, son los cientos de miles de británicos que viven y trabajan en Berlin, Roma, Paris y otras ciudades continentales.
Este enfoque en la libertad irrestricta de residencia y trabajo es correcto: es el corazón de la integración. Por esto, el Brexit -sobre todo por las razones que se pide- sería un ataque muy profundo al logro más importante de la integración europea.
En Europa ha crecido una generación que se siente europea. Los que crecieron y se educaron y comenzaron sus carreras profesionales en la Europa integrada se mueven dentro de Europa como si de verdad fuera un solo país. Hay millones de europeos que nacieron en un país miembro, estudiaron en otro y trabajan en un tercero. Hay millones de europeos de la generación integrada que hablan tres o cuatro idiomas. Hay millones de profesionales que toman ventaja de la oferta educativa y del mercado laboral europeo. Alemania sólo puede mantener funcionando su exitoso esquema dual de formación profesional (aprendizaje de tres años en una empresa, combinado con escuelas vocacionales), porque cientos de miles de jóvenes de toda Europa aplican a esta modalidad para convertirse en mano de obra calificada y certificada que ofrece Alemania. Países como Suecia y Gran Bretaña solo pueden mantener sus excelentes servicios de salud, porque atraen a médicos y enfermeras de toda europa. Berlin sólo se pudo convertir en la capital europea de innovación tecnológica porque los mejores investigadores y emprendedores de toda Europa se concentran en esta ciudad. Lo mismo es cierto para Londres como centro financiero, Barcelona como capital del diseño, Paris como Meca de la moda.
El comportamiento de esta generación europea de profesionales, sobre todo los de alta calificación, pero incluso del estrato medio de mano de obra calificada en las industrias y servicios, es una verdadera revolución y un motor de desarrollo. Pero cada revolución despierta una contrarrevolución. La contrarrevolución proteccionista contra la libertad migratoria y laboral a escala europea hoy en día se llama Brexit en Gran Bretaña, Front Nacional de Le Pen en Francia, AFD en Alemania… con el peligro que a esta alianza se incorporen movimientos populistas de izquierda como Podemos en España.
Una salida de Gran Bretaña, aunque posiblemente no va a crear crisis económica, sí generaría una crisis política, y de ánimo. Será un duro golpe contra el corazón de la idea europea: la libertad de residencia y trabajo en todo el territorio de la UE. Y sería un golpe a las aspiraciones y oportunidades de la generación más joven, que más se benefician de estas libertad. El Brexit podrá ser el primer paso a la marcha atrás que promueven las fuerzas más retrógradas, nacionalistas y racistas del viejo continente. Por esto, como europeo espero que los británicos digan NO al Brexit y SI a Europa.
(El Diario de Hoy)